Capítulo 11

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En cuanto llegamos a la puerta de clase tanto mi padre como Julián están intentando levantar a la fuerza a un par alumnos del suelo, todos están sentados en él y se quejan a gritos, incluida mi hermana.

- ¿Ahora qué pasa?- le pregunto a Julia quedando a su lado, tras el escritorio.

- Quieren elecciones, sí o sí- contesta nerviosa ojeando a Ulises, quien tensa de nuevo el cuerpo, trío amoroso bastante curioso.

- Por dios...- al ver que ambos adultos paran sin saber como proseguir elevo mi voz dando un paso adelante.- Esto es un barco, no una urbanización de vecinos- todos giran su cabeza para mirarme, unos nerviosos y otros enfadados.- Además, ¿qué pondréis?¿A un inmaduro de veinte años a cargo de nuestra vida? 

- Alba- mi padre intenta callarme, pero yo aún no he terminado.

- Parecéis críos, a ver si espabiláis de una vez, el capitán tan solo intenta que nos mantengamos con vida y sanos el mayor tiempo posible. Ya no hay tierra, ni reservas suficientes, que os entre en la cabeza de una puñetera vez.

- ¡Alba!- esta vez eleva su voz, y con la mirada me manda irme, por lo que suspiro dando media vuelta y haciéndole caso.

Curiosa por la respuesta de mi padre me siento en una de las mesas del comedor, desde la que puedo observar a medias lo que pasa ahí dentro. Pero lo único que ocurre es más gritos y más tirones, hasta que un moreno habla irritándome.

- Capitán- Ulises se dirige a él directamente, por lo que se gira para mirarle.- ¿Ahora se hacen así las cosas en el barco?- todos callan para escucharlo y yo tan solo ruedo los ojos apoyándome en mis manos.- ¿A rastras y a empujones?

- ¡Sí!- le respondo yo entrometiéndome, a lo que él y unos cuantos más posan sus ojos en mí.- ¡Parezco yo más madura que todos vosotros juntos!- no da tiempo a que me digan nada, ya que con lo que va a hacer me es suficiente y bajo yéndome lejos.

Mis pies me dirigen a las escaleras, las cuales subo con lentitud, aún escuchando el barullo de abajo y termino en el puente de mando, donde en la mañana se quedó mi bloc de dibujo. Con fuerza resoplo provocando que mis labios hagan cosquillas y consigan relajarme un poco con el sonidito gracioso, mientras me vuelvo a sentar en la mesa, esta vez centrándome en captar las vistas que hay tras el cristal.

- Cariño- el suave tono de mi padre logra que despegue mis ojos del dibujo, que ya está casi terminado, no sé cuánto habrá pasado pero el atardecer empieza a decorar la estancia de un tono anaranjado.

- Hola- su mirada solo contiene dolor, lo que me hace sentirme la peor hija del mundo ahora mismo.- Siento haberme entrometido antes, yo es que...- las palabras se traban en mi boca y él me sonríe con debilidad sentándose a mi lado.- No te lo mereces, pa.

Él rodea con su brazo mis hombros acariciándome en el proceso mi mejilla, logrando con ello que le sonría devuelta.

- Te quiero, mi pequeña luz- hace mucho que no me llama así, por lo que sé al segundo que está completamente hundido.

- No tienes la culpa de nada, papá- sabiendo lo que ronda por su cabeza lo abrazo sin pensar.- Si te consuela yo habría sido más dura con Ainhoa. Y los demás son niños que aún no saben cómo llevar la nueva situación y les es más fácil unirse e ir contra el primero que se les pone delante.

- ¿Tú sabes cómo llevar esta situación?- pregunta curioso, en tan solo un susurro.

- No- respondo riendo sin gracia.- Pero sé dónde refugiarme sin herir a nadie.

- Es precioso- levanto mi cabeza para saber a qué se refiere, su mirada contempla cada detalle de mi dibujo.

- Sí...

El barcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora