Ava
Todos los años mi familia celebraba Acción de Gracias con un toque chino. En lugar de pavo y puré de patatas, comíamos pato asado, arroz, dumplings y sopa de pescado. En cuanto a la comida, este año sería igual, pero sin Josh la cena había consistido en dos horas de silencio incómodo. Alex y mi padre habían hablado un poco de fútbol y trabajo, pero ya está. Mi padre parecía estresado por algo de la oficina. Estaba más molesto de lo habitual.
También sospechaba que a mi padre no le caía muy bien Alex. Era raro, teniendo en cuenta que su debilidad era la gente inteligente y exitosa, y Alex era inteligente y exitoso como el que más. Siempre lo había atribuido al hecho de que Alex no era tan pelota como les gustaba a los padres chinos; no solía regalar elogios. Además, estaba segura al noventa por ciento de que mi padre sabía que había pasado algo entre nosotros, aunque no dijera nada.
-Lo sabe -le susurré cuando mi padre se fue al baño-. Te lo juro, lo sabe.
-No lo sabe. Incluso si lo supiera, no tiene pruebas y no le dirá nada a Josh -dijo Alex-. Tranquila. Es tu finde libre.
-No hay findes libres para los estudiantes.
Aunque fuera fiesta, tenía que estudiar para los exámenes y terminar la solicitud de la beca. Lo tenía todo excepto algunos párrafos de la memoria personal. Había incluido en el porfolio las fotos que le hice a Alex, aunque aún no se lo había dicho. Eran las mejores que había hecho en mi vida, pero no quería decir nada hasta no recibir respuesta del comité del World Youth Photography. No quería gafarlo.
-Qué pena que no vayamos a dormir juntos. -A Alex le brillaron los ojos-. Te ayudaría a aliviar el estrés.
Me reí.
-¿Solo piensas en eso?
Yo tampoco pensaba muy diferente. También quería dormir con Alex, especialmente ahí, en esa casa, donde las pesadillas siempre eran más oscuras. Pero como mi padre no sabía que estábamos juntos, Alex se quedaría en la habitación de invitados.
-Solo cuando te tengo cerca. -Así como mi padre parecía más estresado, Alex estaba más relajado aquellos días. Sonreía, reía... Incluso hacía algún chiste de vez en cuando. Me gustaba pensar que había tenido algo que ver en su cambio de humor. Seguía yendo a entrenar krav magá con Ralph, y dando clases de natación con Alex (ya me daban menos ataques de pánico que al principio) y después de todo lo que me había ayudado, quería ayudarlo yo también a él. Era invencible e inalterable, pero todo el mundo, fuerte o débil, necesita cuidados y atención.
-Alex Volkov, ¿cuándo te has vuelto tan cursi? -me burlé
Dejó escapar un gruñido juguetón y me tocó la mano justo cuando mi padre volvía al comedor. Nos pusimos serios y mantuvimos las distancias el resto de la noche, pero mi padre levantó las cejas y confirmó mis sospechas. Lo sabía
No podía respirar. La mano me apretaba el cuello y yo agité los brazos y las piernas, desesperada por escapar.
-Para -intenté decir-. Para, por favor. Pero no podía. La mano me apretaba demasiado fuerte. Las lágrimas me nublaron la vista. Se me llenó la nariz de mocos.
Me estaba muriendo. Muriendo... Muriendo...
Me desperté con un grito ahogado. Se me resbalaron del cuerpo las sábanas empapadas y miré alrededor con pavor, convencida de que había un intruso en mi cuarto. En los rincones se concentraban profundas sombras, y los destellos pálidos e inquietantes de la medianoche se filtraban por las cortinas de raso que colgaban de la ventana
Pero no había ningún intruso.
-Era un sueño -susurré, mi voz sonó como un disparo en el silencio-. Solo era un sueño.
Uno diferente de los que solía tener. No estaba bajo el agua. No gritaba. Pero estaba aterrada, más de lo que había estado en mucho mucho tiempo.
Porque mis sueños nunca eran solo sueños, sino recuerdos.
Siempre había tenido los peores sueños en casa. Quizás por el lago que había allí. Era un lago distinto al que había en casa de mi madre antes de que muriera, pero era un lago, al fin y al cabo.
Ojalá a mi familia no le gustaran tanto los lagos. Miré el reloj digital y los fríos dedos del miedo me arañaron la columna cuando vi la hora que era. 4:44 de la madrugada. Otra vez.
Quería echar a correr por el pasillo y lanzarme a los brazos de Alex. Con él me sentía segura. Incluso mis pesadillas habían disminuido su frecuencia e intensidad desde que habíamos empezado a dormir juntos todas las noches: yo acurrucada junto a él, rodeada por sus brazos en un abrazo protector. Por una parte quería que se curara del insomnio y que estuviera en paz y disfrutara del descanso que se merecía cada noche, pero a una pequeña parte de mí le gustaba que estuviera despierto para vigilarme en las largas horas entre el atardecer y el amanecer.
Probablemente estaba despierto, pero me obligué a mí misma a quedarme quieta por si acaso no lo estaba. No quería arriesgarme a interrumpir las dos o tres preciosas horas de sueño que dormía cada noche.
Me volví a arropar con las sábanas y traté de dormirme otra vez, pero me picaba todo el cuerpo y algo me llamaba más allá de las paredes. Me resistí todo el tiempo que pude hasta que la noche dio paso al día. 7:02. Una hora más respetable para levantarse que las 4:44.
Me puse una camiseta y un pantalón de chándal, me enfundé los pies en unas botas blanditas y recorrí la casa de puntillas hasta el patio. El aire olía fresco y fértil, y una neblina cubría la superficie del lago, impregnándolo todo de misterio.
El cuerpo me empezó a picar más aún. La llamada hizo más fuerte.
Caminé hacia el lago, con el crujido de las botas sobre la grava de la zona de la barbacoa que mi padre había instalado para las reuniones de verano. Gotas de rocío salpicaban los muebles de madera, y el grill de carbón parecía triste y solitario, puesto que llevaba sin usarse desde el Día de los Caídos, en mayo. Mi aliento creaba nubes de vaho en el aire. Hacía más frío de lo que creía, pero no me detuve hasta que llegué al borde del lago, lo suficientemente cerca como para oler la tierra húmeda a mis pies.
Era la primera vez que recordaba haberme acercado a aquel lago.
De pequeña siempre me había mantenido alejada, y solo había llegado hasta la zona de la barbacoa. Incluso allí, me ponía tan nerviosa que solía excusarme en mitad de las fiestas para irme corriendo al baño e intentar recuperar el control de mí misma.
No estaba segura de qué me había arrastrado hasta allí esa mañana, pero el canto de sirena del lago me había envuelto, atrayéndome hacia sí, como si quisiera contarme un secreto que no quería que oyera nadie más.Ya soportaba mejor el agua gracias a mis clases con Alex, pero aún sentía un temblor de inquietud que se me agarraba en el pecho cada vez que pensaba en la gran masa de agua que tenía delante de mí. Respira hondo. Estás bien. Estás en tierra firme. El lago no va a subir el nivel de agua ni te va a arrastrar. A lo lejos saltó la alarma de un coche y me estremecí, olvidando de golpe todas las técnicas de relajación mientras daba rienda suelta a mis pesadillas a plena luz del día.
Recogí otra piedra del suelo. Era suave y plana, de las que hacían las ondas más bonitas. Arqueé el brazo para lanzarla, pero me vino un olor a flores (el perfume de mamá) que llamó mi atención. Con la distracción, la piedra se me cayó al suelo, pero no me importó. ¡Mamá había vuelto! Ahora podíamos jugar. Me di la vuelta con una enorme sonrisa con un hueco en medio, pero solo me dio tiempo a esbozar la mitad de la sonrisa antes de que me empujara. Salí despedida y caí, caí, caí desde el borde del muelle hasta que el agua me envolvió, tragándose mi grito.
-¿Ava? -la voz preocupada de mi padre irrumpió en mi confusión-. ¿Qué haces aquí fuera?
Se me había olvidado. Venía todas las mañanas a hacer ejercicio, lloviera o hiciera sol. religiosamente con su rutina diaria.
Siempre cumplía Me di la vuelta, tratando de escapar de las imágenes que estallaban en mi cerebro, pero no paraban. Antiguas pesadillas. Nuevas revelaciones.
No. No, no, nononononono. El anillo dorado de mi padre me deslumbró, y le vi lacara.
Y grité.
Que capitulo 💔💔💔 mi Ava
ESTÁS LEYENDO
Twisted Love - Ana Huang
RomanceHOLI LES PASO LA HISTORIA DE AVA Y ALEX VOLKOV DERECHOS DE AUTOR A @ANAHUANG