Era sábado por la mañana. Habían pasado ya unos días desde que había descubierto el ahora llamado "Hana no Niwa". El día anterior apenas había podido ir ya que su abuela se quedaba en la casa y quiso estar con su nieto. Aunque esto a Alex le molesto un poco al principio, luego se fue entreteniendo. Después del almuerzo, su abuela anunció que tomaría una siesta y que despertaría en unas horas. Alex aprovechó esto y fue a su escondite. Era libre de ir toda la tarde a aquel bello lugar sin que le molestaran. Alex agarró su mochila, sacó todo lo que tenía dentro y puso comida y una manta. Planeaba hacer una pequeña merienda para sí mismo (y tal vez algún pajarito).
- Hoy no esta tan lindo como el día en que descubrí el jardín... -Dijo Alex mirando el cielo, en el que ahora podían verse medianas nubes negras que amenazaban con romper a llorar.-
Sin embardo Alex no le dio importancia y siguió rumbo a su su jardín secreto. Cuando llegó, apoyó su mochila en el piso y sacó la manta. La estiró en el suelo para luego sentarse sobre ella. Sacó un sanguche de jamón y queso y lo devoró con una sonrisa. Se quedó mirando mirando el cielo que, aún estando un poco nublado, era celeste como sus ojos. Se podía ver como los rayos de sol atravesaban esas nubes grises. Le gustaba ver el cielo, por lo que se recostó en la manta, para luego quedarse dormido.
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Alex despertó cuando algo pequeño y húmedo tocó su cara. Abrió los ojos lentamente y llevó su mano a su mejilla. Era un pétalo mojado por la lluvia que había llegado volando a causa del viento. ¿Por la lluvia?, pensó Alex. Fue entonces cuando levantó la vista y vio su jardín. Estaba todo devastado, las flores arrancadas de su tallos regadas por todo el lugar y el río fluyendo a mil por hora sin parar. ¿Cómo es que no me di cuenta? ¿Por qué no me desperté?, pensaba Alex. Entonces se le ocurrió mirar hacia arriba. Sobre él había un pequeño techo que le habían hecho los árboles al juntar sus ramas y hojas.
Alex salió de debajo de las ramas. La lluvia ya había cesado. Miró a su alrededor, no sabía que hacer. Finalmente se acercó un poco al río, pero no lo suficiente como para resbalarse y caer. El río seguía fluyendo muy rápido y ahora estaba sucio. Toda su pureza había desaparecido junto con la hermosura de ese jardín.
Alex volvió al lugar donde dejó su mochila y guardó la manta. Se colgó la mochila al hombro y estaba apuntó de marcharse cuando algo llamó su atención. Vio como se ha cercaba por el agua a toda velocidad algún animalito que lucha por su vida. Pero Alex no sabía que animal era, no podía identificarlo. Por puro instinto, Alex vació la mochila por completo, dejando todas su cosas esparcidas por el suelo. Esperó a que el dicho animalito se acercara y metió la mochila en el agua para que el animalito entrara en ella. ¡Lo conseguí!, pensó Alex al ver un pequeño bulto oscuro tratando de levantarse dentro de su mochila. Aunque lo más importante para Alex era haberle salvado la vida a un animal indefenso, también quería saber que era. Así que metió la mano en la mochila y sacó al animalito.- Esto no puede ser cierto. -Dijo Alex al ver lo que tenía en la mano.-
En su mano yacía desmayada una joven muchacha de unos 5 centímetros de estatura. Alex se la quedó mirando con mucho asombro, para después darse cuenta de que la chica estaba temblando. ¿Qué esta pasando? No le dio demasiada importancia. Si la chica recibía más frío, moriría. La dejó en el suelo un momento, metió todo en su mochila de nuevo, se la colgó al hombro y agarró otras vez a la chica, esta vez envolviéndola con sus manos para darle calor.
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Del Tamaño de una Hoja (Editando)
Teen FictionTras la repentina muerte de su madre, Alexandra se muda al campo a vivir con su abuela. Un día, con el objetivo de alejar aquellos recuerdos de su mente, sale a recorrer los terrenos de su abuela. Una actividad que se volvió un pasatiempo. En una...