Capítulo 12

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El ascensor aún no llegaba al séptimo piso y la tensión se sentía en el aire, que parecía volverse espeso. Alex miraba ansioso la pequeña pantalla que le indicaba en que piso se encontraban: 5... 6... 7... Al fin..., pensó.
Alex y su hermano bajaron del ascensor, doblaron a su derecha e incrustaron la llave en la tercera puerta a su izquierda. Al entrar a la habitación, Alex fue directo a su cama, donde Tomo ya se encontraba despierta. El chico se acercó a ella y le tendió un pedaso de medialuna, el cual aceptó gustosa.
Kukai veía incrédulo aquella escena, sus ojos no aceptaban esa visión. Simplemente le parecía imposible que hubiera un ser de ese tamaño y con forma humana. Sin embargo, no quería que su hermano lo odiara más, por lo que suprimía todos los deseos de alejar a esa chiquilla de Alex.

- Kukai, recuerda que vinimos aquí por lo que tú me hiciste, no por mi amiga - le dijo Alex a su hermano -. No creó que yo sea el que deba dar explicaciones... Por lo menos no ahora...
- ...

Kukai sabía que su hermano tenía razón y no haría ningún intento por negarlo. Pero sí quería retrasar todo el tiempo posible aquella conversación, la que le revelaría todo a su pequeño hermano, el que Kukai quería tanto, el que para él era un bebé... Bajó la cabeza... Tenía miedo que aquellas razones no le fueran suficientes y que su querido Alex no lo perdonara, dejando a Kukai con un gran vacío en el corazón... Y ese vacío no era el resultado de la culpa ni nada complicado, era nada más y nada menos que un agujero. Un agujero que que sólo podía llenar su hermano.

- Alex, yo te prometo que te contaré todo, pero primero quiero saber - levantó la cabeza y lo miró - ¿quien es ella?

Ash... Creí que se olvidaría de Tomo si le decía eso... Alex estaba realmente nervioso.

- E-esta bien... - Alex miró a Tomo un segundo y luego a su hermano - Y-yo... Bueno, yo-o...

- Alex, tranquilo... - lo miró serio Kukai

- Sí... - el chico tomó aire y siguió -Bueno, yo sólo estaba divagando en los terrenos de la abuela... Y, bueno, encontré un jardín lleno de flores. Ammm, decidí que iría allí todos los días y en uno hubo una tormenta. Ese día salve a Tomo de morir y, b-bueno, empezó a quedarse en la casa conmigo... - Alex observó un poco a su hermano - Desde entonces, somos amigos...

Kukai escuchó todo lo que su hermano tenia para contarle. Sin embargo, tenia una pequeña pregunta (valga la redundancia):

- Entiendo, pero... ¿Por qué es tan pequeña?

- ¿Te parece que yo sé la respuesta a esa pregunta? - a Alex no le había gustado que preguntara eso

- Lo siento, sólo quería saber. No creí que no lo sabrías... - se disculpó Kukai apenado

- No importa - dijo Alex ignorando lo que dijo su hermano, para luego mirarlo serio y decirle -, ahora te toca a ti. ¿Por qué no fuiste al funeral de mamá? ¿Qué es lo que hizo que me dejaras sólo en un orfanato por tres largos meses?

Kukai se tensó en su lugar. No quería decirle, pero tenía si quería que lo perdonase. Las cosas que había vivido y quería olvidar, lo que había hecho y de lo que se arrepentía: no quería contarle nada a su pequeño e inocente hermano menor.
Kukai posó sus ojos celeste oscuro en Alex, quien simplemente desvió la mirada. El mayor respiró hondo y comenzó su relato:

NARRA KUKAI

Como ya sabes, Alexander, soy abogado y me fui a Inglaterra para poder conseguir una buena educación sobre el tema. Al poco tiempo de terminar mis estudios, un antiguo profesor mío me recomendó a un hombre que de verdad necesitaba un abogado: al parecer, lo habían acusado de haber asesinado a una familia de cuatro personas. El señor se presentó cómo Michel Elliot, de 37 años de edad. Decidí que quería conocerlo un poco para poder defenderlo ante la corte, con la seguridad de que era inocente.
Lo cierto es que los abogados estamos obligados a mentir en muchas ocaciones. Por lo que aunque el Sr. Elliot me hubiera dicho la verdad, yo tendría que haber mentido para defenderlo.
Cuando me junté con Michel, él parecía una persona muy amable. Lo veía incapaz de cometer aquel acto tan atroz. Fue entonces que decidí defenderlo y ese fue un error. Michel tenía cuartadas, pero no eran sólidas. Fue entonces cuando saltó un testigo. El hombre se llamaba Harry Lewis y aseguraba haber visto al Sr. Elliot en la escena del crimen en la hora exacta.
Mi intuición me decía que escuchara al testigo, que él podía decir la verdad. Pero mi confianza en Michel pudo más y seguí defendiéndolo. Otro gran error....

Del Tamaño de una Hoja (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora