Capitulo 7:

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 Y salen de aquel templo. Los dos juntos, de nuevo. El mago con la mujer en brazos, su cuerpo inerte está frío, demasiado frío incluso para su condición de vástago. La mece en brazos suavemente, la desnudez de su cuerpo, pálido como la luna. La aprieta contra sí en un vano intento de darle calor. Las sábanas con la que la cubre se ciernen sobre ella, quiere protegerla, necesita protegerla.

Llegan al coche, un mercedes descapotable de color blanco. Con sumo cuidado deja el cuerpo de Pandora en el asiento del copiloto. El cabello le cae sobre el rostro, él se lo separa cariñosamente, sonriendo.

- Saldrás de esta, pequeña, ya lo veras -murmura inclinándose sobre ella mientras le besa la frente, casi en plan paternalista. Y cierra la puerta.

Conducen por las calles de la ciudad rumbo a su casa. Cuando por fin, después de ver tantas atrocidades a tan tardía hora, llegan al edificio, él la toma en brazos de nuevo para llevarla al ascensor. Este se detiene en el último piso, el ático de su propiedad. La puerta de mármol se abre cuando él sopla sobre ella. Deja a Pandora en su cuarto, están solos, no se oye a nadie.

Y la contempla. Contempla su rostro angelical, tan sereno, tan hermoso. Su cuerpo, tan pálido como la luna, tan frío como el hielo. El cabello de color azabache que cae sobre la almohada. Y toma su mano colocándola entre las suyas, la acaricia, ella tiene que notar que no está sola, que le tiene al lado, que está allí para protegerla, tiene que despertar de ese profundo sueño en el que se halla, tiene que volver a la realidad, comprender que nada de lo que ese vástago dijo es cierto.

Él cierra los ojos apoyando su frente en la fría mano de Pandora, parece próximo al llanto, cuando de repente, vuelve a oírse ese gemido, ese lamento que vuelve a escapar de la dulce garganta de la joven. Y sus ojos se abren desmesuradamente, respira con dificultad, aprieta con fuerza la mano del mago pero no pronuncia palabra.

- Schsss...tranquila - le dice- el séptimo de caballería llegó justo a tiempo- aprieta la mano de ella sonriendo contento, aunque no quiera admitirlo, de que la joven haya vuelto en sí.

La respiración de Pandora comienza a relajarse. Se da cuenta de que esta a salvo, de nuevo en el hogar que comparte con el mago, sin ningún peligro que la aceche, sólo los que ya tenia antes, peligros a los que ya se enfrentó, peligros que nunca, por muchas cosas que sucedan, dejarán que escape.

Y mira al mago, en su rostro, cuyas facciones han vuelto a la normalidad, se dibuja una sonrisa. Le ama, y otra vez más le ha salvado la vida y se lo agradece. Sus dedos entrelazan con los de él, su cuerpo se desliza hacia el del mago, acerca sus labios y le besa, suavemente al principio, rápidamente después, las lenguas se juntan, juegan la una con la otra, buscándose, saboreándose, y los ojos de ambos se cierran recuperando el tiempo perdido.

                                                                         Lady Pandora Sheridan Van Hull, Baronesa de Verona.


Catacumbas ©  [Historia Corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora