CAPÍTULO 18

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Alex

—¿Dónde está? —Agarré a Madeline del cuello, resistiendo el impulso de retorcerlo hasta que su cara de engreída desapareció. Nunca había levantado la mano a ninguna mujer fuera de la cama (y dentro solo con consentimiento), pero estaba a punto de perder los nervios. Después de ver el vídeo de Madeline empujando a Ava a la piscina, que reconocí de inmediato como la piscina de la mansión de los Hauss, me salté todos los límites de velocidad hasta llegar allí. Cuando lo hice, la fiesta había terminado y solo quedaban algunos rezagados. Me topé con Madeline en la cocina riéndose junto a sus secuaces, pero no hizo falta más que una mirada feroz para que se apartara y me siguiera hasta el vestíbulo. —¿Por qué no me aprietas un poco más? —susurró—. Lo estás deseando. —No he venido aquí a jugar a tus jueguecitos. —Se me estaba empezando a agotar la paciencia—. Contesta a la pregunta o acabaré con Industrias Hauss.—No tienes tanto poder. —No me subestimes, cielo. —No iba con cariño—. Que hayamos follado unas cuantas veces no significa que conozcas mis cartas. Así que a menos que quieras explicarle a tu papá por qué los reguladores están con el agua al cuello y las preciosas acciones de su empresa se están desplomando, te aconsejo que me contestes. Ahora mismo. Madeline apretó los labios. —Su amiga la sacó de la piscina, y luego se marcharon — dijo de pronto—. ¿Cómo iba a saber yo que no sabía nadar? Apreté la mano e hice un gesto de desdén cuando vi el deseo en sus ojos. —Más te vale que esté bien, o la quiebra de Industrias Hauss será la última de tus preocupaciones —susurré—. No intentes contactarme o acercarte a mí nunca más. ¿Entendido? Madeline alzó la barbilla, desafiante. —¿Me-has-entendido? —Le presioné la blanda carne del cuello con el pulgar, con fuerza suficiente para amenazarla sin hacerle daño. —Sí —dijo medio ahogada, con la voz llena de rencor. —Bien. —La solté y me fui a paso calmado, aunque solo tenía ganas de correr hasta casa de Ava para asegurarme de que estaba bien. No había contestado a mis llamadas ni a mis mensajes, y aunque entendía el motivo, me ponía nervioso. —¿Merece tanto la pena? —preguntó Madeline a mi espalda. No me molesté en contestarla.Sí. Llegué al coche, pisé el acelerador a fondo y por poco atropello a un grupo de borrachos. Me aferré al volante con fuerza mientras imaginaba cómo debió de haberse sentido Ava al caer en la piscina, o cómo debía de estar en ese momento. Un amasijo de preocupación y furia me sacudió el estómago. A la mierda lo que le había dicho a Madeline. Ya había puesto el punto de mira en su familia, y no pararía hasta que Industrias Hauss no fueran más que una nota al pie de página en la historia. Llegué a casa de Ava justo a tiempo de ver salir a Stella. Paré el motor y alcancé la puerta en unas pocas zancadas. —¿Cómo está? —pregunté. Stella tenía cara de preocupación. —Podría estar peor, dadas las circunstancias. Yo había ido a por unas copas cuando ella se metió en la sala de la piscina... —Se mordió el labio inferior—. En fin, que volví cuando esa mujer ya la había empujado a la piscina. La saqué antes de que se desmayara, pero aún sigue temblando. Jules todavía no ha llegado, y quería quedarme con ella, pero ha dicho que se iba a dormir y me ha insistido para que me fuera. —Stella frunció el ceño—. Deberías echarle un ojo. Por si acaso. Era relevante que me lo pidiera justamente Stella, que era la amiga de Ava a la que peor le caía. Eso decía mucho del estado actual de Ava. —Yo me ocupo. —Entré en la casa como una flecha. —¿Cómo te has enterado tan rápido de lo que ha pasado? —preguntó Stella a mi espalda.—Por redes —dije por toda respuesta. Anoté mentalmente llamar a mi informático y pedirle que eliminara cualquier rastro del vídeo de internet. Era la misma persona de confianza que hackeaba para mí los ordenadores de mis rivales y sacaba a relucir todos sus paraísos fiscales. Después de cinco años trabajando juntos no había ninguna tarea que no hubiera logrado hacer. A cambio le pagaba tanto dinero que podría haberse comprado una isla privada frente a las costas de Fiyi si hubiera querido. Subí la escalera de dos en dos hasta llegar al dormitorio de Ava. Por la rendija de la puerta se colaba una luz que me hizo saber que aún estaba despierta, a pesar de lo que me había dicho Stella. Toqué dos veces la madera con los nudillos. —Soy Alex. Hubo una pausa. —Pasa. Ava estaba sentada en la cama con el pelo húmedo y la mirada asustada. Mi furia fue sustituida por preocupación cuando me di cuenta de lo pálida que estaba y de su manera de temblar, y eso que estaba encendida la calefacción y que se había tapado con una colcha gruesa. —He visto lo que ha pasado. Un gilipollas lo grabó en directo para las redes. —Me senté al borde de la cama y resistí el impulso de estrecharla contra mi pecho—. Lo siento. —No es tu culpa. No te culpes por las cagadas de los demás.Me salió una sonrisa débil al oír mis propias palabras en su boca. —Tienes un gusto pésimo para las mujeres —resopló Ava —. A ver si lo mejoras. —Madeline y yo ya no estamos juntos. Nunca lo estuvimos. —Eso no es lo que me ha dicho. Ladeé la cabeza al escuchar su tono seco. —¿Estás... celosa? La idea me gustaba más de lo debido. —No. —Con el ceño fruncido y la camiseta del pijama, parecía un gatito enfadado—. ¡Por favor! ¿Qué más me da que sea alta y rubia y parezca una modelo de Victoria’s Secret? Es una malísima persona. La próxima vez que la vea, le meto una patada de krav magá. Sonreí un poco más. Ava solo había ido a una clase. Aún le quedaba mucho tiempo para poder darle una buena patada a alguien, pero su indignación era adorable. —No volverá a molestarte —dije con seriedad—. La piscina... —Creí que me moría. Me estremecí de terror solo de pensarlo. —Creí que me moría porque no sé nadar y tengo esta maldita fobia y estoy harta de ella. —Ava agarró la colcha con fuerza y apretó los labios—. Odio sentirme inútil y perder el control de mi propia vida. ¿Sabes que viajar por el mundo es uno de mis mayores sueños y no puedo hacerlo porque la idea de volar sobre el océano me pone enferma? —Suspiró profundamente—. Quiero ver todo lo que hay ahí fuera. La torre Eiffel, las pirámides de Egipto, la GranMuralla china... Quiero conocer gente nueva y probar cosas nuevas y vivir la vida, pero no puedo. Estoy atrapada. Cuando estaba en esa piscina, pensando en que esos iban a ser mis últimos momentos..., me di cuenta de que no había hecho nada de lo que quiero hacer. Si me muriera mañana, me moriría arrepentida, y eso me aterra más que el agua. —Me miró con los ojos oscuros abiertos de par en par, rebosantes de vulnerabilidad—. Por eso necesito que hagas algo por mí. Esta vez fui yo el que tragó saliva. —¿Qué necesitas, Rayito? —Necesito que me enseñes a nadar.

ALEX  DEVORANDO 😂😂💋💋💋💋

Twisted Love - Ana Huang Donde viven las historias. Descúbrelo ahora