Luego de unos días, el día del vuelo iba a llegar y el danés estaba un poco desanimado por ir, ya que iba a dejar a Isabella sola y no quería que ella pensara que la quería abandonar. Así que le pidió que haga sus maletas para ir con ella, y ella le hizo caso.
── Isa, book a flight to Peru for tomorrow and.. I don't want to go alone, can you join me? - se le acerca y la abraza por detrás, se sentía un poco raro ya que pues, no sentía nada por ella pero pensaba que si seguía actuando así, iba a comenzar a sentir cosas.
La mujer le acarició el cabello y le dió un besito en la mejilla.
── Of course, my love El gringo se sonrojo un poquito, se sentía palteado.
── So get your suitcase ready now so we don't forget anything, remember that it's tomorrow morning - deja de abrazarla y va a alistar su propia maleta.
Sonne estaba en su habitación, empacando apresuradamente para el vuelo de regreso a Perú. En la habitación contigua, Isabella Tulund hacía lo mismo, ajena al torbellino emocional que Oliver llevaba dentro. La relación entre ellos era una especie de acuerdo silencioso: él necesitaba distraerse, olvidar; ella, por su parte, parecía cómoda llenando un espacio vacío, aunque sabía que no era el centro del corazón de Oliver.
Mientras revisaba el fondo de una caja olvidada, Oliver encontró algo inesperado: un libro de Mario Benedetti. Su corazón dio un vuelco al reconocerlo. Ese libro no era cualquier libro; era el que Carlos le había regalado en un momento en el que todo estaba bien.
Se dejó caer en el borde de la cama, sosteniéndolo con cuidado. Abrió la primera página y ahí estaba la dedicatoria, escrita con la letra de niño de 6 años del defensa peruano: "Para que siempre encuentres las palabras que no te digo, pero que siempre siento. Te quiero mi gringo cabro ."
La respiración de Oliver se entrecortó, y el peso de los recuerdos cayó sobre él como una avalancha. Pasó las páginas tembloroso, hasta que se detuvo en un poema que Carlos había marcado:
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Los ojos de Carlos aparecieron en su mente, vivos, intensos, mirándolo con esa mezcla de ternura y fuerza que tanto lo había enamorado. Pero también recordaba cómo todo se había fracturado, cómo su propia inseguridad y desconfianza habían destruido lo que tenían.
Oliver apretó el libro contra su pecho, intentando contener las lágrimas. En ese momento, Isabella apareció en la puerta, sosteniendo una chaqueta.
— Love, are you there yet? I've been waiting for you for a while... —preguntó, notando su expresión distante.
Él levantó la mirada, pero no supo qué decir. Isabella lo miró, luego al libro en sus manos, y lo entendió todo. Aunque nunca había hablado directamente con él sobre Carlos, sabía que había alguien en su pasado que aún lo marcaba profundamente.
— Is it Carlos's? —preguntó suavemente.
Oliver asintió, incapaz de hablar.
—¿Quieres que me quede en Perú contigo? —continuó Isabella, tratando de ser fuerte, aunque en su voz había una nota de resignación.
Oliver cerró los ojos, el peso de su situación cayendo sobre él. Quería agradecerle por estar allí, por intentarlo, pero la verdad era evidente: no importaba cuántos kilómetros recorriera, ni cuántas personas intentara acercar a su vida, Carlos seguía siendo su "One Lova".
—Yeah.. ... —murmuró al fin, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas—. It's impossible to overcome him..
Ella lo miró en silencio durante unos segundos y luego dio media vuelta, dejándolo con el libro y sus recuerdos. Oliver volvió a mirar el poema. Sabía que regresar a Perú sería un nuevo comienzo, pero también un enfrentamiento inevitable con su pasado y, quizás, con Carlos.
Next day
En el aeropuerto
La mañana siguiente llegó con un cielo gris y pesado, como si reflejara el ánimo del gringo. El taxi que lo llevaba junto a Isabella avanzaba lento hacia el aeropuerto. Apenas habían hablado durante el desayuno, un silencio incómodo colgaba entre ellos, cargado de palabras que ninguno se atrevía a pronunciar.
Oliver miraba por la ventana, sosteniendo su mochila sobre sus piernas. Dentro, el libro de Mario Benedetti descansaba como un peso que no podía ignorar. Sus pensamientos estaban enredados en recuerdos: la sonrisa de Carlos, las bromas compartidas, y, sobre todo, esos ojos café que seguían atormentándolo.
Cuando llegaron al aeropuerto, la terminal estaba bulliciosa, llena de viajeros que iban y venían, pero para Oliver todo parecía un eco distante. Isabella caminaba a su lado, manteniendo una distancia sutil, como si entendiera que él necesitaba espacio.
Mientras hacían fila para el check-in, Oliver revisó su teléfono. Su dedo se detuvo sobre el contacto de Carlos. Lo había eliminado más de una vez, pero siempre terminaba volviéndolo a guardar. Su corazón latía rápido mientras se debatía entre llamar o no.
—Oliver, ¿are you okay? —preguntó Isabella de repente, rompiendo su concentración.
—Sí, solo estaba... pensando —respondió, guardando el teléfono apresuradamente.
Ella lo observó, buscando algo en su mirada, pero no insistió. Después de pasar por seguridad, se sentaron en silencio cerca de la puerta de embarque. Isabella, al notar que Oliver no decía nada, decidió hablar:
—¿Do you Love Me? —preguntó, con un tono directo pero suave.
Oliver tardó en responder. Sabía a qué se refería, pero las palabras no salían con facilidad. Finalmente, suspiró y dijo:
—. . .
No
Ella asintió lentamente, sin apartar los ojos de él.
—¿ Is it because of the Peruvian? —preguntó, esta vez sin rodeos.
Oliver se tensó al oír su nombre, pero asintió.
— If.. It's hard, to forget him.. I-..
Isabella tomó aire profundamente y le sonrió, aunque su expresión era melancolica.
Ella quería al gringo, y tenía mucho cariño por él. Pero también sabía que no tenía sentido seguir con él si el gringo no sentía lo mismo.
── So why don't you go to Peru and fix everything with him?
Oliver la miró sorprendido, sin saber cómo responder.
— I'm not telling you it'seasy—continuó ella— But if you think you really love him and want him, try
Antes de que Oliver pudiera contestar, el altavoz anunció que su vuelo estaba listo para embarcar. Se levantaron y caminaron hacia la fila, pero las palabras de Isabella seguían resonando en su cabeza.
Mientras subía al avión, Oliver tomó el libro de su mochila y lo abrió en la página del poema que había leído la noche anterior. Sus dedos acariciaron las palabras como si fueran un amuleto. Cerró los ojos por un momento y, esta vez, no trató de detener el recuerdo de Carlos. En lugar de eso, permitió que lo envolviera por completo.
Cuando el avión despegó, Oliver decidió que no podía seguir huyendo. Regresar a Perú significaba más que solo volver a su tierra. Significaba enfrentar su pasado, sus errores, y, tal vez, buscar a Carlos para intentar recuperar lo que habían perdido.
Mientras miraba por la ventana y las nubes se extendían bajo él, sintió por primera vez en meses una chispa de esperanza.