Capítulo 1. "There's no place like home"

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Capítulo 1.

"There's no place like home"


Un mes. Tenía sólo un mes para desalojar la propiedad que había sido mi hogar desde hacía casi diez años antes de que se adueñara de ella. Las palabras del agente del banco me habían tomado con la guardia baja, abofeteándome con la brutal realidad de mi situación.

Un mísero mes. Había creído que me darían más tiempo, que se apiadarían de mí. Pero esa gente no se permite empatía alguna por los demás. Ni siquiera se inmutan ante mi luto; sólo hacen su trabajo.

Miré a través de la ventana de la cocina, con los codos sobre la mesa, tamborileando nerviosamente los dedos sobre la superficie de madera con un suave repiqueo, desesperado. Estaba perdido. No tenía a dónde ir, no podía mantener la casa por mí mismo aunque quisiera, y tampoco podía costear una nueva con mis escasos fondos.

Había cometido el error de vivir en un sueño, en una burbuja que me alejaba de una realidad descolorida y penosa, esperando que todos los problemas quedaran fuera de ella y yo pudiese seguir viviendo despreocupado del mundo. Pero esa burbuja estalló, revelándome que mi vida se encontraba aún más vacía de lo que habría creído.
Es triste saber que no posees el cobijo de un hogar. Hace algún tiempo que yo dejé de pertenecer a uno. Jamás había estado tan sólo, en una ciudad ajena, sin nadie más a quién recurrir. Solo yo. Y la soledad, que antes solía ser tan buena amiga mía, me ahogaba ahora silenciosamente en las turbias profundidades. Lo único que me quedaba era mi música, con suerte; no tenía nada más.

Pennsylvania fue la ciudad que me vio crecer, en la que viví junto con mis padres por muchos años. Desde que era niño, vi en la música a un fiel confidente, un amigo que prometía acompañarme siempre, en las buenas y en las malas. Podía pasar horas escuchándola, perdiéndome en su color y forma, en todas aquellas emociones que me transmitía. Era como si habláramos en nuestro propio lenguaje secreto.
Recuerdo sentarme en el piano tocando melodías junto con mi madre casi cada tarde. Extraño esos días, cuando no tenía que preocuparme por nada y podía simplemente reír y cantar y tocar sin responsabilidad alguna.

Mi primera guitarra me fue obsequiada en mi cumpleaños número doce; insistí mucho para conseguirla, y no cabía en mí de la emoción cuando finalmente la tuve entre mis manos. Nunca asistí a una sola lección de guitarra. Preferí aprender a tocarla por mí mismo.

Fue entrando a la adolescencia cuando la música de rock invadió mi mundo por completo. Trabajé todo un verano en el taller de mi padre y ahorré durante meses para poder comprarme una guitarra nueva, eléctrica esta vez. Una Yamaha Telecaster Pacífica en color ébano. ¡Era mi adoración! Nirvana pronto apareció en mi vida y se convirtió en mi más grande inspiración. Fue entonces cuando descubrí mi pasión por el rock, y no podía imaginar otra cosa para mi futuro.

Terminé la preparatoria con mi sueño muy presente, decidido a perseguirlo hasta ser una leyenda. Pero los eventos que sucedieron a continuación no fueron precisamente lo que esperaba. Un trágico accidente automovilístico tomó la vida de mis padres sin avisar. Tuve que mudarme entonces con mi tía, viuda del hermano mayor de mi padre, a la desconocida ciudad de Toronto, Ontario, Canadá. Dejé mi país atrás.
Hube vivido con ella desde entonces, mi única familia. O, al menos, lo era.

Soporté todo un año en la escuela de Leyes antes de renunciar definitivamente a ello – que considero, fue un gran aguante de mi parte –, haciendo oficial el hecho que ya había anticipado: eso no era lo mío. Yo estaba destinado a la música, y me dediqué plenamente a ella a partir de ese momento.

Conseguí un trabajo de medio tiempo en una tienda de música que estaba a unas cuantas cuadras de la casa de mi tía; la paga no era exorbitante, pero lo completaba con el dinero que recibía tocando por las noches en bares y otros lugares. Era mi manera de dar apoyo económico a mi tía – que era jubilada y recibía pensiones mensuales que cubrían nuestros gastos básicos – sin dejar de hacer lo que me apasionaba. Y eso nos bastó por un buen tiempo, debo admitir. Hasta que sus enfermedades crónicas tomaron lo mejor de ella, dejándome sólo de nueva cuenta.

Love me, Hate meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora