Capitulo 2

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   Alex despertó a las 9 de la mañana del día siguiente y abrió los ojos muy despacio. La noche anterior se había olvidado de cerrar las cortinas opacas, por lo que la luz del sol lo cegaba. Se sentó en la cama y se desperezo. Se vistió con unas bermudas y una remera manga corta color azul que le quedaba un poco grande; en los pies se puso sus deportivas favoritas.
   Fue a la cocina, donde encontró a su abuela sentada a la mesa. Se acercó un poco y pudo ver de reojo como Miguel estaba haciendo el desayuno. Alex saludó a Miguel, quien correspondió su saludo, y luego a su abuela. Ella inclinó la cabeza a modo de saludo, como lo había hecho Miguel el día anterior. Alex también se sentó a la mesa, justo frente a su abuela.

- Hoy debo irme. -Dijo Minerva, sorprendiendo al chico.-
- ¿A dónde? -No es que me importe, pensó Alex.-
- Iré a la ciudad. Seré tu abuela, pero no soy tan vieja. Aun no me he jubilado.
- ¿Cuándo volverá? 
- Muy por la noche. Trabajo casi todos los días de la semana, sólo puedo descansar los viernes.
- Oh, que lástima. Pero, ¿podré verla en todos los desayunos?
- Oh, que dulce eres. Tal vez haya algunas veces que no pueda desayunar contigo, pero sí, en general estaré en el desayuno.

   Después de haber hablado un poco más con su abuela, Alex se dio cuenta de que tal vez ella no era tan mala persona como él pensaba. Cuando la señora avisó de su partida, Alex fue a despedirla a la entrada.

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   Ya había pasado una hora desde que se fue su abuela y nada divertido pasaba en la casa. Alex estaba tirado en el sofá del living mirando la televisión. Después de otros veinte minutos en la misma posición, decidió levantarse y explorar un poco. Eso no me matara, ¿no?
   Recorrió el templo entero. Eso lo mantuvo entretenido por 2 horas. Al darse cuenta que ya no había más para conocer por dentro, decidió seguir por fuera.
   Caminó por los alrededores sin encontrar nada interesante. Eran puras plantas y pasto. Se quedó quieto y miró el cielo. No podía ser un día más hermoso: el cielo relucía celeste con pequeñas nubes bien blancas que se podían ver cada tanto, muy alejadas unas de las otras. El sol estaba en su punto más alto, iluminando todo y dejando la sombra de cada objeto reducida una pequeña porción de su espacio.
   Alex bajo la vista y siguió caminando, pero ahora medio distraído. Debido a esto, no vio una roca, tropezó y cayó al suelo estrepitosamente. Cuando se puso en cuatro patas, pudo ver un camino de hormigas. Hace mucho tiempo, cuando Alex tenía 5 años, su madre le había dicho que si seguía uno de esos senderos de hormigas, habría una pequeña probabilidad de que te guiarán a un lugar maravilloso. Desde entonces a Alex siempre le han gustado las hormigas.
   Se paró nuevamente y comenzó a seguir a las hormigas. Al final del camino solamente estaba su hormiguero. Como siempre, pensó. Sin embargo, siguió avanzando, ya sin seguir el camino. Ahora andaba sin rumbo o destino alguno.
   Debe de haber llegado a dar diez pasos, cuando se detuvo. Casi pisaba una bella rosa roja, que seguramente se habría caído de la planta de rosas que tenía junto a él. Agarró la rosa y la dejó con sumó cuidado entre las demás. Luego, levantó la cabeza y lo que vio lo sorprendió. Era un jardín de flores de todo tipo: gardenias, lirios, rosas, margaritas, violetas, etc. Todas muy hermosas y la combinación de colores lo era aún más. Sus ojos estaban maravillados. ¿Mi mamá decía la verdad?, pensó Alex. Pero no sólo había flores, en el centro había un pequeño río de aguas tranquilas y limpio. Cada tanto Alex veía una pequeña mariposa o abeja volando por ahí. ¿Quien diría que había un lugar tan hermoso en las tierras de su abuela? Tal vez ni ella lo sabía de él. Decidido, ese sería el lugar secreto de Alex. Nadie sabría de él excepto él mismo. De ahora en adelante ese lugar se llamaría "Hana no Niwa". Alex se propuso ir todos los días en las mañanas o tardes sin falta.

Del Tamaño de una Hoja (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora