Capitulo 11 -Interludio-

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Aquel hombre se corrió a un lado, dando lugar a quien, seguramente narraría su parte en la historia. Cogió la pluma y en un carraspeo empezó a escribir. Las palabras fluían y se podía escuchar su eco en la mente. El sujeto paraba, estiraba su brazo y continuaba. De vez en cuando tronaba sus dedos luego de un largo rato de escritura.

El hombre se inclinaba, verificaba la veracidad de su escrito. Claramente no quería ser difamado, y quería asegurarse que no existiese controversia entre las partes.

Cogió una hoja con las puntas de los dedos y paso de página. Al cabo de unos segundos comenzó a zapatear. La madera tranqueteaba, la silla chillaba y la pluma goteaba en el tintero. Su rostro se ensombreció y en su semblante se avistaba notorios rasgos de un disgusto aparente.

De un salto corrió su silla, ayudandose con el impulso tomado desde la mesa, y se paró. Parado en el medio de esa habitación  pateó el polvo del suelo. Momentos después, su enojo habia sido apasigüado. La hoja quedó tirada en el piso echa un bollo.

Sin embargo seguía concentrado. Haciendo recorrer su pluma en una nueva hoja. Todo era plasido. Un ambiente cálido y silencioso, hasta que una luz se asomó por debajo de la puerta. En el fondo de la habitación una sombra se proyectaba tras esa luminosidad. La madera tranqueteaba y la comodidad del sujeto fue corrompiada por el sonoro toc - toc en la puerta.

Nadie respondió ni dentro ni fuera de la habitación. No esperaba visitas y menos aún en ese entonces. Pocos sabían de su presencia allí. Su labor quedó en pausa. Su pluma yacía de nuevo en el tintero. Dejó de moverse en la silla como acostumbraba y respiró hondo.

La puerta fue golpeada con más fuerza. Nadie se movió. Tras un par de minutos todo estaba en paz, pero duró poco cuando de repente la puerta cayó dentro de la habitacion levantando todo el polvo que estaba acomulado. Detras de esa neblina una silueta se divisó. El escritor seguía dandole la espalda y sin inmutarse.

La silueta de esa criatura avanzó velozmente con sus sernidas garras. Un ojo por el cual veía ya había recorrido con la mirada todo el contenido de ese cuarto. Las garras cayeron hacia la cabeza del hombre. Quieto y sin más miramientos se esfumó, apareciendo justo detrás de aquella criatura. Al cabo de unos minutos el desorden se propagó. Libros de estanterías descebrajados, hojas partidas y rasadas con uñas, lámparas y velas apagadas y mucha tinte azul.

Una vez detras de ella, extendió su mano tan afilada como un puñal de oxidiana y se lo clavó. Auque su sexto sentido puedo percibir su aparición, no era su punto ciego. La criatura elevó su cola golpiando la sien del hombre. El golpe no lo noqueó pero dejó destrozado consigo unas estanterías.

Quitó de sí los escombros, y dando un salto por encima de la cola golpeó su costado derecho. Desequilibrada, comenzó a tambalearse. El hombre no dubitó, se esfumó del suelo sin que su persiguidor se percatara y dio contra el torax de la criatura. Un crugido sonoro daba indicio del daño allegado. Sus brazos instintivamente cubrieron su pecho. Su ojo no lo visualizaba. Fuertes coletazos y graznidos poco comunes delataban su desesperación.

Algo faltaba en concretarse.  El combate no se daba por terminar. Dichos movimientos no bastaron para acabarlo. Los dientes secretaban una mucosa verdosa. En un abrir y cerrar de ojos su boca se amplió de tamaño, su pecho cicatrizó y comenzó a inflarse como si se estuviese reteniendo aire dentro. Parado en el límite entre la puerta y el pasillo el escritor observaba.

Luego de tanto preparativo, la mucosa fue lanzada contra su objetivo. El disparo fue esquivado por él, quedando así plasmada en el borde de la pared. Arremetiendo contra la bestia volvió a esfumarse pero mucho más no pudo hacer. El suelo se tornó baboso. Más de un intento por arremeter desde abajo fue inhibido.

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