ANDREA
He perdido la cuenta de cuántas veces he revisado el teléfono, esperando ver su nombre en la pantalla, ansiando un mensaje que no llega.
Brusela
Me frustra pensar que quizás ni siquiera sabe que hoy es mi cumpleaños, o peor aún, que lo haya olvidado porque no lo consideró relevante. La idea de que para ella esta fecha no signifique nada, mientras que para mí su recuerdo lo es todo, deja un peso incómodo en mi pecho.
Puedo decir que mi cumpleaños no me importa demasiado, ya sea por las experiencias pasadas o porque, en el fondo, no encuentro motivo para celebrar otro año en una vida como esta. Pero, aunque me cueste admitirlo, creo que había albergado una pequeña ilusión… la esperanza de recibir un feliz cumpleaños de alguien que realmente me importa.
Y ahora, rodeada de gente, siento una tristeza silenciosa que trato de disimular. Mi sonrisa se tambalea, como si en cualquier momento pudiera desmoronarse. Me siento ansiosa, expectante… y al mismo tiempo ridícula por desear algo tan simple. Por esperar demasiado de alguien. Por aferrarme tanto a una persona hasta el punto de que mi estabilidad emocional dependa de ella.
Me siento estúpida por permitirle ocupar tanto espacio en mi mente y en mi corazón, sin darme cuenta de que, en cualquier momento, todo podría desmoronarse. Que quizás llegue el día en que ya no estemos juntas. Y lo peor de todo es saber que, si eso ocurre, ella tendrá el poder de destruirme por completo.
no haberlo pensado antes, no haber meditado en lo que ahora espero y no tengo, en lo que deseo y no recibo, en lo que siento y no logro detener. Me siento tan estúpida por haberle dado un privilegio que, desde el principio, nunca planeé conceder.
Te lo advertí
Callate.
Qué ingenua fui al pensar que, si algo bueno podía suceder en este cumpleaños, al menos sería una felicitación suya. Pero ni eso. Y ahora estoy aquí, en una fiesta que ni siquiera parece mía, rodeada de personas con las que no quiero estar. Gente que, de una u otra forma, siempre encuentra la manera de hundirme sin reparo ni remordimiento. Un día de hipócritas, de farsantes, de violadores, de traficantes, de mentirosos. Un día más en medio de personas a las que preferiría no volver a ver.
Y lo más increíble de todo es que, entre tanta gente a la que desprecio, la única persona con la que realmente quisiera estar… no está aquí.
Quizás no soy suficiente para ella, o tal vez estoy sobreestimando lo que, para ella, no es más que una simple amistad. Tal vez todo esto solo existe en mi cabeza, y la importancia que le doy no es la misma que ella siente por mí.
—Andrea, cariño, tu tía llegó —anuncia mi tía Keisha desde la puerta, con los brazos abiertos, esperando que corra a abrazarla como suelo hacer cada vez que la veo.
Me levanto del asiento donde he estado atrapada por más de media hora, escuchando a mi madre hablar de trivialidades. Conversaciones banales sobre el color de uñas que se pintará el próximo mes, los cortes de cabello que están de moda y las últimas colecciones de ropa de diseñador. Cosas que, en su mundo, parecen ser de vida o muerte, pero que para mí no son más que ruido de fondo.
A este paso, sentía que me estaba pudriendo en el maldito sofá.
La monotonía y el fastidio eran tan asfixiantes que casi podía jurar que mi cuerpo se fundía con la tela, atrapado en esta porquería de reunión.
Por otro lados,el puto machismo en su máxima expresión.
Los hombres afuera, en el patio, parloteando sobre negocios, política o cualquier mierda que los haga sentirse superiores, mientras nosotras estamos aquí, en la sala, con una taza de té en la mano, fingiendo interés en estupideces como colores de uñas y tendencias de moda.
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LÚGUBRE
RandomUn pueblo. Un asesino. Y un enigma decidido a revelar los secretos más oscuros de todos. Eso es Sanford, un lugar envuelto en mentiras, engaños y falsedades. Quienes no han pisado ese lugar podrían dudar de estas palabras, pero quienes lo conocen...