Jugadas Silenciosas

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Capítulo 3: Jugadas Silenciosas
Punto de vista de Snow

Coriolanus Snow se encontraba de pie frente a la ventana, observando el horizonte del Capitolio desde su lujoso apartamento. La ciudad estaba llena de vida, pero en su interior, él se sentía vacío, arrastrado por recuerdos que no podía apartar. La imagen de Lucy Gray Baird nunca se desvanecía del todo. Ella había sido su tributo el año pasado, y aunque él le había dado el empujón final hacia la muerte, algo en su mirada, su esencia, seguía acechándolo.

Lucy había sido una artista, sí, pero también una prisionera del Capitolio, como todos los tributos. Y, al igual que todos ellos, había sido obligada a luchar. Su belleza, su carisma, todo había sido parte del espectáculo. Ella jugaba, sí, pero lo hacía para sobrevivir, y él la había usado como un peón en su propio juego. La había matado, y con ella, había enterrado cualquier rastro de vulnerabilidad que él pudiera haber tenido. Una jugada necesaria, se había dicho. Por el poder.

Pero con Dahlia Hawthorne, algo estaba cambiando. Algo que no podía controlar.

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El entrenamiento de esa tarde se había alargado más de lo habitual. Mientras los tributos del Distrito 11 practicaban en el campo, Snow observaba en silencio, desde las sombras. Dahlia estaba concentrada en su arco, moviéndose con una gracia casi felina. Cada flecha que disparaba era precisa, mortal. Sin embargo, lo que realmente captaba su atención no era la habilidad con el arco, sino la fuerza que emanaba de ella. Algo visceral y feroz. Algo en su interior que no podía ser forjado por el Capitolio ni por el miedo.

La comparación con Lucy Gray volvía a aparecer. Lucy había sido una artista obligada a luchar, pero Dahlia Hawthorne... ella era una luchadora obligada a actuar. No necesitaba actuar. No necesitaba esconderse detrás de una fachada para sobrevivir, porque la fuerza ya estaba en su naturaleza. Y eso era lo que más lo perturbaba.

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En la sala común del edificio, más tarde esa noche, la tensión se hacía palpable.

Dahlia y Caleb se sentaron juntos, como siempre, manteniendo la fachada de los "trágicos amantes" que habían creado para el Capitolio. Pero Snow no podía dejar de notar las pequeñas señales de distanciamiento entre ellos. Caleb, por su parte, parecía confiar plenamente en su actuación, mientras que Dahlia... Dahlia no parecía convencida. Y ese desconcierto en ella lo atraía más, lo desbordaba. ¿Por qué? ¿Por qué sentía esa conexión con alguien a quien, teóricamente, debería tratar como una pieza más en su juego?

 ¿Por qué? ¿Por qué sentía esa conexión con alguien a quien, teóricamente, debería tratar como una pieza más en su juego?

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Coriolanus Snow se acercó al par de tributos con pasos suaves, calculados.

- Un buen show hoy -comentó, con una sonrisa fría que no alcanzaba sus ojos.

Dahlia levantó la mirada, sus ojos oscuros y profundos como un abismo, pero al mismo tiempo, algo más: una chispa de desafío.

- Solo lo hice por el Capitolio -respondió ella, manteniendo el tono neutral que siempre usaba.

- Lo sé -murmuró Snow, acercándose un paso más, sintiendo el peso de sus propias palabras. "Por el Capitolio..."

Eso era lo que ellos debían hacer. Actuar. Los tributos no eran más que piezas de un show, y ellos... ellos eran los actores principales. Pero, a medida que la conversación continuaba, algo en la actitud de Dahlia lo hizo vacilar. No solo estaba jugando el juego, lo estaba haciendo de una manera que desbordaba la pura necesidad de supervivencia. No era como Lucy Gray. No, Dahlia no jugaba al espectáculo, ella era el espectáculo.

Y eso lo descolocaba.

Mientras los tres se mantenían en la conversación, Snow observaba cada gesto de Dahlia con una intensidad renovada. Caleb, a su lado, parecía más que complacido con su actuación. Él era, en todos los aspectos, el joven perfecto para el Capitolio. Su sonrisa cautivadora y su capacidad para conmover al público estaban más que pulidas, pero aún había algo en él que Snow no podía confiar por completo. Aunque Caleb tenía el potencial de ser una gran pieza en este juego de intriga y espectáculo, su vulnerabilidad estaba más a la vista que la de Dahlia. Y eso lo hacía aún más peligroso, porque los más vulnerables eran los que más se arriesgaban a caer.

Y Dahlia... Dahlia era como un campo minado. Podía ser un faro de esperanza o un enemigo formidable. No estaba jugando por el Capitolio, ni por Caleb. Estaba jugando por ella misma. Por sobrevivir. Por ser libre.

La verdad era que Snow no podía permitir que esa chispa de independencia se apagara. Y no quería, al menos no todavía.

Cuando la conversación comenzó a disiparse y la gente volvió a sus tareas, Snow se alejó, sintiendo una mezcla de frustración y fascinación. Sin poder evitarlo, comenzó a pensar en lo que acababa de ver, en lo que acababa de sentir. La atracción por Dahlia lo quemaba con la misma intensidad con la que había sentido por Lucy, pero con una diferencia fundamental: no podía permitirse mostrar debilidad. El Capitolio le había enseñado que el poder se mantenía a través de la frialdad, de la absoluta incapacidad de ceder ante lo que despertaba en su interior.

"¿Qué te pasa, Snow?" se preguntó mientras subía hacia sus habitaciones. "¿Por qué sientes que necesitas controlar algo que ni siquiera puedes entender?"

Lucy había sido un error. Pero Dahlia... Dahlia parecía ser una tentación demasiado grande para ignorarla.

Ya en sus aposentos, Coriolanus se acercó a su escritorio, donde varios documentos de estrategias y análisis de los tributos esperaban ser revisados

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Ya en sus aposentos, Coriolanus se acercó a su escritorio, donde varios documentos de estrategias y análisis de los tributos esperaban ser revisados. Los juegos de manipulación política eran una cosa; los de los tributos, otro campo completamente distinto. "Esta vez no cometeré el mismo error," pensó. Pero esa pequeña chispa de duda que lo recorría cada vez que pensaba en Dahlia Hawthorne parecía burlarse de sus propios principios.

En algún rincón de su mente, sabía que el triángulo entre él, Caleb y Dahlia no era solo una cuestión de control. Era una batalla más peligrosa. Y aún no estaba seguro de quién ganaría. ¿Quién sería el que terminaría con la última jugada?...

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