Capítulo 2: Reviviendo días de destrucción

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Cada minuto se hacía presente en mi memoria y me abrí paso por la verja, sentí una gota car en mi mejilla y correr a lo largo de ella hasta llegar a mi mentón ovalado y aterrizar en el suelo, luego empezaron a caer más y más, sabía que iba a llover el tiempo así lo describía pero no pensé que el tiempo pasara en un período tan corto. El olor a sangre seca se filtró en mi nariz al instante la cabeza me empezó a dar vueltas y empecé a notar rasgos comunes en un desmayo, seguí mi camino y vi allí un cuerpo tan rígido como una piedra con los ojos rojos una lagrima a medio correr en su mejilla, aún estaba húmeda y alrededor del tronco en el que suelo sentarme yacía el cuerpo y su alrededor una cinta amarilla que llevaba escrito "no pase", tan pronto como me di la vuelta allí parado en frente mío se encontraba un oficial mirándome con cierta curiosidad. Era de mediana estatura pero lo suficiente alto como para pasarme le calculé unos 1,80 metros más o menos, era rubio castaño y su tez morena como recién acabando de coger un bronceado perfecto, su contextura era fuerte sus bíceps y músculos eran grandes eso se notaba a distancia y sus ojos eran oscuros pero grandes y significativos.

-"Este lugar es propiedad privada, se supone que no debería estar aquí"- Advirtió el oficial poniendo una mueca de disgusto que sinceramente se confunde con la boca de un perro al tener rabia.

Me contuve las ganas de golpearlo así que solo asentí eufóricamente dándome la vuelta dejándolo solo y trotando, más bien corriendo hacia un arbusto para esconderme suerte que no me vio, en seguida sin titubear se puso a hablar con los guardias mientras yo aguardaba en silencio escuchando la conversación

-"Si, una muchacha tenía pinta de tener unos 16 o 17 años, tiene el cabello largo un color negro azabache, sus ojos eran azules como el cielo pero de un color intenso, blanca como un cadáver andante, búsquenla y tráiganla con vida por favor tengo unos asuntos pendientes con ella."

-"Si no es molestia preguntar ¿Puedo saber a qué tipo de asuntos se refiere?" – El muchacho se oía interesado, pero no en una forma habitual una más... pervertida.

-"Eso no es de su incumbencia, - dijo consternado ya perdiendo la paciencia - ¡Que hacen ahí parados muévanse, porque no la están buscando! – Su rostro tenía una mezcla de impotencia y confusión pero su voz fue tosca y firme, como un general dando órdenes a sus soldados.

Tenía un mal presentimiento, una parte de mí quería huir lejos de mi santuario para estar a salvo, pero en la otra estaba la necesidad de ser fuerte y luchar por mí, como sabía iba a escoger la segunda parte de mí, la terca, la que busca problemas, la que se alimenta del peligro todo el tiempo. Retuve un suspiro hasta que los pasos se dispersaron y las voces disminuían, cuando todo estuvo callado solté ese suspiro que había guardado desde el momento en que me escondí detrás del arbusto, respiré entrecortadamente tratando de buscar una explicación a todo lo que estaba pasando, no llevo ni cinco minutos aquí y todo se está saliendo de control, primero que todo ¿Qué asuntos tiene pendientes conmigo ese oficial? Por lo que yo recuerdo, no lo conozco y si el piensa sacar cuentas conmigo por algo será, lo más probable es que me crea sospechosa del asesinato de la mujer que estaba tendida y muerta en mi tronco, cosa que no iba a decir en voz alta estaba tumbada en el pasto contando las estrellas esperando algún indicio para ponerme alerta, todos mis sentidos deben estar alerta pero... hoy no quiero estarlo, se supone que hoy iba a liberar mi estrés acumulado pero con tantos policías persiguiéndome culpándome de algo que no hice, no debo hacer suposiciones de ese tipo yo no conocía a la mujer por lo tanto no soy culpable, solo soy una sospechosa más porque las pistas se acaban y no encuentran a quién culpar.

Me dispuse a salir de mi recóndito escondite pero cuando ya iba por el décimo paso una rama crujió al contacto con mi bota, cuando volteé un perro venía a toda prisa, se acercaba a mí no lo pensé dos veces y cuando me di cuenta estaba corriendo porqué lo hacía eso solo atestiguaría más sospechas en mi contra, conozco el sistema judicial y la primera frase célebre es : "El que nada debe, nada teme". Frené en seco y giré sobre mis talones nada más que para encontrarme con el mismo policía que dijo que tenía asuntos pendientes conmigo, alce las manos en señal de rendimiento.

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