¿Dónde esta todo el mundo?
Acabo de entrar por la puerta principal y me ha recibido el silencio. Me sentí tonta por un momento al creer que estarían aún en el recibidor. Vincent habrá recibido a sus familiares y supuse que se encontrarían en el gran salón o quizás en un enorme comedor que di por hecho que tendrían. Sin embargo, no hay nadie. Al instante, pensé lo peor: Que Vincent me había mentido y no habría ninguna cena familiar y seríamos solo él y yo. No obstante, al adentrarme por completo en el salón para calentarme las manos en la chimenea, he visto varias chaquetas acomodadas con delicadeza en un perchero.
¿Serán de Vincent?
Lo descarto ya que continúo mirando las prendas y hay varios modelitos aparentemente femeninos, por lo que deben de haber llegado y estar en algún lado.
¿Y si están fuera?
Hago caso a mis instintos y salgo de la sala común dirigiéndome a la zona trasera. La puerta se encuentra entornada y a medida que me voy acercando soy capaz de distinguir risas y el tintineo de copas. Trato de mirar por el pequeño hueco de la puerta y consigo ver algunas siluetas varoniles, desconocidas para mí. Serán sus familiares. De pronto, un hombre se sitúa al lado de otro y lo reconozco. Ese es Vincent.
Aún no me ha visto, así que cómo parece que están todos reunidos fuera, podría aprovechar a realizar una de mis misiones: devolver el vestido verde.
Puede que sea estúpido, estoy segura de que Gabi opinaría eso mismo, sin embargo, debo de hacerlo porque, si no, sentiré que me he fallado a mí misma. Que Vincent me hubiese pedido de forma indirecta —y amable— si podía ponerme este regalo me ha chocado más de lo que me gustaría. No pude sacármelo de la cabeza en toda la tarde. Es decir, ¿es tan importante para él? Pero, la cuestión no es solo esa, sino que me lo planteé como una posibilidad y decidí ponérmelo y casi me arrepentí por lo bello que era. Me encanta el vestido, pero hacerle ese pequeño favor a Vincent... ¿Por qué quise "complacerlo"? Solo pensarlo me eriza la piel. Se supone que aborrezco a Vincent, que se haya portado ligeramente amable hoy no significa que sea un buen hombre. Además, en mis condiciones aclaré que no iba a recibir regalos de su parte, y aunque este sea anterior a mis peticiones, quiero marcar mis límites. Porque, sencillamente, así es Vincent Tjäder. Así me lo ha mostrado todas las veces que he estado en su presencia, y no debo sentir pena por lo que vi hoy.
Él es una mala persona y no aceptaré que trate de manipularme de ninguna forma, ni con vestidos ni con fingida amabilidad. Solo haré mi trabajo y por eso mismo estoy aquí.
Doy tres pasos hacia atrás y me dirijo directamente a su dormitorio.
Conozco el camino, por lo que en dos minutos estoy allí tras subir las escaleras y atravesar otras estancias. La puerta está cerrada por lo que pongo la oreja en la puerta, verificando si alguien se encuentra allí. No es así.
Me doy la libertad de entrar, con algo de temor que haya otra persona en su dormitorio, aunque, para mi suerte estoy sola.
La habitación está a oscuras, a excepción de la luz rojiza de la chimenea que ilumina levemente la estancia. Entro y no cierro detrás de mí, la dejo entreabierta ya que lo único que debo hacer es dejar el vestido encima de la cama. Me ubico con la poca iluminación, no quiero encender la luz para disminuir la posibilidad de que me pille.
¡Qué calor hace! Me desabrocho el abrigo, aunque no me lo quito.
Abro el bolso y cuando estoy a punto de extenderlo encima de la cama, la luz se enciende de un momento a otro, y actúo por autoreflejo. Oculto su presente lo más rápido que puedo detrás mía. Creo que lo hice a tiempo.
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El secreto de Rímini. ©
RomanceRímini no era la ciudad costera y hermosa que creyó Meena Rakt al aceptar una propuesta laboral que la guiaría a dicho lugar, queriendo dejar atrás a su pasado. La ciudad esconde secretos y misterios que se propone a descubrir, entrelazando su des...