CAPITULO 12

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CAPITULO 12

"LA MUERTE NO NOS ROBA LOS SERES AMADOS. AL CONTRARIO,

NOS LOS GUARDA Y NOS LOS INMORTALIZA EN EL RECUERDO.

LA VIDA SÍ QUE NOS LOS ROBA MUCHAS VECES

Y DEFINITIVAMENTE"

François Mauriac

Es una mañana agradable. Esta frio pero el sol pega con fuerza sobre las calles, lo que provoca un panorama digno de admirar. –Parecen ríos y no calles–, mama siempre decía eso.

Tengo esta sensación de opresión en el pecho que me impide respirar.

Me dormí al alba anoche. Tenía que actualizar mi diario de Valentine. Pensé que iba a dormir hasta tarde pero no fue así. La falta de oxígeno, o solo la sensación de esta me despertó al instante. Lo supe en cuanto mire la ventana.

Hoy hace un año que falleció mama. Lo había olvidado por completo. Pero cada célula de mi cuerpo me lo recordó.

Pienso en lo rápido que me la arrebataron. No tuve tiempo de decirle adiós, o que la quería, o que la perdonaba por haber olvidado mi presentación de ballet, o que aunque ella me los escondiera sabía dónde estaban los caramelos de uva.

He hecho mi duelo ya. Pero el dolor sigue dentro de mí como un cuchillo punzante en el centro de mi corazón.

Debería visitarla en el cementerio. Tengo tiempo de llegar para el ensayo de hoy. Me visto rápido y salgo para tener más tiempo con ella.

El metro está casi vacío, suele estar así los domingos, pero no los jueves.

El cementerio está a las afueras de la ciudad. Cerca de mi antigua casa. Me hubiese gustado que fuera algo más lujoso, como ella merecía pero no pude afrontarlo sola, y no tenía a nadie más. Utilice todos mis ahorros en el funeral y el entierro, no me arrepiento de ello, pero quería más para ella.

Cuando llego a mi parada veo que no está demasiado lejos de donde tengo que ir. No es la primera vez que voy. Pero si la primera vez que vengo en metro. Mis cálculos no fallan, asique solo debo caminar unas 3 calles.

Cuando finalmente llego, me quedo parada en la entrada. Tiene un cartel imponente donde se lee: Cementerio Parque Ciudad Oeste. Recuerdo que Mat no quería este lugar, quería que la enterrase en el cementerio donde estaba su familia, pero yo, incluso en ese momento donde lo amaba incondicionalmente, sabia, en el fondo, que no tendríamos un futuro.

Compro unas flores de cerezo en el puesto de regalos. Eran sus favoritas, al igual que las mías.

Camino entre las lapidas y los pequeños panteones. Hubo siempre algo que me atrajo de este lugar. Y de los cementerios en general. Además del silencio hay una mística particular. He venido antes, en distintas épocas del año, pero siempre corre la misma brisa, aunque haga frio, o calor, o llueva. –Es el sonido de mil almas en desgracia–, decía mi abuela. Quizá es porque soy escritora, y son almas lo que ponemos en nuestras creaciones. A veces las de otros, a veces la nuestra. Un libro sin alma es como un desierto sin arena. Es una utopía.

Llego al lugar de mama. Y el dolor crece dentro de mí. Tengo esta necesidad de abrazarla y llorar en sus brazos y me destroza saber que no puedo. Que no puedo hacerlo jamás.

– Hola mama –las lágrimas comienzan a caer –hacía tiempo no te venía a visitar. Mi vida ha sido un completo delirio las últimas semanas. Deja que te lo cuente.

Y así lo hago. Le cuento que termine con Mat y que estoy actuando en una obra llamada Camille. Que estoy saliendo con el director, que se llama Valentine y que sé que ella lo hubiera aprobado. Le cuento cada insignificante detalle de mi vida. Y me paso la mañana llorando frente a una piedra.

Bed Of LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora