Gretta me esperaba, en la puerta de la casa de mis padres, moviendo los pies como si quisiera perforar el suelo. No era propio de ella: siempre había sido la calma hecha persona. Verla así me encogió el estómago. Algo estaba mal. Muy mal.
Llegué con Mely y le pedí que entrara a saludar a sus abuelos mientras yo me quedaba con Gretta en la entrada.
—¿Me puedes explicar qué te pasa? —intenté sonar tranquila pero la preocupación me traicionó—. Casi me da un infarto con tu llamada.
—Brida, si no fuera importante, no habría venido hasta acá —respondió tan seria que me puso la piel de gallina.
—¿Qué pasó? Suéltalo de una vez.
Gretta respiró hondo y soltó la bomba:
—Arnar. Ese mal nacido escribió en el chat del club de lectura. Comenzaron a preguntar por qué te habías ido y Silvestre le lanzó esas indirectas que son más directas que un puñetazo, culpándolo.
Mis ojos se abrieron como platos pero ella no había terminado.
—¿Y qué crees que hizo? —continuó indignada—. Se defendió diciendo que te fuiste del club porque él no te correspondió. No solo eso, Brida, dijo que lo estabas manipulando. ¡Manipulando! Según él, siempre fue claro contigo, que sólo te veía como amiga y que lo lamentaba porque confiaba en ti pero que "siempre le pasa lo mismo con las chicas".
No me salían palabras. Apenas podía respirar.
Gretta se acercó más, me tomó del mentón y me obligó a mirarla a los ojos.
—Brida, Arnar mintió. Te dejó mal delante de todo el club. —Hizo una pausa para luego soltar la bomba atómica final —. Como si eso fuera poco. Maya lo respaldó. Dijo que era testigo de las veces que le suplicabas por atención.
—¿Qué? —apenas logré articular.
—Yo te defendí, al igual que Silvestre. Lethe pidió que no se siguiera hablando de un tema tan privado —dijo Gretta vomitando las palabras de puro enojo.—Mira —añadió extendiéndome su celular con los mensajes del grupo del que ya no formaba parte.
Si no fuera por Gretta jamás me habría enterado. Mis manos temblaban mientras tomaba el teléfono y leía los mensajes que me retrataban como no era. Cada palabra era un tiro directo al blanco.
«Que gran puntería Arnar, te felicito»
De repente, sentí que ya no podía más. Me aferré a Gretta, dejando que las lágrimas fluyeran libremente mientras el dolor de la traición me atravesaba como una daga.
«¿Cómo pudo inventar algo así? ¿Cómo tuvo el descaro de limpiar su imagen a costa de mentiras? ¡Hablar de mí a mis espaldas sin siquiera darme la oportunidad de defenderme!»
Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, intentando borrar el llanto, la rabia y la impotencia que me consumían. Algo olvidado despertó en mí, una fuerza que creí perdida: determinación.
Levanté la cabeza, miré a mi amiga lista para no dejar que esta injusticia me hundiera y solté con la voz más decidida que pude reunir:
—Esto no se va a quedar así.
Gretta entrecerró los ojos, evaluándome con cara de madre cuando intuye que su hija está a punto de hacer algo impredecible.
—¿Puedes decirle a mis padres que vuelvo dentro de un rato? —añadí.
—¿Adónde vas?
—A poner a un idiota en su lugar.
—Te acompaño.
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CZYTASZ
Efecto Arnar
RomanceBrida es una escritora aficionada que, empujada por la insistencia de su amiga, decide unirse a un club de lectura universitario. A medida que las sesiones avanzan florece un sentimiento inesperado. Enfrentándose a sus propios miedos y heridas, Brid...