Capítulo 9: Por la Tarde, ese Mayordomo, Reconciliado

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Capítulo 9: Por la Tarde, ese Mayordomo, Reconciliado

Querido Sebastian:

Han pasado un par de meses desde mi última carta. Sé que esperas mis noticias ansiosamente, pero desde que Lizzy está explorando su parte demoníaca es cada vez más difícil encontrar un momento para escribirte sin que ella lo note, pues está cada día más suspicaz.

La verdad me parece increíble que haya pasado ya casi un año desde nuestro último encuentro. Realmente no es un recuerdo muy grato y desde entonces todo ha sido muy extraño. Sabes que durante todo este tiempo Lizzy y yo nos dedicamos a aprender las artes básicas de los demonios, tanto las mágicas como las militares. Todo esto, por supuesto, para explorar y dominar nuestras recién descubiertas habilidades. Kevin ha sido de mucha ayuda y nos ha explicado demasiado sobre el infierno, tanto que en estos dos meses al fin he terminado por creer todo tipo de cosas inauditas respecto a los demonios, especialmente a los de tu clase.

Kevin me cuenta sobre ti y el crecimiento de nuestro hijo, cosa que estoy comenzando a aceptar e incluso me emociona un poco. Creo que al final será mi único heredero, pues, aunque lo hemos intentado mucho con Lizzy, ella simplemente no ha logrado embarazarse. Eso la desanima bastante, pero no es algo de lo que deba hablar en esta carta.

Sé que reunirnos es sumamente difícil, pues cualquiera que intente ayudarnos con eso caería en una grave falta por órdenes de tu abuelo y también sé que te tiene bastante vigilado para que no vuelvas al mundo humano al menos hasta que finalice tu embarazo, pero muero por verte. Finalmente estoy aprendiendo a convocar portales y es muy posible que dentro de poco pueda estar contigo y con mi hijo. Realmente tengo mucha curiosidad por verte embarazado (por 'bizarre' que eso suene) y deseo acariciar a nuestro bebé, aunque todavía le falten algunos meses para nacer.

Iré la próxima semana si todo sale bien. Por favor espérame tan ansiosamente como yo espero verte.

Se despide de ti el padre de tu hijo, Ciel Phantomhive.

Ophira sonrió sutilmente tras leer la carta por enésima vez en esa semana. Desde la primera vez que lo hizo, notó una inexplicable felicidad apoderarse completamente de su cuerpo, haciéndolo sentir como si se encontrara en medio de una centena de felinos de diferentes razas y tipos.

Se incorporó de la cama con un poco de dificultad por el peso extra de su embarazo y buscó en su armario la túnica negra con detalles bordados en oro que le había regalado su abuelo hacía poco menos de un mes. A decir verdad, habiendo recorrido ya dos terceras partes de su embarazo, no se sentía para nada sexy con su atuendo de cuero negro que lo dejaba medio desnudo. Incluso había dejado de utilizar las botas altas actualmente. Se miró frente al espejo y soltó un largo suspiro de resignación. Su propia actitud lo hacía sentir idiota, pero realmente ver a Ciel en ese momento y aferrarse a la ilusión que le causaba la carta suponía para él una especie de liberación de lo que consideraba su condena de arresto domiciliario, pues, aunque pudiera transitar libremente por el infierno y sus alrededores, a él esa dimensión le quedaba pequeña.

Salió volando por la ventana de su habitación y se dirigió hacia Las Puertas del Infierno, lugar en el que citó a Ciel para ese día. Esperó una media hora hasta que vio abrirse un portal, por el cual salió aquel apuesto joven de veinticuatro años con un parche en el ojo derecho y una mirada rojiza en el izquierdo. Sintió su corazón acelerarse dentro de su pecho y tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no perder el decoro y saltarle encima. No era algo propio de él, aunque estaba jodidamente feliz de verlo.

Ciel se sintió desconcertado unos instantes, pues era la primera vez que abría un portal hacia ese lugar él solo y notó que le consumía demasiadas energías. Sin embargo, tras un pequeño mareo inicial y unas cuantas respiraciones profundas para acostumbrarse al pesado aire del infierno, observó al demonio que había ido a recogerlo y le sonrió, acercándose hacia él un tanto vacilante. Había notado el abultamiento a la altura del estómago y aún no lo creía del todo.

Descendiente de la Oscuridad [Reescrito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora