CAPÍTULO 3

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Ava

-Espero que sepas apreciar lo buena amiga que soy - bostezó Jules mientras dábamos tumbos por el patio delantero hacia casa de Josh- por levantarme al amanecer para ayudar a tu hermano a limpiar y a hacer la maleta, cuando además me cae fatal. Me reí y le pasé el brazo por los hombros. -Luego te invito a un café de caramelo del Morning Roast. Te lo prometo. -Vale, vale. -Hizo una pausa-. ¿En vaso grande, con extra de toppings crujientes? -Sabes que sí. -Bueno. -Volvió a bostezar-. Entonces sí que merece la pena. Jules y Josh no se llevaban muy bien, que digamos. Siempre me pareció raro, teniendo en cuenta que se parecían un montón. Los dos eran extrovertidos, carismáticos, muy inteligentes y, sobre todo, unos rompecorazones.Jules era la versión en carne y hueso de Jessica Rabbit, con la melena roja brillante, la piel cremosa y unas curvas que me hacían mirar con tristeza mi propio cuerpo. En general, estaba satisfecha con mi cuerpo, pero como miembro del Club de las Tetas Pequeñas, me habría gustado tener una o dos tallas más de sujetador sin tener que recurrir a la cirugía estética. Irónicamente, Jules a veces se quejaba de que su copa D le daba dolor de espalda. Debería haber una app con un menú donde se pudiera elegir el tamaño de tus tetas con un solo clic. Como decía, la mayor parte del tiempo estaba satisfecha con mi cuerpo, pero nadie (ni siquiera las supermodelos o las estrellas de cine) es inmune a las inseguridades. Pero quitando las quejas por sus tetas, Jules era la persona más segura que conocía, además de mi hermano, cuyo ego era tan grande como para abarcar toda la Costa Este de Estados Unidos y hacer hueco para Texas. Supongo que tenía motivos para serlo, teniendo en cuenta que siempre había sido el niño prodigio y, aunque me doliera reconocerlo porque era mi hermano, tampoco era nada feo. Casi uno noventa de estatura, cabello negro y grueso y una estructura ósea envidiable, que nunca dejaba que se le olvidara a nadie. Estaba convencida de que Josh era capaz de encargar una escultura de sí mismo para ponerla en su propio patio delantero. Jules y Josh nunca decían por qué se llevaban tan mal, pero yo sospechaba que era porque se veían reflejados el uno en el otro. La puerta de entrada estaba abierta, así que no nos molestamos en llamar.Para mi sorpresa, la casa estaba bastante limpia. Josh había retirado casi todos sus muebles la semana anterior, por lo que lo único que quedaba por guardar era el sofá (que irían a recoger más tarde), algunos utensilios de cocina y el cuadro abstracto y raro del salón. -¿Josh? -Mi voz retumbó por el espacio vacío mientras Jules se sentaba en el suelo y se hacía un ovillo con expresión gruñona. No hace falta jurar que no le gustaba madrugar-. ¿Dónde estás? -¡En el dormitorio! -Se oyó un golpe en el piso de arriba, seguido de una maldición ahogada. Un minuto después, Josh bajó con una caja de cartón enorme-. Son mierdas varias que voy a donar -explicó, dejándola en la encimera de la cocina. Arrugué la nariz. -Ponte una camiseta, haz el favor. -¿Y privar a J. R. de este bombón mañanero? -dijo Josh con una sonrisita-. No soy tan cruel. No era la única que creía que Jules se parecía a Jessica Rabbit; Josh siempre la llamaba por las iniciales, lo cual la sacaba de sus casillas. Aunque, por otro lado, todo lo que hacía Josh la sacaba de sus casillas. Jules levantó la vista y frunció el ceño. -Por favor, he visto abdominales mejores en el gimnasio del campus. Haz caso a Ava y ponte una camiseta antes de que os enseñe la cena que comí anoche. -Quien se pica, ajos come -dijo Josh alargando las palabras y acariciándose los abdominales con la mano-. Lo único que se va a enseñar aquí es...-¡Vale ya! -Agité los brazos en el aire para dar por terminada la conversación antes de que llegara a algún punto traumatizante-. Basta de charleta. Vamos a hacer la maleta antes de que pierdas el vuelo. Por suerte, Josh y Jules se comportaron durante la hora y media siguiente mientras hacíamos la maleta con todas las cosas que faltaban, y las cargábamos en el todoterreno que Josh había alquilado para la mudanza. Al final, lo único que quedaba era el cuadro. -Dime que también te vas a deshacer de eso. - Contemplé el gigantesco lienzo-. Aunque no sé cómo te va a caber en el coche. -Nada, déjalo aquí. A él le gusta. -¿A quién? Por lo que tenía entendido, todavía nadie había alquilado la casa de Josh. Pero aún era julio, así que seguramente volaría al acercarse el inicio del curso. -Ya verás. No me gustaba esa sonrisa. Nada de nada. El rumor de un potente motor invadió el aire. La sonrisa de Josh se ensanchó. -De hecho, ahora mismo lo vas a ver. Jules y yo intercambiamos miradas, nos abalanzamos a la puerta y la abrimos. En la entrada acababa de aparcar un Aston Martin de sobra conocido. Tenía la puerta abierta y de ella salió Alex, más guapo que lo que cualquier ser humano tenía derecho a ser, con vaqueros, cazadora y una camisa negra con los puños remangados.Se quitó las gafas de sol y se nos quedó mirando, sin inmutarse ante la pequeña fiesta de bienvenida que le habíamos montado en la entrada. Aunque yo no tenía muchas ganas de bienvenida. -Pero... Pero si es Alex -balbuceé. -Y está guapííííísimo, he de añadir. -Jules me dio un codazo en las costillas y solté un gruñido. ¿Qué más daba que estuviera bueno? Era un imbécil. -Qué pasa, tío. -Josh le chocó la mano a Alex-. ¿Y tus cosas? -Luego las trae la empresa de mudanzas. -Alex miró de reojo a Jules, quien lo contemplaba como a un juguete nuevo. Además de Josh, Alex era el único tío que nunca se había rendido a sus encantos, lo cual le intrigaba aún más. No podía resistirse a ningún reto, probablemente porque tenía a la mayor parte de los tíos comiendo de su mano antes siquiera de abrir la boca. -Espera. -Levanté la mano mientras el corazón amenazaba con salírseme del pecho-. Cómo que la empresa de mud... No te vas a mudar aquí. -Pues sí. -Josh me pasó el brazo por los hombros y le brillaron los ojos con maldad-. Te presento a tu nuevo vecino, hermanita. Pasé la mirada como una pelota de ping-pong de Alex a él y de él a Alex, a quien no podía aburrirle más la conversación. -No. -Solo había una razón por la que Alex Volkov dejaría su acogedor ático de Washington para mudarse otra vez a Hazelburg, y me apostaba mi cámara nueva a que notenía nada que ver con la nostalgia de su época de universitario-. No, no, no, no, no. -Sí, sí, sí, sí, sí. Lancé a mi hermano una mirada asesina. -No necesito un canguro. ¡Tengo veintidós años! -¿Quién ha dicho nada de canguros? -reculó Josh-. Va a cuidarme la casa. Tengo que volver aquí dentro de un año, así que tiene sentido. -Y una mierda. Quieres que me vigile. -Eso es un servicio extra. -Josh suavizó las formas-. No viene mal tener a alguien de confianza cuando yo no esté, especialmente después de todo lo de Liam. Sentí una punzada de dolor con la mención de mi ex. Liam me había estado acribillando a mensajes desde que le había pillado poniéndome los cuernos un mes y medio atrás. Incluso había aparecido varias veces por la galería donde yo trabajaba, suplicándome otra oportunidad. Habíamos salido durante varios meses, y aunque no estaba enamorada de él ni nada parecido, la situación había sacado a relucir todas mis inseguridades. A Josh le preocupaba que Liam se pasara de la raya, pero, para ser sinceros, Liam no era más que un niñato pijo con pantalones de pinza que vivía de las rentas. Era difícil que hiciera nada que pudiera descolocarle la gomina del pelo. Estaba más avergonzada por haber salido con él que preocupada por mi integridad física. -Sé cuidar de mí misma. -Me deshice del brazo de Josh -. Llama a la empresa de mudanzas para cancelar esto -le dije a Alex, quien nos había ignorado completamente mientras miraba la pantalla de su móvil-. No tienes quemudarte aquí. ¿Es que no tienes... cosas que hacer en Washington? -Washington está a veinte minutos -dijo sin mirarme. -Que conste que a mí me parece perfecto que te mudes aquí -saltó Jules. Traidora. -¿Cortas el césped sin camiseta? Si no, te lo recomiendo. Alex y Josh fruncieron el ceño a la vez. -Tú. -Josh la señaló con el dedo-. Ni se te ocurra hacer de las tuyas cuando no esté. -Es muy tierno que te creas con derecho a decirme lo que tengo que hacer. -Me importa una mierda lo que hagas con tu vida. Pero me preocupa cuando metes a Ava en tus movidas. -Noticia de última hora: tampoco tienes derecho a decirle nada a Ava. Sabe pensar por sí misma. -Es mi hermana... -Y mi mejor amiga... -Acuérdate de cuando casi la arrestan por tu culpa... -Eso es agua pasada. Fue hace tres años... -¡Vamos a ver! -Me llevé los dedos a las sienes. Josh y Jules eran como dos niños pequeños-. Dejad de discutir. Josh, deja de intentar controlarme. Jules, deja de provocarle. Josh se cruzó de brazos. -Como tu hermano mayor, mi deber es protegerte o nombrar a alguien para sustituirme cuando yo no esté. Me había criado con él, y por eso reconocí la expresión de su cara. No iba a cambiar de opinión. -¿Entiendo que Alex es el sustituto? -pregunté con resignación.-Yo no sustituyo a nadie -dijo Alex con frialdad-. No hagas ninguna tontería y todo irá bien. Dejé escapar un lamento y me cubrí la cara con las manos. Iba a ser un año muy largo.

Twisted Love - Ana Huang Donde viven las historias. Descúbrelo ahora