¿Alguna vez has sentido que no perteneces al lugar en donde estas?.
El sol me mandó aquí por un propósito, pero, no entiendo cuál es. Creo, que el propósito de mi vida es ser una heroína.
Lo recuerdos invaden mi cabeza, el mismo sueño se repite en...
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El enorme árbol navideño frente a mí brillaba con luces parpadeantes mientras colocaba cuidadosamente las esferas y guirnaldas. Me encantaba la Navidad, pero sobre todo, la idea de hacer este lugar un poco más cálido, más acogedor. El pino casi alcanzaba el techo, y era un desafío alcanzar las ramas más altas, pero no me importaba. Cada esfera que colocaba, cada cinta que ajustaba, me hacía sentir más conectada con el espíritu de la festividad.
Justo cuando intentaba estirarme para colgar una estrella plateada en una rama un poco más alta, sentí unos brazos rodeando mi cintura con suavidad. Me sobresalté por un segundo, pero pronto reconocí el calor y la familiaridad de ese abrazo.
—¿Sabías que este árbol es casi tan alto como tú cuando usas tus llamas? —susurró Shiro cerca de mi oído, con su voz llena de ternura y diversión.
No pude evitar sonreír, aunque sentí cómo mi corazón se aceleraba un poco.
—¿Eso quiere decir que también ilumino como este árbol? —respondí, intentando mantener un tono ligero mientras mi cuerpo se relajaba contra él.
—Iluminas más. Este árbol tiene suerte de tenerte decorándolo —dijo, apretándome un poco más. Su perfume, el que sabía que me encantaba, invadió mis sentidos, haciendo que todo a mi alrededor se sintiera más cálido.
—Si sigues diciendo cosas como esa, vas a tener que ayudarme con las decoraciones —dije con una risa suave, tratando de disimular lo mucho que disfrutaba este momento.
—Lo haré, pero solo si después me dejas colgar la estrella en la punta.
Su tono era juguetón, pero su abrazo seguía siendo reconfortante, casi como si quisiera asegurarme que no estaba sola, que estaba conmigo en cada pequeño detalle.
—Está bien, pero no te emociones demasiado. Yo soy la que tiene mejor gusto para decorar —respondí, fingiendo un aire de superioridad.
Ambos nos reímos mientras seguía colocando las decoraciones. Su presencia hacía que el árbol, las luces y la Navidad misma se sintieran mucho más especiales. Con cada esfera que colgábamos juntos, sentí que ese árbol no solo estaba decorándose con adornos, sino también con recuerdos, con momentos que quedarán grabados para siempre.
Esa Navidad no solo sería una más. Sería nuestra Navidad.
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El aire frío de la noche se sentía distinto mientras abría la puerta hacia el pequeño balcón donde Escanor estaba sentado. Su silueta, encorvada y silenciosa, contrastaba con la belleza de la nieve que caía lenta, como si el mundo hubiera decidido tomarse un respiro. Sostenía una taza de chocolate caliente entre sus manos grandes pero menos imponentes que antes, sus dedos tamborileando distraídamente en la cerámica mientras miraba hacia el cielo.
—¿Qué haces aquí afuera? —pregunté mientras me acercaba con una manta en las manos. Me detuve un momento para observarlo; su expresión era una mezcla de nostalgia y algo más profundo, algo que no podía descifrar del todo.