Capitulo 2

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Al norte nadie iba. La tierra se había expandido aún más y lo desconocido asustaba. Preferían mantenerse dentro del círculo de nuestra comunidad. Quienes se fueron jamás volvieron. El mundo es incierto, si te encuentras allí afuera y la tierra crece, puedes no regresar.

La ubicación del destierro nadie la ha encontrado. Muchos se aventuran al norte para buscar a sus seres amados. Nadie quiso correr aquel riesgo por el anciano. Poco a poco se fue perdiendo en el horizonte haciéndose cada vez más pequeño.

A la mañana siguiente tres hombres fueron a plantarle un dilema a mi padre. Él los escucho atentamente.

Hemos encontrado a un joven proveniente del norte -dijo norte muy marcadamente - Es un chico llamado Ben. Se fue hace tres lunas. No es el mismo - extendió su brazo hacia atrás para que Lorent viera aquellos dos sujetos de sus espaldas. Estaban lastimados. Lo extraño eran sus heridas. No sangraban. Se detectaba un fuerte hedor a putrefacción.

El intérprete se acercó. Los examinó. Unos leves bordes verdosos le llamaron la atención.

-Fuimos a recogerlo - continuó aquel hombre - Se veía diferente. Sus ojos... eran rojos - hizo una pausa. Se rasco la cabeza y prosiguió - Cuando nos vio se quedó quieto. Parecía como si nos plantásemos en su territorio. Caminó hacia nosotros y con hábiles movimientos nos atacó.

Lorent no daba crédito a lo que oía. El portal estaba cerrado. Era imposible que el joven Ben lo haya  encontrado. Y si lo hubiese echo, jamás lo podría haber abierto. Un sudor frío corrió por la frente de mi padre. Mil veces pensaba en la furia de los Micrass por no devolver a los de su raza. Pero ellos habían adoptado nuestra forma. No podía presentirlos.

- ¿Donde está el chico? - su mirada se tornó seria.

Ese chico se escabulló en el bosque. Si los Crampers lo encontraron ya lo puedes dar por muerto. Si fuese tú, no lo llamaría por su nombre. No reacciona - hizo un pausa para redirigirse hacia el tema que más le importaba - Pero qué debo hacer. Mis hombres no pueden trabajar pese al dolor - esos dos hombres estaban anonadados. Sus ojos no podían creer lo que habían visto- ¿Recomiendas qué les de Lacrea?

No creo que sirva de mucho. Lacrea es un antídoto para el envenenamiento. No para la putrefacción - volvió a mirar las heridas y concluyó - córtales el brazo. Sino en menos de un día puedes perder a dos grandes hombres.

No... No puedo permitir eso - estaba aterrado - No es costumbre...

O lo haces o mueren - se dio la vuelta, caminó cinco pasos y dijo - Si vuelves a ver a ese chico dile que me busque.

Era la primera vez que un Micrass atacaba a un humano. El joven Ben seguro se topó con uno. Lo habría matado y luego adoptado su aspecto. No era normal. Todos los Micrass que viven en la comunidad, si tenían algún inconveniente se lo planteaban a Lorent. La sola idea de que aquel Micrass no perteneciera a la comunidad aterraba. Significaba que pudo evadir el portal. Encontró una falla. Eso o se habían rebelado.

En el camino mi padre revelaba ciertas dudas. Era un conflicto que desataría una guerra a la cual ha querido evitar. Tras un descarte de pensamientos, decidió ir al portal. Caminó tres días seguidos. Se alimento de pequeñas bayas silvestres. Se sumergió en un lago, mucho más amplio que el que se encontraba dentro de las inmediaciones del pueblo. Llevaba puesto una camisa desgastada y un chaleco negro. Usaba unos pantalones de hilo marrón e iba descalzo. Ropa ligera para un viaje largo.

Mientras tanto no podía dejar de pensar en Ben. Hijo del herrero del pueblo, un muchacho aventurero al que había que educar. Ansioso por lo desconocido se alejó del pueblo. No hacía mal su labor pero no era sitio para él. Una vez recorrido el este, el oeste y el sur, fue por el norte. Desapareció y nadie hubiese pensado que regresaría; menos aún de esa forma.

Lorent les mostró a los Micrass cómo se ve un humano. Cómo actúa y demás costumbres. Les otorgó un cuerpo muerto para que imitasen su apariencia. La deformaban un poco, evitaban ser similares y se hacían pasar por un humano de otro mundo. Luego el cuerpo volvía a la tierra. El caso de Ben fue excepcional.

Llegado el día, el interprete se introduzco en una cueva. Iluminó la zona con una antorcha bien elaborada. El sitio era oscuro. Se olía la humedad, las paredes eran mohosas y el suelo frío. Presentía que algo iba mal. Se paró en seco y luego volteó. No había nadie tras sus espaldas. Llegó hasta el portal, todo parecía normal. Pero entonces lo vio. Grandes garras rallaron la piedra. El intérprete había bloqueado la interfaz por medio de una gran roca. Eso no era suficiente así que mencionó un hechizo.

Nadie sabía que poseía esa habilidad. No era bueno que lo supiesen. Así que lo utilizaba en casos extraordinarios. Y este fue uno. Ninguna bestia pudo haber hecho eso. Todo estaba planeado. La piedra no podría ser dañada y la tierra, al seguir expandiéndose dificultaría el hallazgo del portal. Pero todos sus esfuerzos fueron en vano. El conjuro fue corrompido, aunque eso no fue suficiente para reabrir la conexión. Ningún Micrass pasó. Algo no le cuadrada. En su mente resonaba una voz.

Sus ojos... eran rojos - era aquel hombre de hacía tres días.

El pueblo estaba en peligro. Aquella criatura no era propia de ninguno de los dos mundos. Los dioses son crueles. Y no se cansan jamás. Somos producto de su diversión, un experimento de su creación. Es así que concluyeron en la formación de un tercer mundo: el de la oscuridad.

El InterpreteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora