Capitulo 3: Primeros Acercamientos

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La rutina escolar continuaba su marcha imparable, pero algo había cambiado en los días posteriores al encuentro casual en el patio. Alex no podía sacarse a Camila de la cabeza, pero se obligaba a seguir con su vida, sin dar demasiada importancia a una simple mirada. Sin embargo, el destino parecía tener otros planes.

Era una tarde común de jueves, y como siempre, el recreo había comenzado con la algarabía de los estudiantes desplazándose entre las aulas y los pasillos. Alex se encontraba en la fila para comprar algo de comer en la cantina, cuando de repente la vio. Allí estaba ella, sentada con su grupo habitual de amigas, riendo a carcajadas mientras intentaban decidir qué pedir. Camila no se percató de su presencia, pero Alex, sin saber por qué, se sintió un poco incómodo. ¿Por qué su corazón comenzó a latir más rápido?

Era extraño, porque no la conocía realmente. Solo sabía que era simpática, que le gustaba el arte y que a veces se la veía leyendo libros sobre filosofía o política. De hecho, a veces se sentaba sola en el patio, con un cuaderno frente a ella, sumida en sus pensamientos, mientras el resto del mundo parecía no darse cuenta de su presencia. Pero había algo en ella que lo había cautivado sin que él pudiera explicarlo. Algo en su forma de ser, en su mirada. Tal vez esa seguridad que proyectaba, esa independencia. O tal vez solo su sonrisa, tan genuina y cálida, que parecía iluminar todo a su alrededor.

Con un suspiro, Alex se adelantó en la fila, dándose cuenta de que ella lo miraba con curiosidad. El chico trató de disimular la incomodidad, sin saber si debía sonreír o hacer como si nada. Pero Camila fue la que rompió el hielo.

—¡Hey! ¿Qué tal? —saludó con una sonrisa amistosa.

Alex, sorprendido por el saludo, sonrió nervioso. —¡Hola! Todo bien, ¿y tú?

—Bien, gracias. ¿Qué tal la semana? —preguntó mientras tomaba su bandeja para colocar el pedido.

—Bastante tranquila, aunque ya estoy esperando que termine —respondió él, alzando las cejas como si intentara aligerar el ambiente.

Camila rió. —Sí, yo igual. Pero bueno, hay que aprovechar lo que queda. —Hizo una pausa, mirando a Alex de reojo. —¿Vas a la actividad de este viernes?

La pregunta fue sencilla, casual, pero la verdad es que a Alex le sorprendió que ella estuviera interesada en saberlo. Aunque no era extraño que las personas en el colegio se invitaran a actividades, sentía que con Camila todo tenía un toque diferente. Quizás era la forma en que había dicho la pregunta, sin demasiados rodeos, sin intentar impresionar.

—Sí, creo que voy a ir. Estaba pensando en ir con algunos amigos. —Se encogió de hombros.

—¡Genial! Yo también. ¿Nos veremos allí? —dijo ella con una sonrisa despreocupada.

Alex, casi sin pensarlo, asintió con la cabeza. —Sí, seguro. Nos vemos allí.

La conversación fue breve, pero el resto del día le dio vueltas a ese pequeño intercambio. ¿Por qué le había costado tanto hablar con ella? Y lo peor de todo, ¿por qué ahora sentía que había algo más en su pecho que solo nervios?

Las semanas continuaron, y con ellas, los pequeños momentos compartidos en los pasillos, en clase y en las actividades extracurriculares. Alex comenzó a notar que, aunque no se trataba de algo romántico todavía, algo entre ellos estaba cambiando. Los acercamientos se volvían más frecuentes, más naturales. Camila lo saludaba cada vez que se cruzaban, o lo invitaba a unirse a su grupo de amigos en los descansos. No era un comportamiento raro ni fuera de lugar, pero sí algo que Alex no había experimentado antes. ¿Acaso estaba desarrollando una amistad con ella?

Pero lo que más le sorprendía era cómo se sentía cuando pasaba tiempo con ella. Se encontraba a sí mismo esperando esos pequeños momentos. Como esa vez, un martes por la tarde, cuando estaban todos en el grupo de estudio, preparando un trabajo para la clase de biología.

—¿Puedes explicarme cómo funciona esto? —preguntó Alex, señalando la página del libro de texto con una expresión de confusión.

Camila se acercó a él, inclinándose ligeramente sobre su escritorio, sus manos apuntando a las palabras del libro mientras explicaba pacientemente. “Es simple. Solo hay que recordar que…” Y a medida que hablaba, Alex notaba cómo su voz tranquila y suave llenaba el espacio entre ellos. No era una charla académica más. Había algo en su cercanía que hacía que Alex se sintiera más nervioso de lo habitual. “¿Por qué no podía dejar de mirarla?”

Unos minutos después, ella se apartó con una sonrisa satisfecha. —¿Todo claro ahora?

Alex, de alguna forma atónito, asintió, aunque en realidad su mente estaba demasiado distraída en sus pensamientos. —Sí, gracias. Eres una gran explicadora.

—¡Es un placer! Si tienes dudas en cualquier otro tema, no dudes en preguntarme. —Camila sonrió y le dio un suave golpecito en el hombro antes de unirse al resto de sus amigos.

Cuando Alex vio cómo ella se unía a su grupo, sentía que algo había cambiado. Quizás no había sido un comentario romántico, pero ese simple gesto, esa forma en que se despidió de él, de manera tan natural, lo hizo sentir un cosquilleo en el estómago. ¿Era esa la atracción de la que hablaban sus amigos?

A lo largo de las siguientes semanas, Alex comenzó a notar que, por su parte, las interacciones con Camila seguían siendo informales. Había algo inocente en todo lo que hacían, como si estuvieran construyendo una amistad genuina. A veces, se sentaban juntos en el almuerzo, o se cruzaban en los pasillos y compartían breves conversaciones sobre cualquier cosa que estuviera de moda, o sobre las últimas noticias.

Sin embargo, por dentro, Alex sentía un caos silencioso. Cada vez que pasaba un poco más de tiempo con Camila, sentía que algo no cuadraba. ¿Por qué sentía que sus emociones estaban cruzadas? ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella de una manera que iba más allá de la amistad?

La respuesta era algo que Alex había estado tratando de ignorar durante bastante tiempo, y que ahora se estaba haciendo más fuerte a medida que pasaba tiempo con ella. Era el dilema de ser femboy, una identidad que nunca había terminado de entender completamente.

¿Qué significaba ser un femboy para él? Aunque nunca se había atrevido a ponerle un nombre a lo que sentía, siempre había sido consciente de que su forma de ser no encajaba completamente con los estándares tradicionales de masculinidad. Le gustaba vestirse de una manera que no era estrictamente "masculina", disfrutaba de cosas que no encajaban con la imagen típica de los chicos en su escuela. Aunque no se sentía completamente cómodo con etiquetas, algo dentro de él le decía que quizás, solo quizás, era un femboy. Y eso le generaba inseguridad.

Alex nunca había hablado de eso con nadie. Ni con sus amigos más cercanos ni con sus familiares. Era algo demasiado personal, algo que lo hacía sentir vulnerable, como si fuera incompleto o fuera de lugar. ¿Y qué pasaría si Camila lo descubría? La idea de que ella pudiera verlo de una forma diferente, quizás como algo raro, lo aterraba. ¿Podría ella aceptarlo tal como era, con su forma de vestir, sus actitudes, y esa parte de él que aún no entendía bien?

¿Sería suficiente lo que sentía por ella si le revelaba su dilema interno? ¿O podría ser que todo cambiara, que esa simple amistad que habían construido se derrumbara bajo el peso de sus propias inseguridades? Alex se preguntaba si sería capaz de enfrentar sus miedos y aceptar lo que sentía por Camila, o si, por el contrario, seguiría ocultándose detrás de una fachada de normalidad, sin permitir que ella lo viera tal como era.

Lo que sí sabía era que sus sentimientos por Camila no eran simples. No se trataba de un capricho pasajero. Y, aunque el dilema de ser femboy seguía siendo una parte importante de su vida, quizás había algo más importante en ese momento: el miedo a perder una oportunidad de ser feliz, de ser aceptado por alguien que lo entendiera, aunque no tuviera todas las respuestas.

A Tu Lado, Soy YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora