Capítulo 3. "I'll be coming home"

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Capítulo 3.

"I'll be coming home"


El reloj despertador me sobresaltó con su estrepitoso chirrido de cada mañana. Emití un gemido de protesta, hundiendo mi cara contra la almohada. Era la inevitable lucha de todos los días. Estiré un brazo y tenté con la mano sobre la mesa de noche hasta encontrar mi objetivo, golpeando en botón de apagado y callando así al infernal ruido del despertador.

De mala gana, me arrastré fuera de la cama, frotando mis ojos con los puños y desperezándome, tratando de sacudir de esta manera los vestigios del sueño sin mucho éxito. No porque me costase levantarme en las mañanas – mentira, ¿a quién no le gusta quedarse un rato más en cama? –, sino porque durante los últimos días me había despertado a mitad de la noche, agitado y aterrado, por culpa de alguna pesadilla. Había comenzado a tenerlas desde la muerte de mi tía, por lo que mis horas de sueño se habían reducido.

Me introduje al baño para lavarme la cara. La imagen en el espejo era poco prometedora: oscuras ojeras estaban pintadas debajo de mis ojos, evidenciando mi falta de sueño, y la palidez de mi piel no era de gran ayuda para disimularlo. El cabello me caía sobre la frente, y lo aparté con una mano, despejando mi cara.

Me tomó menos de cinco minutos vestirme y bajar a la cocina a desayunar un platón de cereales. Al sentarme en la mesa, un ronroneo captó mi atención de inmediato. Miré hacia un lado para localizar al emisor de tal sonido, para encontrarme con mi adorada bola de pelos sentada sobre sus cuartos traseros, mirándome con súplica pintada en sus brillantes ojos felinos. Sonreí, empujando la silla un poco con el fin de proporcionarle espacio suficiente para que trepara hasta mi regazo, como hizo al instante.

   -        Lewey, travieso, ¿dónde te habías metido? – acaricié el suave pelaje blanco y negro de mi gato, quien se limitó a ronronear y restregarse afectuosamente contra mi mano. Reí entre dientes, rodando los ojos. – Sólo te apareces cuando tienes hambre, ¿no es cierto? ¿Estuviste durmiendo todo el día de ayer?

Bueno, era más que evidente que aquellas preguntas no iban a ser contestadas por mi gato, de ninguna manera; sin embargo, era mi manera de sentirme un poco más acompañado. Al menos alguien por aquí me estimaba y necesitaba de mí, lo que me daba cierta motivación para seguir adelante.

Me levanté y busqué en la alacena la comida para gato que había comprado la semana pasada – misma que estaba ya a la mitad; necesitaba comprar más durante la semana –, para luego llenar el traste de comida de Lewey con su ración debida del desayuno. Mi gato podía ser bastante glotón a veces. Y era realmente perezoso, por lo que no debía preocuparme por que fuese a causar algún disturbio o desastre en la casa; tanto que apenas se levantaba de su lecho para ir al baño o jugar con su bola de estambre de vez en cuando.

Las mascotas habían sido uno de los temas de conversación que se trataron el día anterior en mi primer encuentro con Adam, allá en el café. Por supuesto que era algo importante de mencionar, dado que desconocía la opinión de mi futuro arrendador sobre los animales de compañía.
Fue alarmante enterarme de que Adam, de hecho, tenía una Golden retriever. A pesar de que me aseguró que no habría ningún problema con que llevara a mi gato, y que su cachorra era amistosa, cierta duda creció en mi interior. Lewey era un gato más bien ermitaño y holgazán, no solía socializar con otros animales – tal como su dueño. Pero no iba a cambiar de opinión por un par de cosas que pudiesen molestarme; no siempre se tiene todo en la vida, y no obtendría nada mejor que eso en el corto periodo de tiempo que tenía para mudarme.

Lewey se apresuró a devorar lo que había en su plato contentamente. Revisé la hora en mi reloj de muñeca. Aún tenía tiempo suficiente para terminar de desayunar, cepillarme los dientes y conducir hacia mi trabajo. Era consciente de que, por ser lunes, habría mucho tráfico en las calles, por lo que de todas formas me apresuré a llevar a cabo las acciones mencionadas.

Love me, Hate meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora