CAPÍTULO 14

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Ava

Estaba furioso. Le hacía sentir vivo, latir con fuerza. Una mano aferrada al volante, los nudillos blancos, y la otra en la palanca de cambios, abriéndose y cerrándose como si quisiera estrangular a alguien. El resplandor de las farolas le iluminaba la perfilada estructura de la cara mientras acelerábamos por las calles oscuras, y se iba suavizando la tensión en su boca y en sus cejas. Cuando le conté el incidente con Liam en la puerta de La Cripta, casi me desintegro de la fuerza de su furia. -Estoy bien -dije, abrazándome el cuerpo con los brazos. Mi voz sonó áspera e insegura-. De verdad. Eso solo le hizo ponerse más furioso aún. -Si fueras a clase de krav magá como te dije, no te habría acorralado así. -La voz de Alex era suave. Letal. Me acordé de su expresión cuando le partió la cara a Liam, y me recorrió un escalofrío por la espalda. No tenía miedo de que Alex me hiciera daño, pero ver toda aquella fuerzadesbocada era inquietante-. Tienes que aprender a defenderte. Como te pase algo... -Me he defendido perfectamente. -Apreté los labios. No había visto a Liam en la gala, pero la sala estaba tan llena que me habría sido imposible distinguirlo entre la gente. Bridget me había conseguido colar en la fiesta para poder contactar con exalumnos que hubieran recibido la beca World Youth Photography en años anteriores. Había podido hablar un rato con ellos, pero cuando me cansé de la charla vacía con el resto de los asistentes a la gala y estaba a punto de irme, Liam me acorraló en el ropero. También esa noche estaba drogado. Lo había visto en sus pupilas dilatadas y en su energía desbordada. Nunca había consumido drogas cuando estábamos juntos, que yo supiera, pero fuera lo que fuese lo que se metía, le hacía oscilar entre arrebatos de rabia y de tristeza. Pero a pesar de lo que había hecho y de lo que había dicho, no podía evitar sentir lástima por él. -Esta vez sí -dijo Alex con la mandíbula tensa-. Pero ¿quién sabe lo que puede pasar la próxima vez que estés sola? Abrí la boca para contestar, pero antes de que me salieran las palabras, el cerebro se me inundó de imágenes y sonidos que me dejaron muda. Lancé una piedra al lago y me reí al observar las ondas que se multiplicaban sobre la lisa superficie. El lago era mi zona favorita del jardín. Teníamos un muelle que terminaba en medio del agua, y en verano Josh se tiraba en bomba desde allí mientras papá pescaba,mamá leía revistas y yo lanzaba piedras. Josh siempre se burlaba de que no sabía nadar, y mucho menos tirarme en bomba. Pero algún día lo haría. Mamá me había apuntado a clases de natación, y sería la mejor nadadora del mundo. Mejor que Josh, que se creía el primero en todo. Ya lo vería. Hice una mueca triste. Ya no habría más veranos en el lago, los cuatro juntos. No desde que papá se había ido y se había llevado a Josh con él. Los echaba de menos. A veces me sentía sola, especialmente desde que mamá no jugaba conmigo como antes. Lo único que hacía era gritar al teléfono y llorar. A veces se sentaba en la cocina y se quedaba mirando al vacío. Me ponía triste. Intentaba animarla haciéndole dibujos e incluso le regalé a Bethany, mi mejor muñeca, para que jugara, pero no funcionó. Seguía llorando. Aunque hoy era un día mejor. Era nuestro primer día en el lago desde que papá se había ido, así que quizás significaba que ya estaba mejor. Había entrado en casa a por crema solar (siempre andaba preocupada por las pecas y cosas por el estilo), pero cuando volvió le pedí que jugara conmigo como siempre. Recogí otra piedra del suelo. Era suave y plana, de las que hacían las ondas más bonitas. Arqueé el brazo para lanzarla, pero me vino un olor a flores (el perfume de mamá) que llamó mi atención. Con la distracción, la piedra se me cayó al suelo, pero no me importó. ¡Mamá había vuelto! Ahora podíamos jugar.Me di la vuelta con una enorme sonrisa con un hueco en medio (la paleta frontal se me había caído la semana anterior y el Ratoncito Pérez me había dejado cinco euros bajo la almohada al día siguiente, lo cual moló mucho), pero solo me dio tiempo a esbozar la mitad de la sonrisa antes de que me empujara. Salí despedida y caí, caí, caí desde borde del muelle hasta que el agua me envolvió, tragándose mi grito. La realidad me arrastró de vuelta al presente con una fuerza estremecedora. Me doblé sobre mí misma, jadeante, con la cara llena de lágrimas. ¿Cuándo había empezado a llorar? Qué más daba. Lo único que importaba era que estaba llorando. Con lamentos fuertes, sofocantes, llenos de mocos y que hacían que me doliera el estómago. Por las mejillas me corrían riachuelos de gruesas lágrimas saladas que se me resbalaban por la barbilla y goteaban en el suelo. Quizás finalmente me había roto, me había partido en dos para que lo viera el mundo. Siempre había sabido que no era normal, con mi infancia olvidada y mis pesadillas fragmentadas, pero había logrado esconderlo detrás de mis sonrisas. Hasta ahora. Solo tenía pesadillas cuando dormía. Nunca me habían asolado estando despierta. Quizás la descarga de adrenalina tras el encuentro con Liam me había desatado algo en el cerebro. Como ahora tuviera que preocuparme por las horas despierta además de por las horas dormida...Me froté los ojos con las manos. Me estaba volviendo loca. Una mano fría y fuerte me tocó el hombro. Pegué un bote, recordando de pronto que no estaba sola. Que alguien había sido testigo de mi colapso repentino y humillante. Tampoco me había dado cuenta hasta ahora de que Alex había parado el coche a un lado de la carretera. Si antes estaba furioso, ahora se había vuelto loco. No loco en plan psicópata o enfadado (bueno, quizás un poco), sino más bien loco de pánico. Tenía una mirada salvaje, y el músculo en la mandíbula le latía tan fuerte que parecía que tuviera vida propia. Nunca lo había visto así. Enfadado, sí. Molesto, totalmente. Pero no así. Como si quisiera prender fuego al mundo por haberme hecho daño. Mi ingenuo corazón dio un salto de alegría al hallar un atisbo de esperanza en el pánico. Porque nadie mira a nadie de esa forma a no ser que le importe, y me di cuenta que quería importarle a Alex Volkov. Mucho. Quería que se preocupara por mí, no por una promesa que le había hecho a mi hermano. Me había llevado tiempo llegar a esa conclusión. Yo era un desastre y él acababa de reventar a golpes a mi exnovio. Dejé escapar un suspiro tembloroso y me sequé las lágrimas de la cara con el dorso de la mano. -Lo voy a destruir. -Las palabras de Alex cortaron el aire como cuchillas de hielo. Me estremecí, se me puso la piel de gallina y empecé a tiritar de frío-. Acabaré con todo aquello que haya tocado alguna vez, con todos a los que haya querido alguna vez. Los destrozaré hasta que noquede de ellos nada más que un montón de cenizas a tus pies. Debería haberme asustado de la violencia contenida que invadía el coche, pero me sentí extrañamente segura. Siempre me sentía así a su lado. -No estoy llorando por Liam. -Exhalé profundamente -. Vamos a dejar de hablar de él, ¿vale? Vamos a salvar el resto de la noche. Por favor. Necesitaba alejar la mente de todo lo que había pasado esa noche. Pasaron unos segundos hasta que Alex relajó los hombros, aunque su rostro seguía tenso. -¿Qué quieres hacer? -Me gustaría comer algo. -En la gala estaba tan nerviosa que no había comido nada, y ahora me moría de hambre-. Algo grasiento y malo para la salud. No serás uno de esos locos de la comida sana, ¿no? Su cuerpo estaba tan torneado que parecía subsistir solo de proteínas sin grasa y batidos verdes. Puso cara de incredulidad antes de soltar una pequeña carcajada. -No, Rayito. No soy uno de esos locos de la comida sana. Diez minutos después, estábamos aparcando en un restaurante de carretera con pinta exclusivamente comida mala para la salud. Perfecto. de servir Todas las cabezas se volvieron hacia nosotros al entrar por la puerta. No los culpaba. No todos los días se ve a una pareja vestida de gala entrar en un restaurante decarretera. Intenté recomponerme lo máximo que pude para estar presentable antes de salir del coche, pero no hay mucho que una chica pueda hacer sin su neceser de maquillaje a mano. Algo cálido y suave me envolvió, y me di cuenta de que Alex se había quitado la chaqueta y me la había puesto sobre los hombros. -Hace frío -dijo cuando me volví hacia él. A continuación, fulminó con la mirada a un grupo de chicos que se me habían quedado mirando, o mejor dicho, a mis tetas, desde una mesa cercana. No protesté. Hacía frío, y mi vestido no abrigaba mucho. Tampoco protesté cuando Alex insistió en que nos sentáramos al fondo y me colocó de cara a la pared para que el resto de clientes no pudieran verme. Pedimos algo de comer y me revolví al sentir su mirada. -Cuéntame qué ha pasado en el coche. -Por una vez, su tono era amable, no inquisitivo-. Si no era por Liam, ¿qué te ha hecho...? -¿Colapsar? -Me puse a juguetear con un mechón de pelo suelto. Nadie sabía nada de mis recuerdos perdidos o de mis pesadillas, a excepción de mi familia o mis amigas más cercanas, pero sentía la extraña necesidad de contarle la verdad a Alex-. He tenido un... flashback. De algo que ocurrió cuando era niña. -Había permanecido en un estado de negación durante años, diciéndome que eran pesadillas de ficción en lugar de recuerdos fragmentados, pero no podía seguir mintiendo. Tragué saliva antes de hablarle a Alex, entre balbuceos, de mi pasado, o de lo que recordaba de él. No era la charlaligera que había imaginado cuando sugerí «salvar el resto de la noche», pero me sentí mucho más ligera al terminar de contárselo. -Me dijeron que fue mi madre -dije-. Mis padres estaban pasando por un divorcio horrible, y al parecer mi madre tuvo una especie de crisis nerviosa que le hizo empujarme al lago, aun sabiendo que yo no sabía nadar. Y me habría ahogado si no llega a ser porque mi padre apareció para coger unos papeles y vio lo que acababa de ocurrir. Me salvó, y la enfermedad de mi madre se agravó hasta que acabó por suicidarse. Me contaron que tuve suerte de salir con vida, pero... -Dejé escapar un suspiro tembloroso-. A veces siento que no tengo mucha suerte. Alex me había estado escuchando con comprensión, pero sus ojos pestañearon al oír mis últimas palabras. -No digas eso. -Ya lo sé. Es caer en la autocompasión, y me niego. Pero ¿te acuerdas de lo que dijiste antes en la gala? ¿Lo de que buscaba el amor desesperadamente? Tienes razón. -Me tembló la barbilla. Parecerá una locura, pero había algo en el hecho de estar refugiada en un rincón de un restaurante cualquiera, delante de un hombre al que creía que no le caía bien hasta hace unas horas, que me hizo verbalizar mis pensamientos más oscuros-. Mi madre intentó matarme. Mi padre apenas me presta atención. Se supone que los padres tienen que ser la mayor fuente de amor en la vida de sus hijos, pero... -Una lágrima me resbaló por la mejilla y se me quebró la voz-. No sé qué hice mal. Quizás si me hubiera esforzado más para ser una buena hija...-Basta. -Alex me agarró la mano sobre la mesa-. No te culpes por las cagadas de los demás. -Intento no hacerlo, pero... -Otro suspiro tembloroso-. Por eso me dolió tanto que Liam me engañara. No estaba enamorada de él de verdad, así que no me rompió el corazón, pero fue otra persona más que debía quererme y no lo hizo. Me dolía el pecho. Si yo no era el problema, ¿por qué me seguía ocurriendo aquello? Había intentado ser una buena persona. Una buena hija, una buena novia... Pero daba igual cuánto me esforzara, al final siempre me hacían daño. Tenía a Josh y a mis amigas, pero había mucha diferencia entre el amor platónico y los fuertes lazos que unen a una persona con sus padres o con su pareja. Por lo menos, eso creía yo. -Liam es un idiota y un gilipollas -sentenció Alex-. Si dejas que personas así determinen tu valor, nunca llegarás más alto de lo que te permite su limitada imaginación. -Se inclinó hacia atrás, con expresión intensa-. No tienes que esforzarte para que la gente te quiera, Ava. El amor no se gana, se recibe. El corazón me dio un vuelco en el pecho. -Pensaba que no creías en el amor. -¿Personalmente? No. Pero el amor es como el dinero. Su valor lo determinan aquellos que creen en él. Y tú, obviamente, crees en él. Era una manera cínica de verlo muy propia de Alex, pero apreciaba su franqueza. -Gracias -dije-. Por escucharme y por... todo.Me soltó la mano y yo cerré el puño para atrapar su calor. -Si realmente quieres darme las gracias, apúntate a clases de krav magá. -Alex levantó una ceja y yo me reí con suavidad, agradecida por el respiro. Había sido una noche dura. -Vale, pero tendrás que posar para mi cámara. La idea se me acababa de ocurrir espontáneamente, pero cuanto más pensaba en ella, más me daba cuenta de que no había nadie a quien deseara fotografiar más que a Alex. Quería descubrir esas capas y revelar el fuego que sabía que albergaba su pecho helado. Alex suspiró profundamente. -Estás negociando conmigo. -Sí -dije mientras contenía el aliento, esperando, rezando... -Vale. Una sesión. No pude reprimir la sonrisa. Tenía razón. Alex Volkov tenía un corazón lleno de capas.

Twisted Love - Ana Huang Donde viven las historias. Descúbrelo ahora