La cosecha

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Capítulo 1: La cosecha

"Luchar es mi único camino, pero no siempre me garantiza ganar."

El sol despuntaba con timidez sobre los campos del Distrito 11, tiñendo las hojas de los árboles con tonos dorados. El aire fresco de la mañana no lograba aliviar la opresión que se sentía en el ambiente. Cada paso que Dahlia Hawthorne daba sobre la tierra húmeda del bosque era silencioso, metódico. Llevaba el arco colgado al hombro y una flecha lista en su mano. En el Distrito 11, las palabras "día de la cosecha" siempre traían consigo una sombra de desesperanza.

Desde que su padre había muerto, acusado injustamente de colaborar con rebeldes, la vida de Dahlia se reducía a sobrevivir y proteger a su hermano menor, Ash. Con solo doce años, él era lo único que la mantenía en pie, lo único que la obligaba a salir cada día al bosque, aunque estuviera prohibido, y cazar para llenar los platos vacíos que el Capitolio les dejaba como parte de su eterna miseria.

Un sonido a su derecha la hizo detenerse. Las ramas de un arbusto se movieron, delatando la presencia de un ciervo que buscaba alimento. Dahlia tensó la cuerda de su arco con la precisión de alguien que había repetido este movimiento miles de veces. Su respiración se ralentizó mientras apuntaba, y en cuestión de segundos, soltó la flecha. El animal cayó con un sonido sordo.

Se acercó con rapidez, revisando que el disparo fuera limpio. El ciervo era pequeño, pero suficiente para varios días. Lo cargó sobre los hombros y caminó de vuelta hacia la cabaña. No podía permitirse perder más tiempo.

La cabaña que compartía con Ash estaba al borde del bosque, una estructura vieja y desgastada que apenas se mantenía en pie

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La cabaña que compartía con Ash estaba al borde del bosque, una estructura vieja y desgastada que apenas se mantenía en pie. El tejado tenía agujeros que dejaban entrar la lluvia, y las paredes de madera crujían incluso con la brisa más leve. Pero para Dahlia, ese lugar era el único refugio que había conocido.

Ash estaba sentado en el alféizar de la ventana cuando ella llegó. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, y sus ojos seguían el movimiento de las hojas en el aire. Cuando vio a su hermana, se levantó rápidamente y corrió hacia la puerta.

-Lo logré -anunció Dahlia, dejando caer el ciervo sobre la mesa desvencijada.

Ash no habló, pero sus manos comenzaron a moverse con rapidez en el lenguaje de señas que ambos compartían. "Gracias, Dahlia."

Ella sonrió, acariciándole el cabello antes de mirarlo a los ojos.

-Es el día de la cosecha, Ash. Quiero que te quedes aquí, ¿entendido?

Ash frunció el ceño, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y tristeza. Señaló hacia el exterior con un gesto enfático. "No quiero que vayas."

-No tengo opción -respondió ella con suavidad, aunque su voz tenía un peso que no podía ocultar.

Ash bajó la mirada, cruzando los brazos con frustración. Dahlia sabía que no podía tranquilizarlo, pero no había nada que pudiera hacer. El Capitolio no permitía ausencias en la cosecha.

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