Capítulo 6

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Unos ruidos me despertaron en mitad de la noche. Sabía que no podía ser John B, ya que lo había oído de llegar hacía un buen rato. Los sonidos venían de la ventana de mi cuarto, como si alguien estuviera intentando forzarla.

Me levanté de la cama y me quedé junto a la ventana, pegada a la cortina. Cuando el intruso entró, no tuve tiempo de reaccionar. Me tapó la boca con una mano para evitar que gritara y me empujó contra la pared, inmovilizándome con su cuerpo.

-Shhhhh, no grites princesa. Soy yo.- susurró.
Cuando reconocí la voz de JJ, todo mi cuerpo se relajó de inmediato.

Me giré para enfrentarlo, tratando de entender que narices hacía colándose por mi ventana, en mi habitación. Pero cuando vi su rostro, me quedé petrificada.

-Dios mío... JJ, ¿pero, qué?- me lleve la mano a la boca incapaz de contener la sorpresa. No podía creer lo que estaba viendo.

JJ tenía el labio completamente partido, la sangre le corría desde una ceja, y, para colmo tenía moretones en el cuello e incluso por la mandíbula

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JJ tenía el labio completamente partido, la sangre le corría desde una ceja, y, para colmo tenía moretones en el cuello e incluso por la mandíbula. Estaba lleno de cardenales.

-No sabía a dónde ir... yo... lo siento.- me dijo, evitando mi mirada, avergonzado de mostrarme su vulnerabilidad.

-¿Quieres que avise a John B? Seguro que él sabrá qué hacer.-JJ me interrumpió rápidamente antes de que pudiera terminar la frase.

-No, no le despiertes a estas horas por una tontería. Está bien, solo... me iré a dormir al sofá. Vuelve a la cama, no quería molestarte. Pero la puerta del porche estaba cerrada.-dijo, dirigiéndose a la puerta. Sin embargo, me interpuse entre él y la salida de mi cuarto.

-Espera aquí, ahora vuelvo

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-Espera aquí, ahora vuelvo. Siéntate, no tardo nada.- le dije, saliendo de mi habitación y caminando de puntillas por el pasillo hasta llegar al baño. Busqué agua oxigenada y unas gasas de algodón.

Cuando volví a mi cuarto, JJ estaba sentado a los pies de mi cama, con la mirada perdida. Al verme entrar, sus ojos se iluminaron, pero detrás de esa expresión había un dolor punzante que hasta yo podía sentir.

Corazones en la marea | JJ MaybankDonde viven las historias. Descúbrelo ahora