actuación

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Capítulo 2:actuación

El aire en el Capitolio era denso y artificial, como si todo estuviera diseñado para sobrecargar los sentidos. Dahlia apenas podía contener el nudo en su estómago.

El Distrito 11 era su hogar, su vida, pero aquí, en el Capitolio, todo lo que conocía parecía insignificante. No era más que una pieza en un juego macabro, y las reglas aún eran inciertas. El viaje en tren había sido largo, pero no más que la agonía de esperar lo que venía.

Cuando llegaron al centro de preparación, la mayoría de los tributos ya estaban allí, organizándose bajo las estrictas miradas de sus estilistas. Elizabeth, como siempre, intentaba poner una sonrisa forzada en su rostro mientras les daba instrucciones.

-¡Muy bien! ¡Al escenario! -gritó, sin mucho entusiasmo, empujándolos hacia el área donde comenzarían las entrevistas.

Dahlia y Caleb se miraron antes de subir. Era el momento de jugar su carta. La estrategia estaba en marcha, y todo lo que necesitaban era actuar.

La sala estaba iluminada por luces cegadoras, y el sonido de las cámaras llenaba el aire con una intensidad que hacía que cada respiración fuera más pesada. Caesar Flickerman, el presentador estrella de las entrevistas, apareció en el escenario, su rostro maquillado brillando con su típica sonrisa amplia y falsa.

-¡Y ahora! ¡Los tributos del Distrito 11! -anunció, haciendo que la multitud vitoreara. Las cámaras se centraron en Dahlia y Caleb, que se encontraban al borde del escenario, esperándolo todo.

Dahlia respiró hondo. Su mente había estado en blanco durante todo el viaje, pero en ese momento, todo comenzó a encajar. Recordó las palabras de Snow: "Si no logras que los patrocinadores se interesen en ti, no sobrevivirás. Haz que se preocupen por ti, por lo que te espera fuera de esta arena."

Cuando su turno llegó, Dahlia caminó con pasos largos y decididos hacia el centro del escenario. Caesar la recibió con una sonrisa exagerada, mirando su atuendo de hojas y ramas entrelazadas.

-¡Ah, Dahlia! ¡Qué impresionante atuendo! ¡Parece que acabas de salir del bosque! ¿Cómo te sientes al estar aquí, en medio de toda esta... gloria? -preguntó Caesar, con un tono teatral.

Dahlia mantuvo la mirada fija en la cámara, su expresión fría pero atractiva. Sabía lo que tenía que hacer.

-Estoy... triste -respondió en voz baja, con una intensidad que sorprendió a la audiencia. No hizo pausa, como si esas palabras fueran lo único real en todo este circo-. Triste porque tengo que dejar a mi hermano atrás, triste porque sé que tal vez no haya mañana. Pero, sobre todo, triste porque a este juego lo he visto demasiadas veces... y sé cómo termina.

La sala quedó en silencio por un segundo, antes de que los murmullos comenzaran. Caesar, sorprendido pero manejando la situación con rapidez, sonrió de nuevo.

-¡Qué fuerte! ¡Qué joven tan valiente! -exclamó, mirando hacia la audiencia, que aplaudió con fuerza.

Dahlia se quedó quieta, su rostro congelado en una expresión de dolor, como si el solo hecho de estar allí fuera una condena. La estrategia estaba funcionando. Ella no era solo una tributo más. Era una víctima, y eso generaba simpatía.

Pero entonces, cuando Caleb subió al escenario, las cosas cambiaron. Él no era como los demás tributos. Su presencia era imponente, su postura firme, su mirada decidida. Pero en ese momento, decidió adoptar una actitud diferente. No era el joven arrogante y confiado que todos esperaban ver.

Caesar lo saludó con entusiasmo, pero Caleb, en lugar de mostrar su habitual encanto, parecía apagado, distante.

-¡Caleb del Distrito 11! ¡Un joven fuerte, claro que sí! ¿Qué opinas de todo esto?

Caleb tomó una profunda respiración, su expresión melancólica. Miró a la multitud antes de responder.

-Esto no es lo que quiero -dijo con voz grave-. No quiero estar aquí. Pero ella está aquí. Y yo... solo quiero que sobreviva. Si eso significa que tengo que sacrificarme, lo haré.

La audiencia se quedó boquiabierta. Nadie esperaba esa respuesta, una que resonó con una sinceridad desgarradora. Los ojos de todos los presentes se fijaron en él, pero Caleb no se movió, como si estuviera esperando que el Capitolio lo devorara.

Caesar, atónito pero brillante en su manejo del momento, se giró hacia él con una sonrisa forzada.

-¡Un trágico amor! ¡Qué increíble! Los dos, juntos, luchando por sobrevivir... ¡Es lo que el Capitolio quiere ver!

La multitud estalló en vítores, y Caleb dejó escapar una ligera sonrisa, aunque sabía que todo era parte del juego. Dahlia observó desde el backstage, su corazón acelerado. ¿Podían hacer que el Capitolio creyera en su historia de amor trágico?

Después de las entrevistas, el ambiente en la sala del Distrito 11 era tenso

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Después de las entrevistas, el ambiente en la sala del Distrito 11 era tenso. Elizabeth intentaba mantener una sonrisa mientras alababa la actuación de Dahlia y Caleb.

-¡Qué espectacular! ¡La audiencia está encantada con ustedes! -chilló mientras les servía copas de algo espumoso.

Pero Coriolanus Snow, sentado en una silla junto a la ventana, no compartía su entusiasmo. Su rostro era una máscara de control, pero sus ojos, fríos como el hielo, estaban llenos de desaprobación. Dahlia lo notó enseguida, y su estómago se encogió. Caleb, en cambio, parecía relajado, incluso satisfecho con su actuación.

Cuando Effie salió de la habitación para hablar con los organizadores, Snow se levantó con una calma que parecía más amenazante que un grito.

-¿Qué fue eso? -preguntó, su voz baja pero cargada de furia contenida.

Dahlia y Caleb intercambiaron miradas. Fue Caleb quien dio el primer paso, con la confianza que lo caracterizaba.

-Una estrategia -respondió, encogiéndose de hombros-. El Capitolio ama los dramas románticos, y si creen que somos unos trágicos amantes, tal vez nos apoyen más.

Snow dio un paso hacia Caleb, su expresión ahora peligrosa.

-Tú no decides la estrategia -espetó, su tono afilado como un cuchillo-. Yo lo hago. ¿Entendido?

Dahlia, que había estado en silencio, decidió intervenir.

-Se nos ocurrió en el momento -dijo, intentando calmar la situación-. Parecía lo correcto.

Snow la miró, sus ojos evaluándola con cuidado. Algo en su expresión cambió, como si estuviera viendo a Dahlia bajo una nueva luz.

-Lo correcto... -repitió, su tono suavizándose un poco-. Tal vez. Pero jugar con las emociones del Capitolio es peligroso, señorita Hawthorne. Ellos no solo quieren que ustedes entretengan; quieren que sufran.

Se giró hacia Caleb, su mirada volviendo a endurecerse.

-Y tú, Zaharie, asegúrate de no sobrepasar tus límites. El Capitolio no es tan ingenuo como crees.

Cuando Snow salió de la habitación, el silencio que dejó fue ensordecedor. Dahlia miró a Caleb, su expresión llena de preocupación.

-¿Crees que fue una mala idea? -preguntó ella, su voz apenas un susurro.

Caleb sonrió con suficiencia.

-Por supuesto que no. Lo hicimos bien. Ahora el Capitolio nos mira, y eso es lo que importa.

Pero algo en la forma en que Snow había mirado a Dahlia no se le escapó a Caleb. Había algo más allí, algo que lo inquietaba profundamente

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