Capítulo 1: En Medio de Dos Mundos

13 1 0
                                    

Los primeros rayos de sol se filtraban por las cortinas de la habitación de Alex. El despertador vibraba con insistencia en la mesita de noche, acompañando el murmullo distante de los pájaros. Alex se incorporó con pereza, estirando los brazos hacia el techo antes de apagar el ruido con un rápido manotazo. Se quedó unos segundos mirando al techo, como solía hacer todas las mañanas, antes de enfrentar otro día en el colegio.

El uniforme escolar esperaba, impecable y aburrido, sobre la silla del escritorio. Una camisa blanca, pantalones grises, y una corbata azul que siempre terminaba ajustando mal. Era sencillo, práctico, y perfectamente anodino. "Ideal para alguien como yo", pensó con cierta ironía. Pero debajo de esa fachada, escondida en el último cajón de su armario, estaba una parte de él que nunca mostraba al mundo: un par de blusas color pastel, faldas que había comprado en secreto y unas medias largas que acariciaban sus sueños más sinceros.

Alex siempre había sabido que era diferente. No era algo que se pudiera ignorar, aunque hubiera aprendido a ocultarlo con el tiempo. Desde pequeño, sentía una fascinación por la ropa y los accesorios femeninos. Los colores, las texturas, la libertad que transmitían. Pero también conocía las reglas del mundo en el que vivía. Un mundo donde ser "diferente" era sinónimo de ser señalado, y donde las palabras "femboy" o "expresión de género" apenas se entendían, pero ya eran motivo de burla.

En la mesa del desayuno, todo era rutina. Su madre hojeaba el periódico mientras tomaba un sorbo de café, y su padre revisaba algo en el celular. "Buenos días", murmuró Alex al entrar, recibiendo un asentimiento distraído como respuesta. Su hermano menor, Leo, ya estaba terminando su cereal, mirándolo con la energía molesta de quien no entiende la importancia de las mañanas silenciosas.

—¿Hoy tenés entrenamiento de fútbol? —preguntó su madre sin levantar la vista del periódico.
—Sí, después de clases —respondió Alex automáticamente.

El fútbol era una de las pocas cosas que Alex hacía para encajar. No es que lo odiara, pero tampoco era una pasión. Simplemente, le daba una excusa para mantener a raya las sospechas, para parecer "normal" ante sus compañeros.

En la escuela, Alex mantenía una imagen cuidadosamente diseñada: alguien tranquilo, amable, pero sin destacar demasiado. Sus amigos, Diego y Marcos, eran lo más cercano a un círculo de confianza, aunque incluso con ellos mantenía ciertas distancias. Había cosas que ni siquiera ellos sabían.

Diego era el bromista del grupo, siempre con una sonrisa fácil y comentarios que a veces cruzaban la línea, pero nunca con malicia. Marcos, por otro lado, era más reservado, alguien que prefería escuchar antes que hablar. Eran buenos chicos, pero Alex sabía que había límites en su amistad. Si llegaban a enterarse de lo que escondía, ¿seguirían estando ahí? Esa era una pregunta que no se atrevía a responder.

Durante el recreo, el tema de conversación giró en torno a la fiesta que habría el fin de semana. Una de esas reuniones donde se esperaba que todos fueran y que, para Alex, eran una mezcla de curiosidad y ansiedad.

—Tenés que venir, Alex —dijo Diego mientras le daba un codazo en las costillas—. Capaz te conseguís una chica esta vez.
—Sí, claro —respondió Alex con una risa nerviosa.

Era más fácil seguirles el juego que explicarles que, en el fondo, no buscaba lo que ellos esperaban. Había chicas que le gustaban, claro, pero nunca se había sentido completamente cómodo en esos contextos. Su mente siempre estaba dividida entre lo que los demás esperaban de él y lo que realmente quería.

Cuando terminó el día de clases, Alex pasó por el gimnasio para el entrenamiento. La cancha estaba llena de gritos y risas, con balones volando en todas direcciones. Mientras corría tras el balón, notó que podía desconectar por un momento. El movimiento, la adrenalina, le daban un respiro de las preguntas constantes en su cabeza. Pero ese respiro nunca duraba mucho.

Mientras se duchaba después del entrenamiento, los pensamientos volvieron a invadirlo. "¿Cómo sería si pudiera ser yo mismo?", se preguntaba, mirando el agua deslizarse por su piel. El vestuario, lleno de bromas y risas despreocupadas, era otro lugar donde Alex sentía la presión de actuar. No podía permitirse el lujo de relajarse ni un segundo, temiendo que alguien pudiera notar algo en su mirada o su postura que revelara el secreto que llevaba dentro.

Al llegar a casa, se encerró en su habitación y dejó caer la mochila al suelo. Encendió la computadora, no para hacer tareas, sino para perderse en los foros y videos donde encontraba personas como él. Lugares donde la gente hablaba de expresión de género, de cómo habían encontrado la valentía para ser ellos mismos. Cada historia era una mezcla de inspiración y miedo. Inspiración porque le mostraban que era posible, y miedo porque no podía imaginarse a sí mismo dando ese salto.

Finalmente, abrió el cajón secreto del armario. Sus dedos recorrieron la tela suave de una blusa color lavanda. La sostenía contra su pecho, cerrando los ojos, imaginando cómo sería usarla fuera de esas cuatro paredes. Se atrevió a ponérsela por unos instantes. Miró su reflejo en el espejo de cuerpo entero, notando cómo su rostro se iluminaba al verse así. Era como si, por primera vez en todo el día, respirara con libertad. Pero el sonido de pasos en el pasillo lo hizo guardar todo de nuevo con rapidez, el corazón latiendo con fuerza.

Esa era su vida. Una constante lucha entre dos mundos: el que mostraba al resto y el que mantenía oculto. Sabía que no podía vivir así para siempre, pero también sabía que el cambio era un riesgo enorme.

Antes de dormir, se tumbó en la cama mirando el techo. Le dio vueltas a la idea de ir a la fiesta el fin de semana. No porque quisiera encajar, sino porque soñaba con una posibilidad remota: ¿y si pudiera llevar algo de su verdadero yo? Aunque fuera un detalle pequeño, algo que nadie más notara, pero que para él significara todo. Era un pensamiento temerario, pero le dio esperanza.

"Tal vez mañana", se dijo a sí mismo, aunque sabía que no sería tan sencillo.

Así terminaba otro día en la vida de Alex: entre dos mundos, entre lo que era y lo que quería ser. Y aunque el futuro era incierto, algo en su interior le decía que su historia apenas estaba comenzando.

A Tu Lado, Soy YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora