Capítulo I: El meteorito

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  Washington D.C., Estados Unidos

  Era un día como cualquier otro en el cuartel general de la NASA, se realizaban todas las actividades de rutina hasta que se detectó un meteorito que estaba por impactar en la Tierra, rápidamente todos comenzaron a calcular el tamaño del objeto, dónde y cuándo se estrellaría. Afortunadamente, el tamaño de éste no era grande, por lo que no causaría gran daño al impactar, además, caería en una isla deshabitada en medio del Océano Pacífico. Solo les quedó esperar.

  Cuando se estrelló, científicos fueron a investigar aquella roca del espacio. Ya estando en la isla y con el meteorito encontrado, comenzaron a examinarlo. Al principio se veía como una roca común, de aproximadamente 4 metros de diámetro, uno de los científicos, de forma cuidadosa, comenzó a picarlo para analizar una muestra, aunque abruptamente una parte de éste se cayó, liberando una leve luz celeste. Al ver esto, los  demás comenzaron a picar el exterior del meteorito. Quedaron sorprendidos al ver que este objeto no era un meteorito ordinario, tenía una apariencia de un mineral cristalino celeste. La curiosidad los atrajo tanto que no pudieron resistirse a tocar este nuevo descubrimiento, este extraño cristal empezó a irradiar un potente destello celeste por algunos segundos hasta que volvió a su brillo tenue, todos estaban impresionados.

  Pero no sabían que al tocarlo no solo se produjo ese resplandor, sino que dio una señal muy esperada por algo que ya estaba buscando este extraño objeto, un faro para aquellos seres que desde los confines del espacio profundo, estaban en camino...

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