CAPÍTULO 21

90 1 0
                                    

Ava

El día había llegado por fin.

Me coloqué a un metro y medio de la piscina, con la piel erizada por los escalofríos, a pesar de que la temperatura rondaba casi los treinta grados gracias al climatizador de última generación del hotel.

Llevaba un bañador de una pieza de Eres, cortesía de Alex, que me había entregado la bolsa sin decir palabra cuando me recogió para ir a la clase.

Después de semanas de técnicas de relajación y deacostumbrarme a pensar en el agua, era hora de que me metiera dentro.

Tenía ganas de vomitar. El pánico me paralizaba, como si me estuviera clavando sus zarpas heladas sobre la piel sudorosa, haciendo que brotara una sangre invisible. El estómago me daba saltos al ritmo de mi corazón desbocado, haciendo que el desayuno que me había tomado chapoteara como patitos de goma en una bañera.

—Respira. —La voz tranquila de Alex me relajó, no sé cómo—. Recuerda nuestras clases.

—Vale. —Tomé una bocanada de aire y casi me da una arcada con el olor del cloro—. Puedo hacerlo, puedo hacerlo —repetí.

—Voy yo primero. —Se metió en la piscina hasta que el agua le llegó por la cintura, y me extendió la mano. Me quedé mirándolo, deseando que mis pies se movieran.

—Estoy aquí. No voy a dejar que te pase nada. — Irradiaba confianza y tranquilidad—. ¿Confías en mí?
Tragué saliva.

—S... Sí.

Me di cuenta de que era verdad. Cien por cien. Quizás Alex no era la persona más simpática o fácil de tratar, pero le habría confiado mi vida. Literalmente.

Me acerqué a la piscina y contuve el aliento mientras me metía, y le agarré la mano, dejando que su fuerza calmara mis nervios. El agua me subió por los muslos y me tambaleé.

El recinto del hotel empezó a dar vueltas, las paredes de un azul pálido y las baldosas de terracota giraban a mi alrededor como un borrón. Oh, Dios, no puedo hacerlo. No puedo...

—Cierra los ojos. Respira hondo —dijo Alex—. Ya está...

Lo hice como me había enseñado, dejando que su voz me arropara hasta que la mayor parte del pánico se desvaneció.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

–Mejor. —Me aclaré la garganta e intenté centrarme en el radio a mi alrededor en lugar de en toda la piscina. Era una piscina olímpica estándar, pero para mí era el océano Atlántico—. Estoy preparada.

Más que nunca.

Empezamos en la parte poco profunda, y Alex me hizo caminar de un lado a otro para acostumbrarme al tacto del agua y a la flotabilidad de mi cuerpo. Después, nos sumergimos un poco más hasta que el agua me llegaba a los hombros. Me aferré a las técnicas de relajación que había aprendido en los últimos meses, y funcionaron; hasta que llegamos a la parte en la que tenía que meter la cabeza bajo el agua. Cerré los ojos antes de sumergir la cara, incapaz de soportar la imagen del agua invadiendo mis sentidos.

—¡Socorro! ¡Mamá, ayúdame! Las palabras retumbaron en mi cabeza. Hacía frío. Estaba oscuro. No podía respirar. Algo emitió un destello en el fondo de mi conciencia. Un recuerdo desvaído, quizás, que se alejaba a la deriva.
Intenté agarrarlo. —¡Por favor! Me hundí más profundo. Más profundo. Aún más profundo. Por favor por favor por favor No puedo respirar no puedo respirar no puedo respirar

—¡Ava!

Ahogué un grito, el sonido de mi nombre me arrastró al presente. Mis gritos reverberaron en las paredes de piedra antes de desvanecerse en el olvido. No estaba segura de cuánto tiempo había estado sumergida. Me parecieron segundos, pero a juzgar por el frío que tenía y por cómo me dolía la garganta, debió de ser mucho más.

Twisted Love - Ana Huang Donde viven las historias. Descúbrelo ahora