Mi primera noche en casa de Adam – mi nuevo hogar – resultó más complicada de lo que hube contemplado. Mis ojos se habían clavado en el techo, cansados de haber pasado eternos minutos observando la habitación en penumbras, recorriendo cada rincón con la extrañeza de alguien que se aventura en tierras desconocidas. Me sentía como un intruso, más que como un nuevo inquilino. Todo en aquella habitación era ajeno a mí; podía escuchar el suave crujir de las paredes a mi alrededor, como si ellas también notaran que mi presencia melancólica no pertenecía a ese lugar.
No quería mirar más hacia la oscuridad. No es que me aterrase en sí, sino que me provocaba una desesperante sensación de asfixia, como si lentamente avanzara hacia mí para consumirme por completo, para hundirme en su manto sofocante de vacío, arrojándome a la nada.
Inspiré hondo, procurando apartar tales pensamientos de mi cabeza. Lewey dormitaba al pie de la cama, enroscado sobre sí, manteniéndose cerca sin llegar a invadir mi espacio; daba la impresión de que él también se sentía un forastero en aquella habitación desconocida.Mi mirada se humedeció, y tuve que cerrar los ojos para contener el llanto. Me era imposible dejar de pensar en todo lo sucedido, en todo lo que había perdido. Extrañaba mi hogar, mi habitación, la vida que solía llevar. Todo había acontecido tan rápido... ¿Cómo es que la vida puede arrebatarte todo, sin más, y esperar a continuación que sigas con ella como si nada hubiese pasado?
Las sombras danzaban a mi alrededor al compás de mis lúgubres pensamientos, montando una trágica coreografía. ¿En qué momento había vuelto a mi depresión? No lo sé. Apenas poco más de una hora atrás hube llegado a mi nueva casa, encontrándome con que Adam había regresado también, y ambos compartimos un par de tazas de café en la cocina antes de desearnos buenas noches y dirigirnos a nuestras respectivas habitaciones.
Ahora eran cerca de las dos pasada medianoche y no conseguía conciliar el sueño, aún a sabiendas de que a la mañana siguiente debía levantarme temprano. No trabajaba en la tienda más que entre semana, teniendo el fin de semana libre por las mañanas, pero por esto mismo había acordado reunirme con la banda.
Fue dentro de este remolino de pensamientos que, en algún punto de la fría noche, fui engullido lentamente por mi subconsciente a un oscuro sueño. No,... otra pesadilla.
La oscuridad me confundía, era incapaz de ver más allá de mi brazo estirado frente a mí; la bruma me aturdía, y no sabía hacia qué dirección iba. Estaba perdido, y la desesperación bullía en mi pecho cual magma volcánica a punto de hacer erupción. Poco a poco, mi pulso se aceleraba cada vez más, y hasta entonces me percaté de que andaba errante por algún camino invisible bajo mis pies. Entonces, apareció una luz, un mínimo lucero que provenía de la lejanía frente a mis ojos. Parpadeé, esperanzado, y me apresuré a andar hacia aquel desconocido resplandor; sólo ansiaba alejarme de toda esa oscuridad.
Sin embargo, me resultaba imposible alcanzar esa luz; era como si, por cada paso que yo avanzase, ella se alejara de mí otro par. Y, a tal distancia, apenas lograba distinguir como esa silueta luminosa, en un inicio de apariencia amorfa ante mis ojos, comenzaba a definirse, dibujándose con mayor claridad delante de mí. No era una sino tres siluetas, que daban la impresión de irradiar luz propia. Los rostros de mis padres y el de mi tía de pronto se materializaron en aquel fulgor.
De pronto, ya no podía moverme más; sentía las piernas ancladas al suelo, a la nada sobre la que me encontraba, y era incapaz de dar siquiera un paso por más que lo intentara. Impotencia, conocía bien ese sentimiento. Ya ni siquiera lo intentaba, no lo merecía. ¿Qué caso tendría llegar a ellos cuando lo único que había logrado hacer hasta entonces era fallar en todo, ser nadie,... ser nada? Era una completa decepción para ellos, para todos. La oscuridad lo sabía, por eso trataba tan imperiosamente de arrastrarme a aquella nada de la que provenía.
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Love me, Hate me
RomanceLa música es la voz del alma. El odio y el amor son dos conceptos opuestos. Sin embargo, tienen más cosas en común de las que se podrían pensar. Ambos son mejor expresados a través de la música. Encontrar un nuevo sitio donde vivir es la mayor de...