CAPÍTULO 15

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Ava

Durante días le di mil vueltas a si la sesión con Alex debía ser en un estudio o al aire libre. Me tomaba las sesiones con mucha seriedad, pero esta era diferente. Más íntima. Más... decisiva, como si tuviera el poder de cambiar algo en mí, y no solo porque quizás lo incluyera en el porfolio de la solicitud de la beca World Youth Photography. Tendría a Alex Volkov solo para mí durante dos horas, y no quería desperdiciar ni un solo segundo. Al final decidí hacerle fotos de estudio. Alquilé el espacio de la facultad de fotografía de la universidad y esperé a que llegara, con el pulso desbocado. Estaba más nerviosa de lo debido, pero quizás tenía que ver con el sueño salvajemente inadecuado que había tenido la noche anterior. El sueño me incluía a mí y a Alex en posiciones que dejarían boquiabierto a cualquier acróbata. Incluso ahora me ruborizaba al recordarlo. Para mantener a raya las imágenes eróticas no solicitadas, me puse a trastear con la cámara y a mirar porla ventana, donde se empezaban a atisbar los primeros retazos del otoño en los árboles y las hojas se arremolinaban perezosamente a cada golpe de viento. El aire era de un fuego rojo, amarillo, naranja. Un marcador físico de la transición de los felices días del verano a la belleza helada del invierno. Era septiembre, pero soplaba un viento distinto en un remolino deliciosamente especiado y seductor. Alex entró en la sala, con su figura ágil y poderosa enfundada en un conjunto totalmente negro: abrigo negro, pantalón negro, zapatos negros, guantes de cuero negro. Todo contrastaba con la pálida belleza de su cara. Apreté los dedos sobre la cámara. Mi alma creativa empezó a salivar, desesperada por capturar aquel misterio y desnudarlo sobre el papel. Había descubierto que las personas más calladas y reservadas solían ser los mejores modelos de fotografía, porque el ejercicio no requería hablar; solamente sentir. Aquellos que todos los días se guardaban para sí mismos sus emociones sentían y amaban con mayor intensidad; y los mejores fotógrafos eran aquellos capaces de captar cada gota de emoción que emergía y transformarla en algo visceral y emocionante. Universal. Alex y yo no nos saludamos. No hubo más palabras más allá de un breve gesto. En lugar de eso, el aire emanaba silencio mientras se quitaba el abrigo y los guantes. No era un gesto sexual, pero es que todo en él era sexual. La forma en que sus dedos hábiles desabrochaban cada uno de sus botones sin pausa ni duda alguna; la forma en que sus hombros y susbrazos se doblaban bajo la camisa mientras colgaba el abrigo en el gancho de la puerta; la forma en que se movía hacia mí como una pantera acechando a su presa, con los ojos brillantes de sofocante intensidad. Miles de mariposas se me revolvieron en el estómago y me hicieron apretar aún más fuerte la cámara de fotos, mientras trataba de no echarme atrás ni ponerme a temblar. Un calor líquido se me acumuló en el estómago, y cada centímetro de mi cuerpo se convirtió en una terminación nerviosa hipersensible que latía de excitación. No me había ni tocado, y ya estaba tan excitada que me puse a temblar. No sabía que eso era posible más allá de las novelas románticas o las películas. Sus ojos verdes emitieron un destello, como si supiera exactamente lo que me estaba provocando. La dureza de mis pezones debajo del grueso jersey, la humedad de mi entrepierna. Las ganas que tenía de devorarlo, de derramarme entre las grietas de su alma para que no estuviera solo nunca más. -¿Dónde me quieres? -Su voz sonó rasgada por primera vez desde que lo conocí, transformando su tono claro y autoritario en algo más oscuro. Más pecaminoso. ¿Que dónde lo quería? Por todas partes. Encima de mí. Debajo de mí. Dentro de mí. Me lamí los labios, súbitamente secos. La mirada de Alex bajó a mi boca y mi cuerpo se estremeció. No. No era una colegiala en una cita. Era una profesional. Esto era profesional. Una sesión de retrato con un modelo, al igual que tantas otras sesiones que había hecho antes.Claro que al resto de mis modelos no había querido empujarlos contra el suelo y cabalgarlos hasta el fin de los tiempos, pero ese era un detalle sin importancia. -Eh..., aquí está bien -grazné, señalando hacia el taburete que había colocado sobre un fondo blanco. Había preparado un decorado sencillo. No quería que Alex se distrajera con nada. Su presencia anulaba todo a su alrededor hasta que él era lo único que quedaba en pie. Se sentó ágilmente en el taburete mientras yo revisaba la configuración de la cámara y tiraba algunas fotos de prueba. Incluso sin posar, sus fotos llenaban la pantalla, como si sus increíbles facciones y sus ojos estuvieran hechos para ser fotografiados. Contuve mi descarada lujuria y me pasé la hora siguiente intentando sacarlo de su caparazón, colocándolo en varias posturas y pidiéndole que se relajara. No estaba segura de que Alex entendiera el significado de esa palabra. Las fotos que había sacado hasta el momento eran muy bonitas, pero les faltaba emoción. Sin emoción, una foto bonita solo es una foto. Intenté que se abriera con una charla distendida, y le hablé de todo, desde el tiempo hasta las últimas noticias de Josh o los temas del día, pero permaneció distante y moderado. Probé con una táctica distinta. -Cuéntame tu recuerdo más feliz. Alex apretó los labios. -Creía que era una sesión de fotos, no de terapia.-Si fuera una sesión de terapia te cobraría quinientos euros por hora -dije de broma. -Tienes un concepto un poco inflado de tu valor como terapeuta. -Si no te puedes permitir mis servicios, dímelo. - Disparé unas cuantas fotos más. Por fin. Una señal de vida. El aire se llenó con el clic y el zumbido del obturador. -Cariño, podría tenerte con un chasquido de dedos y no tendría que gastarme ni un centavo. Bajé la cámara y me quedé mirándolo. -¿Qué quieres decir con eso? Una pequeña sonrisa asomó en la comisura de la boca de Alex. -Significa que me deseas. Se te ve en la cara. Se me tensaron los muslos y la piel se me puso tan caliente que por poco me convierto en un montón de ceniza en el suelo. -¿Quién tiene ahora un concepto inflado de sí mismo? - intenté decir con el corazón a mil por hora. Alex nunca me había dicho nada tan directo. Normalmente ocultaba cualquier tipo de atracción entre nosotros, pero ahí estaba, diciendo que yo lo deseaba. Tenía razón, pero aun así. Alex se inclinó hacia delante y entrelazó las manos relajadamente. Con agilidad, pero también alerta. Esperando a que cayera en su trampa. -Dime que no es verdad. Me volví a chupar los labios. Tenía la garganta seca y su mirada clavada en mi boca. Ese sutil pero inconfundiblegesto me dio confianza para decir algo que no habría tenido el valor de decir de otro modo. -Es verdad. -Estuve a punto de sonreír al ver su cara de sorpresa. No se esperaba que fuera tan sincera-. Pero tú también me deseas. La pregunta es: ¿te da miedo admitirlo? Alex bajó las cejas gruesas y oscuras. -No me da miedo nada. Mentira. Puede que un mes antes me lo hubiera creído, pero ahora lo conocía mejor. Todo el mundo tiene miedo de algo; eso es lo que nos hace humanos. Y Alex Volkov (para todo el control y el poder que tenía) era también maravillosa, terrible y dolorosamente humano. -Eso no responde a mi pregunta. -Me acerqué a él, con la cámara balanceándose de la correa que llevaba alrededor del cuello. No se movió ni un milímetro, ni siquiera cuando le pasé los dedos por la mandíbula-. Admite que también me deseas. No estaba segura de dónde había salido aquella osadía. Yo no era Jules. Yo siempre esperaba a que los chicos me pidieran salir, en parte por miedo al rechazo y en parte porque era muy tímida para mover ficha primero. Pero tenía la impresión de que si esperaba a Alex, quizás tendría que esperar toda la eternidad. Era hora de tomar cartas en el asunto. -Si te deseara, ya te habría conseguido -dijo Alex con una suavidad letal. -A menos que estés aterrado. Estaba jugando con fuego, pero lo prefería a quedarme esperando de pie en medio del frío.Me puse rígida cuando Alex me pasó los dedos por el cuello y por el hombro. Sus labios esbozaron una sonrisa burlona. -¿Estás nerviosa? Creía que era esto lo que querías - tanteó. Bajó la mano un poco más, cerca de la curva de mi pecho. Los lagos helados de sus ojos se derritieron, dejando ver un infierno que me abrasó de la cabeza a los pies. La cabeza me daba vueltas. Tenía los pezones duros como piedras y el pulso me retumbaba por cada centímetro del cuerpo. De alguna forma, eso era peor que el hecho de que no me tocara donde más me dolía; la expectación me agudizaba los sentidos, y en la piel sentía un cosquilleo fantasma. -Yo no he dicho eso -susurré. Oh, Dios, qué vergüenza. ¿En qué estaba pensando? Yo no era ninguna femme fatale o... una... lo que quiera que se pareciera a una femme fatale. Era incapaz de pensar con claridad. Alex acarició mi pecho con el dedo pulgar y se me escapó un gemido. Un gemido. Por una caricia que había durado menos de dos segundos. Me quería morir. Se le dilataron las pupilas hasta que sus iris verdes se convirtieron en eclipses rodeados de un fuego jade. Retiró la mano y una brisa fresca sustituyó al calor de su tacto. -Termina la sesión de fotos, Ava. -La dureza de su voz me arañó la piel. -¿Qué? -Estaba demasiado estupefacta por el repentino cambio en la atmósfera como para procesar sus palabras.-La sesión. Termínala -dijo secamente-. A menos que quieras empezar algo que no estás lista para acabar. -La... -La sesión. Cierto. Me tambaleé hacia atrás y traté de volver a concentrarme en la tarea que tenía entre manos. Alex se sentó con la espalda recta y la expresión dura mientras yo lo rodeaba y lo capturaba desde todos los ángulos posibles. Tan solo el rumor del climatizador rompía el silencio. -Vale. Hemos terminado -dije después de veinte minutos de insoportable silencio-. Gracias... Alex se levantó, cogió el abrigo y se fue sin decir palabra. -Por hacer esto -terminé, y mis palabras reverberaron en la sala vacía. Dejé escapar un profundo suspiro. Alex era la persona más volátil que había conocido. Tan pronto era amable y protector, como cerrado y distante. Eché un vistazo a las fotos, con curiosidad por ver cómo habían quedado. Oh. Vaya. Las emociones de Alex habían impregnado la pantalla después de nuestra... interacción, y sí, la mayoría eran de enfado, pero el enfado a él le sentaba mejor que la alegría a cualquier otra persona. La forma en la que las sombras abrazaban los marcados ángulos de sus cejas, el destello de sus ojos, la estructura de su mandíbula... Probablemente eran las mejores fotos que había tomado nunca. Me paré en una de las últimas, y me dio un vuelco al corazón. En ese momento estaba tan preocupada por mis respuestas que no había prestado atención, pero ahora loveía claro como el agua. Un deseo feroz inundaba el rostro de Alex mientras me miraba, y sus ojos lanzaban fuego a través de la cámara y directamente a mi alma. Era la única foto en la que tenía esa expresión, por lo que debió de ser un desliz momentáneo por su parte. La máscara se le había caído, solo por unos pocos segundos. Pero lo cierto era que incluso unos pocos segundos podían cambiar la vida de alguien. Mientras apagaba la cámara y guardaba el equipo con las manos temblorosas, no pude evitar sentir que la mía acababa de cambiar para siempre.

Twisted Love - Ana Huang Donde viven las historias. Descúbrelo ahora