Capítulo 4. "A little white porch"

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Capítulo 4.

"A little white porch"


Pasó la hora del almuerzo y, un par de horas más tarde, mi turno hubo acabado. El cielo se mostraba despejado y soleado como toda cálida tarde de finales de Julio en Toronto; el verano radiando en su pleno esplendor.

Eran alrededor de las cuatro y media cuando salí del trabajo, y me dirigí inmediatamente a la dirección indicada en el papel que Gary el cantinero me había dado. Había tráfico en las calles, ciertamente, pero no tardé mucho en llegar a mi destino. Por fortuna, no quedaba muy lejos de mi trabajo - lo que sería una gran ventaja si me proponía vivir allí.

El vecindario era tranquilo, no parecía haber gran movimiento por allí, y eso me agradaba. Conduje por la calle, pasando frente a cada una de las casas en busca del número señalado en la dirección. No me tomó mucho dar con la casa.

Era, en efecto, una casa bonita, de un estilo conservador, con un pequeño porche al frente - en el que se encontraba aparcada una flamante motocicleta Harley Davidson de color azul marino -; las paredes estaban pintadas de un sencillo blanco; era de un solo piso, pero parecía tener el espacio justo. Un estrecho pasillo lateral, bordeado por arbustos bajos, llevaba a un patio trasero. Algunos arbustos adornaban también la parte delantera de la casa. Francamente, la propiedad lucía bastante bien.

Titubeé al estacionar mi humilde Honda frente al porche, pero procuré no estorbar a la motocicleta, en caso de que necesitase salir o lo que fuere. Apagué el motor y suspiré, permaneciendo dentro del auto por un instante, admirando el exterior de la casa a través de la ventanilla de conductor. Respiré hondo y finalmente me decidí a salir del vehículo. Estaba aterrado, a decir verdad; no estaba completamente seguro de lo que me deparaba en ese lugar, ni si era la mejor opción para mí después de todo, pero no podía echarme para atrás así como así. Eso lo sabía.

Me quedé unos pocos segundos ahí parado, tan solo mirando la casa sin atreverme a dar un solo paso hacia la puerta, pero finalmente mi cerebro mandó la orden y caminé hacia el pórtico. Toqué el timbre una vez y esperé frente a la puerta, retorciendo mis dedos nerviosamente a mis espaldas. Si tan sólo fuera todo tan fácil como aparentaba...

La puerta se abrió apenas lo suficiente para que una curiosa cabecita peluda se asomara, emitiendo ladridos exaltados que me sobresaltaron.

- ¡Hazte a un lado, Mabel! - la voz de Adam llamó la atención del cachorro Golden Retriever, que fue apartado del camino con un suave puntapié.

El pelinegro apareció frente a mí, abriendo la puerta un poco más, de modo que pudiera verle sin obstáculos de por medio. Sus ojos, de un cautivante azul grisáceo, se encontraron con los míos, y una sonrisa se dibujó en su rostro, robándome el aliento por un segundo.

- ¡Ben, hola! Eres realmente puntual. - saludó, con esa actitud jovial y despreocupada que comenzaba a agradarme. - Adelante, pasa.

- Hola, gracias. - sonreí de vuelta, e hice como me indicó.

La pequeña Golden Retriever se encontraba sentada a un lado para no estorbar el paso, jadeando con la lengua de fuera, esperando a que la puerta se cerrara de nuevo para levantarse y dar vueltas alrededor de nuestros pies entusiasmadamente. Olfateó mis zapatos, ladrando frenéticamente, y comprendí que debía haber percibido el olor de Lewey.

- Mabel, ve a tu cama. - ordenó Adam, sin necesidad de alzar la voz para demostrar su autoridad. El cachorro agitó la cola y rápidamente desapareció por el pasillo. - Disculpa. Es un poco latosa al principio, pero estoy entrenándola. - se excusó.

Love me, Hate meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora