Capítulo 16: La mala buena nueva

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Dedicatoria: A mi sabia amiga de silencios estratégicos, palabras exactas y carcajadas superpoderosas .Gracias por ser un recordatorio constante de que a veces, lo más valioso se dice sin alardes pero llega directo al corazón.

La curiosidad mató al gato.Creo que ese dicho no ha llegado a los oídos de Keisara. Ahí estaba, posado sobre mi pecho, mirándome sin pestañear. No sabía si me estaba analizando o calculando el ángulo perfecto para arañarme la yugular y terminar conmigo de una vez.

Desperté con el gato de Arnar encima, recostada en su sofá y tapada con una manta. Me asusté al darme cuenta de que no sabía qué hora era y, peor aún, no le había avisado a Micaela que llegaría tarde. Busqué mi teléfono mientras intentaba, sin mucho éxito, alejar a Keisara. Él, con la elegancia de un tigre en miniatura, se bajó del sofá y se subió a la mesa donde continuó observándome.

El reloj marcaba las 21:30. Demasiado tarde para mis estándares de madre responsable. Miré a mi alrededor: la "mesa del caos" seguía siendo un homenaje al desorden, ahora adornada con dos botellas de ron vacías.

Me levanté y fui al cuarto de Arnar. Dormía profundamente, ajeno al desastre que lo rodeaba. Le dejé una nota rápida y salí corriendo hacia mi casa. Al final del día, mis deberes de madre pesaban más que salvar a alguien que parecía cómodo en su propio infierno.

Después de aquellas confesiones sobre su antiguo amorío, pasé días cuestionándome si todo lo que Arnar me había dicho, los regalos, las canciones que me dedicó y lo especial que me hacía sentir, eran mentiras bien armadas.
Le di tantas vueltas al asunto que terminé en la conclusión más sencilla: Arnar me confundía.

Salimos un par de veces más. Él insistía en que ya había superado aquel día oscuro en el que tocó fondo, asegurando que no quedaba más que seguir adelante con la vida. En cada sesión del club, las cosas eran distintas.

Allí, se comportaba como si solo fuéramos amigos. Una fachada cuidadosamente construida para mantener intacta su otra vida con Maya.

Esa tarde, mientras Maya lideraba la discusión sobre un clásico que parecía entusiasmar a todos, yo sentía las miradas furtivas de Arnar desde el otro lado del círculo. Su presencia era como un peso constante, imposible de ignorar, aunque me esforzara por concentrarme en mis notas.

Lethe estaba sentada a mi lado. Podía notar mi incomodidad pero no decía nada. Ya había postergado su crítica una vez y no era justo que volviera a hacerlo.

Cuando llegó mi turno, respiré hondo fijé la vista en mis notas y me propuse ignorar a Arnar por completo. Él lo notó. Claro que lo notó. Me puse de pie, aclare mi garganta y comencé:

La novela "No me olvides" es arte puro. No solo es una conmovedora historia, sino un espejo de las heridas que la vida puede infligir desde temprana edad. Los niños vulnerables que la protagonizan, son almas en busca de refugio, que escapan de sus cicatrices a través de decisiones desesperadas, caminos sin salida o pequeños respiros de libertad en paseos por el bosque.

Algunos encuentran consuelo en el silencio de la naturaleza, mientras otros caen en la tentación de unirse a bandas maquiavélicas, donde el peligro y la violencia parecen la única manera de sobrevivir.

Lethe, la autora, retrata con maestría cómo el entorno puede moldear a los niños y convertirlos en víctimas de sus circunstancias o en sobrevivientes de la vida.

Más allá de la crudeza, "No me olvides" es una oda a la amistad y al primer amor: esas conexiones entrañables que nacen en medio de la adversidad, donde las promesas de lealtad y amor trascienden el tiempo y el espacio.

Efecto ArnarOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz