Capitulo 21: El hogar que renace

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El aroma del café flotaba en el hall central, cálido y casi reconfortante, el ambiente rustico bien decorado, las paredes de madera y los hermosos ventanales daban un aire fresco al lugar . Kuyen y Ciro compartían un momento de tranquilidad, sentados en una pequeña mesa junto al ventanal. El aire entre ellos era ligero, lleno de pequeñas sonrisas y comentarios suaves.

—Yo se que no querías que le hablara, pero confía en mí, es para una buena causa. Después te lo compensare.—comentó Ciro, soplando su taza de café. Su tono mezclaba sorpresa y cierta diversión.

—No me agrada para nada que ese imbécil vaya a la base después de la reunión.—respondió el General, llevándose la taza a los labios. Sus ojos estaban fijos en ella, analíticos pero cálidos.

Antes de que pudiera continuar, los tacones de botas resonaron en el suelo de madera. Ambos alzaron la vista al unísono para encontrar a Chirimoya de pie frente a ellos. Su cabello albino brillaba bajo las luces del hall, perfectamente peinado, mientras sus ojos rojos, cortantes y calculadores, se fijaban en ambos. Su postura, con los brazos cruzados y una expresión fría, hablaba de su clara desaprobación.

—¿Puedo unirme?—preguntó Chirimoya con una falsa cortesía, aunque su tono hacía evidente que no era una solicitud real.

Kuyen dejó la taza sobre la mesa con un movimiento lento, casi deliberado.
—Adelante,  espero que te comportes Chiri. No empieces con lo mismo—dijo con un tono bajo y firme, como quien advierte por última vez.

—Al parece que no me escuchaste del todo—respondió ella, alzando una ceja mientras tomaba asiento sin esperar respuesta. Sus ojos se clavaron en Ciro, ignorando por completo la presencia de su hermano.

Ciro sostuvo la mirada de Chirimoya con serenidad, aunque podía sentir la tensión acumulándose en el ambiente. La albina tenía una presencia imponente, y sus palabras siempre llevaban un filo que buscaba cortar.

—¿Es tan difícil entenderlo, hermanito?—continuó Chirimoya, volviéndose hacia su hermano con una expresión de descontento. Sus dedos tamborileaban contra la superficie de la mesa.—Ya expresé todo sobre sus jueguitos.

El General respiró hondo, inclinándose un poco hacia adelante.—Cuida tus palabras, Chirimoya—dijo, su voz contenida pero cargada de advertencia.

—¿Y si no lo hago? —respondió ella, con una sonrisa amarga. Luego dirigió su atención a Ciro, inclinándose ligeramente hacia ella.—¿Qué se siente, doctora? Saber que estás destruyendo lo poco que queda de nuestra especie, de nuestra familia.

Ciro sintió las molestas palabras, pero mantuvo su expresión tranquila, incluso amable.
—de qué hablas, yo no los he separado—respondió con voz clara, mirando directamente a Chirimoya.

La albina soltó una risa sarcástica, inclinándose hacia atrás en su silla.—¿No? Qué conveniente. Pero aquí estás, ocupando un lugar que no te corresponde. El sabía muy bien lo que tenía que hacer a quien tenías que elegir.

—Chirimoya, basta. Si no tienes nada más que decir, que estupideces es mejor que te largues—gruñó Kuyen, poniéndose de pie de repente. La silla rechinó contra el suelo, y su imponente figura eclipsó la de su hermana.

 La silla rechinó contra el suelo, y su imponente figura eclipsó la de su hermana

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Marraqueta mal maska'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora