ɢᴏɴɢꜰᴏᴜʀᴢ ౨ৎ˚₊‧ ꒰ ∂єαя тσωєя ꒱ ꩜ .ᐟ
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El príncipe Leehan lleva años
esperando a que el elegante y
caballeroso príncipe mencionado
en la maldición que se le fue
establecida v...
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El atardecer se hacía presente, iluminando todo el lugar con tenues rayos de luz muy cálidos que entraban a través del cristal. Leehan siempre suele quedarse cerca de la ventana para disfrutar de esos últimos rayitos del Sol, pues para él son los mejores.
Sin embargo, ese día en cuestión no lo estaba disfrutando mucho. Taesan había salido por la mañana (avisándole claro) y desde entonces no lo ha vuelto a ver. No sabe qué estará haciendo, pero en ese solitario día, Leehan no ha dejado de estar pensativo y soltar suspiros al aire.
Se notaba la ausencia de Tae, porque incluso cuando solo estaban ahí sin decir nada, Leehan era capaz de notarlo y sentirse acompañado, pero ahora no lo estaba. Y que siguiera sin aclarar sus sentimientos solo empeoraba sus pensamientos.
Con decirles que intentó leer algún libro de Sylho para entretenerse y no pudo porque su mente estaba llena del mayor se hacen una idea del lío mental que tiene Leehan.
Recién nota que odia la soledad. O quizás estaba siendo algo dramático, pero no podía evitarlo. Al percatarse de que quedaban unos pocos minutos para que el sol desapareciera por completo y el menor seguía sin volver, Leehan tenía ganas de llorar, ¿Cuándo regresaría?
Y como si sus plegarias fueran escuchadas, notó un toqueteo en su hombro, haciéndolo voltear y encontrándose con un muy elegante Taesan. Su pelo estaba bien peinado hacia un lado, dejando su frente algo descubierta; llevaba una gabardina negra de lujoso aspecto, con unas pequeñas flores rojas en los bolsillos de esta; y como toque final, unos guantes de cuero negro que no llegaban a la muñeca.
—
¿Vamos ya a dar ese paseo? – cuestionó el mayor con un tono de voz suave acompañado de su sonrisa angelical mientras mantenía la mano alzada delante de Leehan con la intención de que este la tomara.
Taesan ya le había afirmado que no era un ángel. Pero, diablos, Leehan sigue pensando que sí lo es, y con esa apariencia lo parece aún más. Incluso puede ver un aura brillante alrededor de él.
Luego de unos rápidos segundos admirándolo y asimilando que Taesan había regresado, Leehan no se molestó en preguntar a qué se debía su tan cuidado aspecto, él simplemente se abalanzó a sus brazos en un necesitado abrazo luego de horas sin sentirlo. Tan necesitado que no se dió cuenta de ello, pero sus manitas se aferraron con fuerza en la espalda del mayor.
— Ya estoy aquí, siento la tardanza – comentó Taesan al hacerse una idea del porqué el rubio estaba así. Y viendo que este no planeaba romper el abrazo, no pudo evitar reír con ternura — ¿Ahora eres tú quien tiene el celo?
— Yo no puedo tener eso – balbuceó – Pero sí quiero los mimos, fueron muchas horas sin tí.
En respuesta, Taesan lo tomó de la cintura y lo alzó para poder llevarlo al prometido paseo, sonriendo satisfecho cuando Leehan lo rodeó con sus piernas para no caer. Una vez seguro, empezó a andar tranquilamente.