El viaje por el sendero que atravesaba el espeso bosque parecía no tener fin. Los árboles, gigantescos y frondosos, se alzaban sobre ellos, dejando apenas pasar los rayos del sol. Las plantas que cubrían el suelo eran de colores que Elías nunca había visto, mezclándose en una variedad de matices que iban del verde brillante al violeta intenso. Flores que parecían respirar, hojas que emitían destellos de luz y musgos que crujían bajo los pies como si estuvieran vivos. Era un paisaje mágico, pero también sombrío, lleno de belleza y misterio, lo que lo hacía aún más inquietante.
Elías marchaba junto a Ilyana, que caminaba al frente con una postura segura, y las demás sacerdotisas, quienes le ofrecían sonrisas tímidas de vez en cuando. El viaje era largo; tomarían unos cuatro días para llegar a su destino, ya que, al no contar con escobas como las brujas, debían avanzar a pie, cargando con provisiones y equipo. El viento, aunque suave, parecía arrastrar consigo las voces susurrantes del bosque, y Elías no podía evitar sentir que algo observaba desde las sombras.
En el tercer día de viaje, cuando la tarde comenzaba a caer, llegaron a un claro cerca de un riachuelo que murmuraba suavemente. El lugar era perfecto para montar campamento, y el grupo decidió establecerse allí para descansar. Las sacerdotisas se pusieron rápidamente a trabajar: una de ellas, cuyo nombre era Sera, de cabello rubio y trenzado, comenzó a encender la fogata mientras sus compañeras ayudaban a montar las tiendas. Alia, una sacerdotisa de piel oscura y ojos brillantes, fue la encargada de organizar los suministros, y Lira, con sus cabellos castaños y su mirada dulce, se encargaba de preparar una simple comida con lo que quedaba de las provisiones.
Elías, mientras tanto, se sentó al borde del campamento, observando el fuego que chisporroteaba mientras el capitán de los caballeros, Garrik, se mantenía alerta. Aunque no lo mostraba, Elías sabía que el capitán estaba siempre en guardia, dispuesto a proteger al grupo de cualquier amenaza. Garrik no hablaba mucho durante estos días de viaje; su presencia era sólida y confiable, y su silencia tan pesada como el acero de su espada.
Esa noche, cuando todos se reunieron alrededor de la fogata y compartieron la comida simple pero reconfortante, las sacerdotisas, especialmente las más jóvenes, comenzaron a hacer preguntas a Elías. No lo hacían con malicia, pero su curiosidad y falta de filtros la hacían sentir incómodo.
—Entonces, Kaira, ¿cómo te sientes ahora siendo… bueno, una mujer? —preguntó Alia con una sonrisa traviesa, haciendo que las otras sacerdotisas se rieran suavemente.
—Sí, ¿te has acostumbrado a ser tan elegante todo el tiempo? —añadió Lira, inclinándose un poco hacia él y levantando una ceja juguetonamente.
Elías, aún tratando de adaptarse a su nuevo cuerpo y todo lo que implicaba, se sintió incómodo. Sabía que estas bromas venían de un lugar de curiosidad, pero no podía evitar sonrojarse. Las sacerdotisas eran jóvenes, todas de distintas edades, pero sus miradas brillaban de emoción, ansiosas por conocer más sobre el otro mundo del que Elías hablaba.
—Pues… no es fácil —respondió, intentando no parecer demasiado incómodo. Se llevó un trozo de pan a la boca y evitó mirarlas directamente.
—¿De verdad no te molesta? —preguntó Sera, con una sonrisa inocente—. Porque, ya sabes, ser una mujer parece bastante divertido. ¡Con todo ese misterio y belleza!
Elías suspiró internamente, sabiendo que sus respuestas no iban a ser lo que esperaban. En su mundo, las preguntas de este tipo no se hacían tan abiertamente. Sin embargo, los chistes continuaron.
—No te preocupes, Elías… —dijo Lira—, seguro que con un poco de tiempo estarás tan cómodo usando esos vestidos como cualquier otra sacerdotisa. ¿Quizá más cómoda que algunas de nosotras?
Las risas se incrementaron, y Elías pudo ver cómo la figura del capitán Garrik permanecía en silencio, comiendo de su plato con expresión imperturbable. Parecía haber presenciado más de una de esas bromas antes, y no estaba dispuesto a involucrarse en la conversación. En algún punto, Elías también notó que el capitán había empezado a observar a las sacerdotisas con una mirada que oscilaba entre la indiferencia y la ligera diversión, como si el viaje fuera solo una rutina más.
La conversación giró sobre el otro mundo de Elías, y una de las sacerdotisas más jóvenes, Alia, preguntó con gran curiosidad:
—¿Es cierto que en tu mundo hay máquinas que vuelan por el aire? ¿Y que las personas ya no tienen que caminar para ir de un lugar a otro?
Elías se echó atrás un poco, sorprendido por lo bien informadas que estaban sobre su mundo, aunque todo sonaba un poco fantástico para él.
—Sí… —respondió, algo dubitativo—. En mi mundo hay grandes edificios, y los vehículos vuelan, las máquinas hacen todo el trabajo y las personas tienen más comodidades de las que podríais imaginar aquí. Pero, todo esto es algo… complicado. La tecnología no siempre resuelve los problemas, ¿saben?
Las sacerdotisas lo miraron asombradas, y por un momento, el campamento quedó en silencio, con solo el sonido del riachuelo y el crujido del fuego llenando el aire.
—¡Qué increíble! —dijo Sera, mirando al fuego pensativa—. Me pregunto si alguna vez podremos crear algo así aquí, con la magia. ¡Magia y tecnología! Sería el sueño de cualquier hechicera.
Elías sonrió amargamente ante esa idea. Sabía que las cosas no eran tan sencillas, pero aún así, no podía evitar sentirse un poco apenado por las bromas sobre su cuerpo y sus cambios. No eran malintencionadas, pero en ese momento, todo lo relacionado con ser Kaira le parecía una carga difícil de manejar.
—¿Y entonces qué? ¿Es todo tan diferente allá? —preguntó Alia, con una mirada perspicaz. — ¿No te molesta ser ahora… una mujer? ¿No extrañas tu mundo?
Elías pensó por un momento y, al final, asintió.
—Sí, a veces lo extraño. Pero sé que tengo que concentrarme en lo que viene ahora… porque hay algo más grande en juego que mis propios sentimientos. Hay muchas vidas en riesgo. Y tenemos una misión que cumplir.
Las sacerdotisas se callaron, respetando su seriedad por una vez. Elías notó que, a pesar de las bromas y las preguntas, las sacerdotisas se preocupaban por él. Mientras tanto, el capitán Garrik terminó su comida en silencio, como siempre, y luego se levantó para patrullar el campamento. No dijo nada, pero su presencia firme era reconfortante.
Esa noche, mientras Elías se preparaba para dormir, sentía una mezcla de emociones. No solo debía aprender a dominar los poderes que ahora poseía, sino que debía guiar a sus nuevos aliados a través de peligros aún mayores. Y en ese mundo extraño, donde las risas y las bromas se mezclaban con la gravedad de la situación, Elías se sintió más solo que nunca.
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En el eco de los sueños
Science FictionSigue a Elias, un joven atrapado en su vida diaria que descubre que cada vez que duerme, su alma viaja a otros universos. En cada sueño asume un nuevo cuerpo. A medida que exploras estos mundos desconocidos, encontrarás desafíos y criaturas extrañas...