Ni las decisiones de sus padres pudieron separar el amor que unía a Shoto y Gea en su juventud. Años después, el destino los vuelve a cruzar en circunstancias inesperadas.
Trabajando en la empresa de uno de los mejores héroes, se encuentra cara a ca...
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G E A
Escuchaba a mi hermana de un lado a otro, mientras Shin reía entretenido con los gemelos, coloqué temblorosa el último rollo de sushi en la mesa, tal vez me excedí un poco.
Pero tener a Shoto con mi familia me ponía los nervios de punta, no sabía qué pasaba por la mente de Tsubaki o Shin, pero no sería nada bueno, no quería nada como interrogarlo al extremo o amenazas por parte de mi hermana.
Pero ambos tenían un aura extrañamente calmada, cuando mi hermana llegó a mi lado a sacar el pastel que terminaba de hornear, el timbre sonó.
Limpié mis manos con el delantal y lancé una mirada a Tsubaki, quien, lejos de mostrar la ansiedad que yo sentía, parecía completamente relajada mientras colocaba el pastel sobre la encimera.
—Ve tú. —dijo con una sonrisa, aunque su tono era más una orden disfrazada.
Me armé de valor y caminé hacia la puerta, sintiendo los ojos de mi hermana y Shin clavados en mi espalda. No quería que esto se convirtiera en una escena incómoda para todos.
Abrí la puerta y allí estaba él, impecable como siempre, con su expresión tranquila que no revelaba ningún tipo de nerviosismo. Shoto llevaba un ramo de flores en la mano, y su presencia parecía llenar todo el espacio de la entrada.
—Hola. —dijo, su voz suave pero firme, mientras me extendía el ramo.
—Oh, gracias... no tenías que traer esto. —acepté las flores, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas. —Pasa, por favor. —lo invité a entrar, moviéndome a un lado.
—¡Hola, es bueno volver a verte! —Shin caminó a mi lado, estrechando alegremente su mano con la del medio albino.
Shoto aceptó el apretón de manos con tranquilidad. —Gracias por invitarme. Es un placer estar aquí.
—¡Papá! —detrás de mi cuñado, los niños llegaron corriendo, abalanzándose sobre su padre.
Él se agachó y aceptó gustoso los abrazos que le proporcionaron sus hijos, que no esperaron para comenzar a hablar sobre la mañana y caricaturas.