Ava
OPERACIÓN EMOCIÓN: FASE TRISTEZA
Venía armada para la batalla. Me había maquillado, peinado y me había puesto mi vestido de verano favorito, de algodón blanco con margaritas en la espalda. Era bonito y cómodo a la vez, y dejaba al aire el escote suficiente para intrigar. A Liam le encantaba. Cuando me lo ponía siempre acabábamos en su casa con el vestido tirado en el suelo. Me había planteado tirarlo después de romper, solo porque a él le encantaba, pero luego me lo pensé dos veces. Y me negué a que estropeara todo lo que me gustaba, tanto el vestido como el helado de menta con chocolate que me compraba cuando me dolían los ovarios. Supuse que ponerme guapa no estaba de más si iba a pasar la noche haciendo una maratón de cine con Alex. No se me había ocurrido otra forma de ponerle triste sin ser una cabrona, así que había escogido la opción más neutral: ponerle una película triste. Siempre funcionaban. Sí, incluso con los chicos.Una vez vi llorar a Josh con el final de Titanic, aunque me dijo que era porque tenía alergia y me amenazó con tirarme la cámara desde lo alto del monumento Washington si se lo contaba a alguien. Sí, claro. Una década después y seguía dando la matraca con que Jack cabía en la tabla. Estaba de acuerdo, pero eso no significaba que no me pudiera burlar de él. Como Alex era un poquitín más reservado que Josh, pasé de Titanic y llevé la artillería pesada: Un paseo para recordar (más triste que El diario de Noah) y Una pareja de tres. Llamé a la puerta de Alex. Para mi sorpresa, no tardó más de dos segundos en abrir. -Hola, he... -Me callé y me quedé mirándolo. Esperaba que Alex llevara puesto el traje de la oficina, o ropa informal de estar por casa, aunque su ropa no solía ser muy informal. Incluso sus camisetas costaban cientos de euros. En lugar de eso, llevaba una camisa gris metida dentro de unos vaqueros oscuros y una americana de Hugo Boss. Iba demasiado bien vestido para un jueves por la noche. -¿Te he pillado saliendo de casa? -Traté de fisgar por detrás de él y mirar si tenía compañía, pero su cuerpo bloqueaba casi todo el umbral. -¿Me muevo para que puedas ver mejor mi salón? - preguntó con sorna. Me puse roja. Menuda pillada. -No sé por qué lo dices. Tu salón no es tan interesante -mentí-. Le falta color. Y no hay ningún objeto personal. -¿Qué estoy diciendo? Que alguien me pare-. La pinturade las paredes también es bastante fea. -Cállate ya-. Le hace falta un toque femenino. -Me. Cago. En. Mi. Vida. No acabo de decir lo que acabo de decir. Alex apretó los labios. Si hubiera sido cualquier otro, juraría que estaba intentando no reírse. -Ya veo. Técnicamente, la pintura de las paredes es cosa de Josh, como sabrás. -Lo cual debería haberte echado para atrás en primer lugar. Esta vez, una sonrisa asomó en la boca de Alex. -Y respondiendo a tu pregunta, sí que estaba saliendo. Tengo una cita. Parpadeé. Alex tenía una cita. Error del sistema. Porque podía salir con chicas, claro está. No había más que mirarlo. Pero no había visto nunca ningún signo de actividad amorosa en su vida, a excepción de las mujeres que se lanzaban a sus brazos constantemente, así que había asumido que era uno de esos adictos al trabajo que tenía una relación exclusiva con la oficina. A ver, llevábamos un mes siendo vecinos, y no le había visto llevar nunca a una sola mujer a casa. Aunque, para ser sincera, tampoco es que vigilara su casa veinticuatro horas al día como una pirada. La idea de Alex en una cita era... extraña. Era la única palabra que se me ocurría para describir esa sensación en el estómago que hizo que me empezara a picar la piel y se me acelerara el pulso. -Ah, pues no te entretengo entonces. -Di un paso atrás y me tropecé con el aire, cómo no. Él llegó a tiempo de sujetarme y el corazón me dio una voltereta. No es quefuera una voltereta enorme de competición, sino una pequeña, en realidad. Pero fue suficiente para aturullarme aún más-. ¡Hasta luego! -Ya que estás aquí, dime al menos para qué. -Alex todavía me tenía agarrada por el hombro, y el calor de su tacto me traspasó hasta los huesos-. Imagino que esto significa que ya se te ha pasado el cabreo. Llevaba ignorándolo desde que había entrado en casa de Owen como un tornado arrasador de ojos verdes. Había sido el enfado que más tiempo me había durado. Estar cabreada era agotador, y tenía mejores cosas que hacer con mi tiempo, pero quería que constara que no podía irrumpir en mi vida e intentar controlarla sin ninguna consecuencia. -La mayor parte sí. -Entorné los ojos-. No vuelvas a hacerlo. -No poses medio desnuda delante de otros hombres, y no lo haré. -No estaba posando... -Asimilé de pronto sus palabras -. ¿Otros hombres? Alex me soltó el brazo y la mirada se le volvió aún más glacial. -Dime para qué has venido, Ava. ¿Alguien te está molestando? -Se le ensombreció la mirada-. ¿Liam? Era un intento muy obvio de cambio de tema, pero la cabeza me daba demasiadas vueltas como para decirle algo. -No. No era nada. Jules está en una cita y me aburro, así que iba a preguntarte si te apetecía pasar el rato. Me di cuenta de que tendría que haberme inventado algo menos patético, una excusa más convincente para explicarque hubiera aparecido en su casa sin avisar un jueves por la noche, sobre todo teniendo en cuenta que no éramos amigos como tal. Pero ya era tarde. Por eso nunca sería una buena abogada ni espía. Jules estaría muy decepcionada conmigo. -Mientes fatal. -Alex no parecía impresionado-. Dime el motivo real por el que estás aquí. Mierda. ¿Me iba a tener que inventar otra excusa? No pensaba decirle nada de la Operación Emoción. -Pensé que no te vendría mal un poco de compañía ahora que no está Josh -dije-. No te he visto quedar con nadie desde que se marchó, así que me pareció que ¿igual te sentías solo? -Terminé la frase con entonación de pregunta y me di cuenta de lo estúpida que era, porque, vamos a ver, la vida de Alex no giraba en torno a su casa. Quizás no celebraba fiestas todas las semanas como Josh, pero seguramente salía a comer con amigos e iba a partidos de fútbol como todo el mundo-. Lo cual, obviamente, no es el caso, porque hoy tienes una cita - añadí rápidamente-. Así que me vuelvo a mi casa y ya te puedes olvidar de que esto ha sucedido. ¡Pásatelo muy bien! -Espera. Me quedé congelada, con el corazón latiendo con fuerza contra el pecho mientras me preguntaba cómo había dejado que este encuentro se me fuera tanto de las manos. Lo más gracioso era que no se me había ido de las manos de verdad, aunque sí que tenía esa sensación. Alex abrió la puerta y se echó a un lado. -Pasa.Qué? -Pero tu cita... -Ya me preocuparé yo por eso. No sé lo que es, pero si has dejado de hacerme el vacío y has venido a verme para «pasar el rato», es que algo te pasa. La semilla de culpa creció hasta convertirse en un árbol, con tronco y todo, dentro de mi estómago. Esto iba ser un experimento inocente. No quería que cancelara sus planes por mí. Pero mientras seguía a Alex hasta el salón, la idea de que ya no iba a salir a cenar o lo que fuera que hubiera planeado con alguna mujer guapísima y misteriosa, me alegró más de lo debido. Reprimí una risa al ver la expresión de Alex cuando descubrió las películas que había llevado. -¿No te gusta Mandy Moore? -me burlé, metiendo el DVD en el reproductor y acurrucándome en el sofá mientras aparecían los títulos de crédito. Todavía tenía muchos DVD, igual que muchos libros en papel. Había algo mágico en poder sostener entre las manos tus historias favoritas en lugar de solo verlas en pantalla. -No tengo nada en contra de Mandy Moore, pero no soy gran fan de los dramones. -Alex se quitó la americana y la tiró a un extremo del sofá. La camisa se le estiraba sobre los anchos hombros, y llevaba los dos botones de arriba desabrochados, que dejaban entrever una franja del pecho y unas clavículas muy sexis. Nunca había imaginado que las clavículas pudieran ser sexis, pero resulta que sí. Tragué saliva.-No es un dramón. Es muy romántica. -¿No moría ella al final? -Toma spoiler -gruñí. Me lanzó una mirada incrédula. -Si ya la has visto. -¿Y tú? -Ya sé lo que pasa. La gente dio mucho la tabarra cuando salió. -Shhh. -Le di un empujón con el pie-. Que empieza. Suspiró. Me encantaba Un paseo para recordar, pero no paré de mirar de reojo a Alex durante toda la película, esperando pillarle en mitad de cualquier tipo de reacción. Cero. Nada de nada, ni siquiera en la boda de Jamie y Landon. -¿Por qué no lloras? -pregunté, secándome las lágrimas con el dorso de la mano cuando terminaron los créditos finales-. Esta peli es supertriste. -Es ficción. -Alex hizo una mueca-. Deja de llorar. -No puedo dejar de llorar cuando me apetezca. Es una reacción fisiológica. -Las reacciones fisiológicas se pueden controlar. No lo pude evitar: me acerqué a su lado del sofá y le empujé los hombros hacia delante para pasarle la mano por la espalda. Sus músculos se pusieron rígidos al contacto con mi mano. -¿Qué... haces? -preguntó, con voz tensa y controlada. -Estoy buscando tu panel de control. -Le di una palmada en la espalda, tratando, sin éxito, de no prestaratención a los esculpidos contornos de sus músculos. Nunca había visto a Alex sin camiseta, pero me imaginé que debía de ser glorioso-. Tienes que ser un robot. Recibí una mirada gélida en respuesta. ¿No lo decía yo? Un robot. -¿Tienes que cambiarte las baterías o eres recargable? -me burlé-. ¿Debería llamarte R2D2...? Grité cuando me agarró del brazo y me dio la vuelta hasta que me quedé sentada a horcajadas sobre su pierna. La sangre me retumbaba en los oídos mientras me apretaba la muñeca, no tan fuerte como para hacerme daño, pero sí lo suficiente como para advertirme de que podía partírmela si quisiera. Nos miramos fijamente y el ardor se volvió más intenso. Debajo de esos estanques de hielo jade, vislumbré una chispa de algo que me provocó una cálida descarga en el estómago. -No soy un juguete, Ava -dijo Alex, con la voz mortalmente suave-. No juegues conmigo, a menos que quieras hacerte daño. Me tragué el miedo. -Tú no me harías daño. Esa chispa misteriosa se cristalizó en ira. -Ya entiendo por qué Josh estaba tan preocupado por ti. Eres ingenua hasta decir basta. -Se inclinó hacia delante unos milímetros, y yo no pude echarme hacia atrás. En la figura de Alex crepitaba una energía contenida, y tenía la inquietante sensación de que detrás de esa capa de hielo había un volcán a punto de estallar; y pobres de los que estuvieran a su lado cuando esto ocurriera-. No intenteshumanizarme. No soy un héroe torturado de una de tus fantasías románticas. No tienes ni idea de lo que soy capaz, y solo porque le prometí a Josh que te cuidaría, no significa que pueda protegerte de ti misma y de tu corazón desbordado. El rubor me subió por el pecho y por la cara. Estaba dividida entre el miedo y la furia: miedo por su mirada inflexible; furia por su manera de hablarme como si fuera una niña ingenua que no se sabía atar los cordones sin hacerse daño. -Me parece una reacción exagerada a un chiste -dije, con la mandíbula rígida-. Siento haberte tocado sin tu permiso, pero podrías haberme pedido que parara en vez de darme el discurso completo de por qué crees que soy una idiota sin remedio. Respiró hondo por la nariz. -No creo que seas una idiota sin remedio. Mi furia venció al miedo. -Sí que lo crees. Josh y tú lo creéis. Siempre dices que quieres «protegerme» como si no fuera mayorcita y perfectamente capaz de valerme por mí misma. Solo porque veo la bondad de las personas no significa que sea idiota. Creo que el optimismo es una buena cualidad, y me dan pena todos los que van por la vida pensando lo peor de los demás. -Eso es porque han visto lo peor. -La gente ve lo que quiere ver -contrarresté-. ¿Hay gente mala en el mundo? Sí. ¿Las desgracias ocurren? Sí. Pero también existe gente maravillosa y también ocurrencosas maravillosas, y si te centras siempre en lo negativo te perderás todo lo positivo. Hubo un silencio sepulcral, aún más incómodo teniendo en cuenta que seguía montada sobre la pierna de Alex. Estaba convencida de que empezaría a gritarme, pero, para mi sorpresa, Alex relajó la cara con un atisbo de sonrisa. Sus dedos rozaron la parte baja de mi espalda y casi doy un salto de la impresión. -Esas gafas de cristal rosa te quedan bien, Rayito. ¿Rayito? Suponía que estaba de broma, pero igualmente se me revolvieron mil mariposas en el estómago que eliminaron todo rastro de enfado. Traidoras. -Gracias. Te las puedes quedar. Las necesitas más que yo -dije con mala intención. Se le escapó una pequeña risa y casi me caigo redonda. Iba a ser una noche de primeras veces. La mano de Alex se deslizó por mi espalda hasta detenerse al principio de mi cuello, dejando a su paso una cascada de cosquillas. -Me estás mojando. Acababa de decir... ¿Qué? Sentí como si me hubieran prendido fuego. -Estás... Te estoy... ¡No! -grité, dándole un empujón y huyendo de él. Se me aceleró el pulso. Oh, Dios, ¿y si era verdad? No era capaz ni de mirar, por miedo a ver una marca húmeda en sus vaqueros. Me iba a tener que mudar a la Antártida. Tendría que construirme una cueva de hielo y aprender a hablar en pingüino porque no podría volver a pisar Hazelburg,Washington, o ninguna ciudad donde pudiera encontrarme con Alex Volkov. Su risa se convirtió en una carcajada real. El efecto de su sonrisa fue tan arrollador, que incluso sumida en la vergüenza absoluta solo podía contemplar cómo se le iluminaba la cara y le chispeaban los ojos. Mierda. Quizás debería agradecer que nunca sonriera, porque si cuando lo hacía era así..., el género femenino no lo soportaría. -Me refiero a tu corazón desbordado. Que me está mojando -dijo despacio-. ¿De qué creías que hablaba? -Yo... Pues... -A la Antártida no. Tendría que mudarme a Marte. La risa de Alex se apagó, pero mantuvo el brillo en los ojos. -¿Cuál es la siguiente película? -¿Perdona? Señaló con la barbilla al DVD de la mesa. -Has traído dos películas, ¿cuál es la otra? El repentino cambio de tema me dio un escalofrío, pero no me iba a quejar. No quería hablar de mojar nada con Alex. Nunca más. Se me tensaron los muslos y dije: -Una pareja de tres. -Mételo. ¿Que lo meta...? Ah, el DVD. Tenía que dejar de tener la mente tan sucia. Mientras empezaban los créditos iniciales, me senté tan lejos como pude de Alex y coloqué «sin querer» dosalmohadas entre nosotros como medida de prevención. No dijo nada, pero vi cómo sonreía por el rabillo del ojo. Estaba tan concentrada en no mirarlo que casi no presté atención a la película, pero una hora después, cuando se me cerraron los ojos y caí en los brazos de Morfeo, aún seguía pensando en su sonrisa.
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Twisted Love - Ana Huang
RomanceHOLI LES PASO LA HISTORIA DE AVA Y ALEX VOLKOV DERECHOS DE AUTOR A @ANAHUANG