Capítulo 4: Por la Noche: Ese Mayordomo, Excitado

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Capítulo 4: Por la Noche: Ese Mayordomo, Excitado

Sebastian, ataviado con su ropa de domingos, recorría las calles del East End. Iba de lugar en lugar, buscando la presencia de su amo, a quien hacía rato le había perdido definitivamente el rastro. Obviamente, no estaba cumpliendo su objetivo principal; sin embargo, en los establecimiento y calles de aquel barrio se había topado con algunos rostros conocidos. Ciel debía estar muy cerca, posiblemente en algún burdel oculto.

Vio a uno de los chicos secuestrados entrar a un establecimiento cercano. Iba acompañado de un hombre mayor y rechoncho que, a juzgar por su aspecto, no debía llevar mucho dinero en su bolsillo. Esperó unos minutos y entró al mismo lugar; parecía una cantina común y corriente al igual que los demás establecimientos.

La noche comenzaba a caer y el lugar a llenarse. Se acercó al dueño de aquel antro, que se encontraba en la barra. Este inmediatamente se deshizo en atenciones hacia Sebastian. Notaba que era un hombre que podría dejarle buenas ganancias.

—¿Qué es lo que busca un caballero tan refinado como usted en este horrible lugar? —preguntó el cantinero, con toda amabilidad.

—Lo que muchos hombres, supongo —contestó el mayordomo—. Algo refinado y exquisito, sin importar el precio.

—Lamento decirlo, pero no tenemos licores demasiado finos.

—Usted sabe que no me refiero al vino de sus bodegas —sonrió socarrón—. He escuchado el rumor de que en su establecimiento se pueden encontrar cosas muy bellas.

—Oh, bueno. Si hablamos de eso... por favor, pase a la trastienda —abrió una puerta detrás de la barra, y le indicó al demonio que entrara con un ademán—. Ese tipo de negocios no deben tratarse aquí.

—Eso es muy obvio.

Sebastian rodeó la barra y se adentró por la puerta, presuroso. Había captado una débil señal de Ciel proviniendo de ese lugar; al parecer, estaba en el sitio correcto.

—Por favor, no se intimide ante los chicos, son sólo seguridad —dijo el cantinero, restándole importancia a los dos hombres enormes como gorilas que se encontraban en la pequeña sala.

—Se ve que cuida bien a sus chicos —comentó sarcástico.

—Pero por supuesto –dijo, indicándole a Sebastian que se sentara en un sillón con un movimiento de la mano. Al parecer no había entendido o no había querido entender el sarcasmo—. Bien, hábleme de sus gustos.

—La verdad, son algo peculiares. Me encantan los chicos de rostro fino y ojos azules. Tez blanca, cabello negro, delgados y que midan entre cinco setenta y cinco y seis pies*. Además me gusta que, al menos, sepan actuar bien como vírgenes. Que parezcan orgullosos y altaneros —se llevó la mano a su barbilla, como si estuviese pensando—. Lo siguiente es bastante extraño, la verdad... pero es algo importante —se quedó callado de pronto, como pensando en si decirlo o no.

—¿Sí? ¿Qué es lo más importante? —le apremió—. Descuide, yo he escuchado demasiadas cosas en mi vida.

—Bueno. Me gusta cuando al chico le falta alguna parte de su cuerpo. Ya sea una pierna, una mano, un pie o simplemente un ojo.

—Sin duda. Un deseo bastante peculiar, señor. Pero este día está usted de suerte. Justo hoy nos llegó un muchacho que cumple con todas sus expectativas; de hecho, creo que aún es virgen. Claro que por ello el muchacho es un poco más caro, pero le aseguro que vale la pena. Es uno de los chicos más bellos que he visto en mi vida.

—¿Puedo verlo antes? No me gustaría decidirme por alguien que no es realmente lo que quiero.

—Claro que puede verlo. Después de todo, yo soy solo el dueño; es obvio que diré las mejores cosas del chico —hizo una pequeña pausa—. Por cierto, él se llama Rover**. Usted ya descubrirá porqué.

Descendiente de la Oscuridad [Reescrito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora