𝟏𝟐: ¿tu casa o la mía?

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Elena apartó la mirada rápidamente, tratando de ignorar la manera en que su pulso se aceleraba

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Elena apartó la mirada rápidamente, tratando de ignorar la manera en que su pulso se aceleraba. Actuar como si Klaus no estuviera allí era lo más sensato, lo más seguro. Pero era imposible.

No cuando podía sentir su presencia como una sombra persistente en el lugar.

─ Elena.

La voz de Stefan la sacó de su trance, y al mirarlo, notó la preocupación en sus ojos.

─ ¿Qué pasa? ─ preguntó él en voz baja, inclinándose ligeramente hacia ella.

Elena forzó una sonrisa.

─ Nada ─ mintió ─ solo estaba distraída.

Stefan la observó por un momento más, y por un segundo temió que pudiera leer la verdad en su rostro. Pero antes de que pudiera decir algo más, Caroline exclamó:

─ Oh, genial. Como si el día no pudiera empeorar.

Elena no necesitó preguntar a qué se refería. Lo supo en cuanto escuchó la voz inconfundible que se acercaba a su mesa.

─ Vaya, vaya, qué encantadora reunión ─ murmuró Klaus con su tono habitual de diversión.

El silencio se extendió inmediatamente en la mesa. Stefan se tensó. Damon dejó escapar un suspiro exasperado, y Bonnie fulminó a Klaus con la mirada.

─ ¿Qué quieres? ─ espetó Stefan, su voz cortante.

Klaus sonrió, como si la hostilidad de todos fuera poco más que un entretenimiento para él.

─ Solo pasaba a saludar. Después de todo, Mystic Falls tiene un encanto al que uno no puede resistirse ─ dijo Klaus.

Elena lo miró fijamente, tratando de descifrar sus intenciones. Klaus no hacía nada sin un propósito.

─ Pues sigue de largo ─ soltó Caroline con los brazos cruzados ─ nadie te quiere aquí.

Klaus ladeó la cabeza con una sonrisa burlona.

─ Oh, amor, siempre tan cálida y acogedora.

Caroline resopló, pero Klaus ya no le prestaba atención. Su mirada se deslizó hacia Elena, y el aire pareció espesarse entre ellos.

─ Elena ─ pronunció su nombre con esa cadencia melódica que la hacía sentir vulnerable.

Su garganta se secó.

Quería ignorarlo. Quería fingir que su presencia no la afectaba. Pero cuando lo miró a los ojos, sintió que el suelo bajo sus pies se volvía inestable.

Klaus no apartó la mirada.

Y Elena supo, con una certeza aterradora, que esto era solo el principio.

Elena tragó en seco y sostuvo la mirada de Klaus, intentando parecer indiferente, como si su presencia no significara nada. Como si su corazón no latiera con fuerza dentro de su pecho.

𝐔𝐍 𝐃𝐈́𝐀, 𝐓𝐑𝐄𝐒 𝐎𝐓𝐎𝐍̃𝐎𝐒 ── klaus mikaelson » elena gilbert Donde viven las historias. Descúbrelo ahora