Capítulo 16: Sagittario

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He estado todo el fin de semana tirada en la cama y ese iba a ser mi plan durante los siguientes días como no se me presentara algo mejor. Salir del bar a las seis de la mañana no ayuda mucho, Josh se levanta medianamente pronto y empieza enseguida con sus lecciones de aerobic. Eran las nueve de la mañana y yo sólo había dormido dos horas y media cuando abrí la puerta de mala gana y fui bufando hasta la cocina para prepararme una buena taza de café solo con hielo.

-Un, dos, un, dos, un, dos... -Repetía una y otra vez Josh al levantar las piernas con intención de imitar los ejercicios de la mujer bastante tonificada de la televisión. Josh llevaba unos pantalones cortos amarillos, una camiseta de tirantes anchos apretada de color azul y unas Nike blancas con calentadores en ambas piernas. No le faltaba la banda rosa en la frente para que el flequillo no se le viniera a la cara ni las muñequeras a juego.

Me llevé las manos al pelo y lo eché hacia atrás, planeando de qué manera decirle que no hiciera ruido cuando yo había trabajado toda la noche. Cogí mi taza de café, introduje un par de hielos y fui al salón.

La mujer de la televisión había cambiado sus ejercicios y ahora estaba dando saltos cual canguro retrasado.

-Y tres y cuatro, y tres y cuatro... Ay la minga dominga como sudo.- Paró un instante para coger la toalla que estaba descansando sobre la silla. Ni si quiera se había enterado de mi presencia. Me apoyé en el sofá, llevé la taza a los labios y le seguí observando como hacía esos ridículos ejercicios de mierda del canal "Vida Sana". En realidad era gracioso porque sus quejas no eran como las de un chico hetero, estas estaban cargadas de "ay, jopelines" y "caramba, no sale hacer esto. Santa mierda". Poco entendía cuando se quejaba en español pero seguía siendo igualmente gracioso.

-¡Ay, pero niña, cómo quieres que me abra de piernas con una morcilla entre ellas!

Y casi se me escapa todo el café de la boca directo a la taza. Supe recomponerme y seguir en mi modo fantasma. Una de las condiciones de ser un demonio, ya sea de mi familia, los Dariel, o de la familia de los Barlam, es la posibilidad que tenemos de no hacer ni un solo ruido. Podemos ser muy sigilosos si nos lo proponemos. Esta condición es muy usada por los demonios Barlam ya que se pueden acercar a sus víctimas humanas sin ser vistos o sin sentirles... pero apenas funcionaba con los demonios, sólo con los más débiles o los más despistados. A esos... bueno, a esos lograban hacerlos picadillo en un abrir y cerrar de ojos.

Josh cogió la toalla de nuevo y apagó la televisión dada por finalizada la sesión de ejercicio de hoy. Se estiró varias veces e hizo amago de mirar entre la rendija de la puerta de mi habitación.

-¿Es que no tienes otra puta cosa mejor que hacer un puto sábado por la mañana?- Dije con voz neutral y rompiendo el silencio sepulcral que se había instalado en el salón tras haber apagado la televisión. Volví a llevarme la taza a los labios.

-¡LA RE CONCHA DE TU MADRE, NAYRA. VOS NO SABÉS DECIR LAS COSAS DESPACITO, CHIQUITA!- Josh se pegó un rebote y se dio la vuelta con sudores cayendo de su frente. Mi semblante no había cambiado, le miré con cara de pocos amigos.

-No sé lo que me habrás dicho pero supongo que guapa no. Josh, ¿no sabes que yo trabajo casi todas las putas noches y necesito dormir?

Aunque en parte eso era mentira, los demonios sólo necesitábamos un par de horas, como mucho tres, pero nuestra condición de humanos nos obligaba a mantener nuestro cuerpo y todo cuerpo humano tiene necesidades.

-¿Hacía falta darme ese susto? Eres jodidamente sigilosa, cabrona. Algún día me moriré de un paro cardíaco y se preguntarán por qué. Bueno, Nayra tiene la respuesta. -Bufó y yo sonreí de lado. Dejé la taza a un lado y me crucé de brazos.

Inside Demons [Ashton Irwin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora