Capitulo 4

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Fue una larga noche. Mi padre me ordenó que me fuera. De ahora en adelante debía seguir solo, no debía mirar hacia atrás. Su momento había llegado. Y aunque me cueste creerlo a cada hombre le llega la muerte. Algunos, como en el caso de mi padre antes de tiempo. Quería resistirme, intentar pelear, gritar y huir.  Pero me callé, lo abrasé y agachando la cabeza corrí. Todo individuo nace con un don. El de mi padre, fue la sabiduría, y eso le costo la vida. El mío era el don de las sombras. Es por eso que ese lacayo no pudo atraparme.

Es raro que me haya dirigido a mi padre por su nombre pero el lo quería así. En su juventud pecó de lujuria. Conoció a mi madre en una mañana de otoño. Vestida con una larga falda verdosa. Él iba de camino hacia el norte, explorando las nuevas zonas surgidas.

Fue raro, hasta ese entonces se desconocía la existencia del portal y de las fallas. Aquel portal no volvió a aparecer. Una vez que mi madre me dio a luz, se sumergió en el norte. Mi padre no la volvió a ver, y una vez adquirido el don de la sabiduría razonó qué era lo más conveniente. Si regresaba con un niño, le preguntarían donde esta la madre del crío. Si les decía la verdad se alarmarían, en cambio si me ocultaba, todo parecería normal. Mi padre regresaría de lo desconocido después de una quincena. Diría que se perdió y que los dioses lo guiaron para su regreso. Y así es como sucedió.

Nadie en la aldea sabía de mi existencia. Todo lo que les he contado, es porque fui testigo de ello. Verán, cuando era tan solo un crío encontré en el norte una extraña piedra negra. Brillaba en el sol y palidecía en la oscuridad. Cualquier piedra reacciona igual, aunque cuando la toqué, sentí un extraño escalofrío. La cogí sin más miramientos y me la guardé.

En ese entonces mi padre no tenía gran afecto hacia mi. Claro, era un accidente, el niño no deseado. Volví a la cabaña, que en ese momento estaba siendo fabricada, y esperé. Este hogar se construyó con el propósito de evitar ser avistado. Es por eso su semejanza a un gran árbol.

Una vez que Lorent adquirió tal don, se percató de mi existencia, y comenzamos a convivir en el bosque como una familia. Un día mi padre en pleno ocaso se había enojado conmigo por no entender una de sus lecciones, y me arrojó una rama. Yo apreté con todas mis fuerzas esa roca y la rama cayó al suelo. Fue la primera vez que fui testigo de mi poder. En cambio mi padre me agarró del brazo, presionó sobre él y mi preciosa piedra fue a parar en sus manos. Una furia instintiva nació de mí. No era el enojo de un chiquillo al que se le haya sacado un juguete, sino algo más. Entonces cuando ya había oscurecido, me moví velozmente y sin usar las manos, recuperé la piedra. Me había vuelto un velo en la oscuridad. Algo tan rápido como la luz en el día. Se había esfumado mi cuerpo y adquirí la forma de un manto negro. Después de esa noche mi padre lo comprendió.

Esa piedra no era ninguna proeza. Solo lo era para mí. Cuando uno es pequeño le otorga un grado de valor a sus objetos. Es raro pensar que aquella piedra lo fuese para mi. Sin embargo una vez ocurrido esto la lancé y luego me desvanecí. Fue una extraña experiencia, me sentí débil y mis fuerzas fallaron. Todo había ocurrido tan de repente que no supe en qué momento habíamos regresado. Bajé de mi cuarto, me había quedado dormido. Estaba agotado después de todo. Lorent me esperaba.

No puedo creer lo que has echo - hablaba como si no me reconociese.

Yo no quería ... lo lamento - bajé la cabeza y esperé la reprimenda.

Te enseñare cómo usarlo - hizo una pausa - Pero me tendrás que prometer una cosa. Jamás usarlo para mal alguno. Tiempos difíciles se acercan y la oscuridad viene con ellos.

Fue la primera vez que escuchaba ese término para referirse a otra cosa que no sea la noche misma. Es algo que no se puede definir. Es como el bien. Nosotros cuando decimos que el bien es lo bueno, estamos cometiendo un error. El bien es simplemente eso. Pasa lo mismo con la oscuridad, muchos sienten miedo al nombrarla o bien cuando llega el anochecer. En cambio yo siento simpatía, curiosidad e interés. Me gusta sentir cuando me toca la piel, me da calidez.

Al paso de los años descubrí nuevas formas de usar este poder. Un día estaba viendo mi reflejo en un arroyo cercano. Era borroso, no podía apreciar mi imagen. Entonces decidí hacer figuras con las sombras. Hice un conejo, un cisne y demás especies exóticas. La verdad es que aquellas bestias son poco comunes. Habrán aparecido dos o tres veces en nuestro mundo. Yo prefiero a los Crampers.

Al cabo de un rato, esas figuras comenzaron a tomar formar. Completaban su organismo. El conejo al cual solo le había otorgado la cabeza, desprendió sus dos patas delanteras, y luego con gran esfuerzo los cuartos traseros junto con su cola mullida. Se quedaron estáticos frente a mi. ¿Qué debía hacer? Me los quedé mirando, eran la fuente de mi creación. Aquello que ningún humano ordinario sería capaz de lograr jamás. Entonces comenzaron a emitir ruidos anormales, sonidos que no son propios de un conejo o de tal animal que representé. Ellos hablaban, tenían una lengua. Lo supe por cómo se miraban y por los gestos que utilizaban. Era sorprendente, fui corriendo a mostrárselo a mi padre.

Él acudió pero fue testigo de un pleno ocaso. Aquellos entes se habían esfumado tras la llegada de la noche. Intenté reproducir el hecho pero no lo logré hasta meses después. Llegado el momento pude comprenderlos y responderles. Ellos surgían en el día, eran sobras con las habilidades propias de la figura que les otorgué.

Llegado mi decimocuarto cumple años, experimenté con mi sombra. Si uno toma relevancia de la misma, puede darse cuenta que no tenemos una sombra sola. Verán, si proyectan su mano en plena luz del día, podrán ver una sombra bien definida. Oscura y bien marcada, pero si se fijan con atención, se despliega de la misma unos bordes menos intensos. A veces son pequeños, otras veces son un calco alargado de la sombra. Todo depende de la luz y de la lejanía en que estés para saber con esa actitud cuántas representaciones de ti tendrás. Yo ese día pude ver tres formas. Una negra y dos más claras. Es fácil verlas, lo difícil es darles vida.

En los días que estaba asolado, puesto mi padre se había ido a cumplir su deber para con el pueblo, me escabullí y fui a las montañas. Proyecté una serie de sombras. Les di vida y les otorgué una misión. Ser precavidas, investigar los sucesos del pueblo, y si llegase el caso de ser seguidas, que se desvaneciesen. Es por eso que se tanto del pueblo. He indagado en cada uno de sus habitantes sin estar explícitamente presente.

Las sombras venían hacia mi y se funcionaban con mi cuerpo. Cada una me traía nueva información. Tenían un lapsus obligatorio para regresar, no lo podían evitar. Llegada la noche, se unían a la oscuridad y volvían. Cada día indagaba más, pero sabía poco y nada del norte. Es por ello que las redirigí hacia esa dirección. Fue la primera vez que lo vi. Había llegado desde una falla de nuestro mundo con el suyo. Odiaba la luz. Tuvo suerte de encontrarse con aquel joven. Necesitaba su cuerpo para ocultarse del destello solar. No tenía razón de ser. Solo actuaba cuando se entrometían en su camino. Y esos hombres lo hicieron y dos se llevaron una pena de muerte.

Ahora se que no lo buscaba a mi padre. Que no tenía interés alguno por la raza humana. Si hubiese sido necesario la habría destruido. Aquella bestia había venido por mi.

El InterpreteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora