Capítulo 5: Fantasma del pasado

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Canción de este capítulo: Big girls cry-SIA

         

Cuando me despierto deben de ser las cuatro de la mañana aproximadamente. He tenido una pesadilla horrible y estoy cubierta de sudor. Tengo la respiración agitada. Me llevo una mano a la frente. Por suerte no tengo fiebre. Una gripe en esta era puede resultar letal. Me rugen las tripas. Necesito comer algo.

    Me quito el mantel de picnic de encima y me levanto con cuidado de no despertar a Cole que duerme a unos metros de mi. Resoplo y niego con la cabeza al ver que sus músculos están tensos y preparados para luchar aún en los brazos de Morfeo.

    Camino hacia el bosque, adentrándome cada vez más en él. Encuentro una rama curva que puede serme útil. Busco con la mirada en los árboles algún tipo de liana que pueda servirme de cuerda, ya que difícilmente la encontraría en mitad de la nada. Cuando por fin hallo una resistente y que me puede servir, me pongo manos a la obra. Encuentro también varios palos más, los cuales tallo hasta que su punta queda afilada.

    Tras unas horas de trabajo, termino mi arco improvisado. Ahora solo queda encontrar una presa.

    Me meto entre las sombras y trato de que mis pasos sean lo más silenciosos posibles, rezando para que quede algún animal en este lugar. Y gracias a Dios, lo hay. Una liebre come hierba a unos metros de mi. Intento contener la respiración y alzo el arco en su dirección, sujetándolo con firmeza, lista para disparar.

    Cuando suelto la cuerda y el aire, la flecha sale disparada y atraviesa el cuerpo del animal, que cae al suelo sin emitir sonido alguno. Sonrío, satisfecha. Un dolor punzante lleva instalado en mi cabeza bastante tiempo, pero en este preciso instante, siento como si me hicieran un profundo corte en ella. Me llevo una mano a la frente, ahogando un grito y gimiendo de dolor.

    De pronto veo a una niña de espaldas a mi correr hacia el animal herido y posiblemente muerto.

    ––Te pondrás bien. ––susurra. Su voz está ahogada por lágrimas y extirpa la flecha del corazón del ser, acunándolo. La niña se gira y puedo ver su rostro: Ojos oscuros, labios gruesos, pelo castaño. Soy yo, soy yo de pequeña.

    ––¡Monstruo! ––me grita. Le tiembla el labio inferior y sigue sosteniendo a la liebre en su regazo.––¿Por qué haces todo esto? La has matado a ella, a ella y a personas. ––las lágrimas corren tanto por su mejilla como por la mía. Me acerco a ella, tratando de que no me tiemble ninguna parte del cuerpo.

    ––¡Yo no quise ser así! ––grito.––¡Ellos me obligaron, me lo quitaron todo! ––un sollozo escapa de mi garganta.

    ––No, tú decidiste ir por este camino, nadie te obligó a aprovecharte de la gente o matarla, aunque fuese para sobrevivir. Eres un monstruo y lo único que haces es defenderte diciendo que todo es culpa de los Visitantes, pero no, la culpa es tuya. ––hace una pausa, intentando regular su respiración.––Si hubieras dicho a tus padres que se quedasen contigo, si hubieras acompañado a Jack o le hubieses convencido para que no se marchara, nada les habría pasado. Todos los que están a tu alrededor mueren.

    Las lágrimas caen por mis mejillas como cascadas. Tiene razón. Todo es por mi culpa. Soy un monstruo. La cabeza me duele cada vez más, pero no es nada comparado con el dolor que siento en el pecho, en el corazón.

    Mi yo deja el cuerpecito de la liebre en el suelo con sumo cuidado.

    ––¿No te odias a ti misma? Porque yo lo hago. Yo y todo el mundo que te conoce realmente. Nadie te quiere, a nadie le importas. Todas las personas que han confiado en ti han acabado muertas.––murmura mientras se pone en cuclillas a mi lado. Ni siquiera me había dado cuenta de que estoy arrodillada en el suelo. Desliza la mirada a mi pistola, la cual descansa en mi cinturón. ––Acaba con esto, te harás un favor a ti misma, a mi y al mundo

    Trago saliva. No quiero hacerlo... pero tiene razón. No me queda nada aquí. Hace años que no siento el significado de la palabra querer. Estoy perdida, perdida en la soledad. Perdida en la devastación. Atrapada en este horror de realidad.

    Una punzada se produce nuevamente en mi cabeza, más dolorosa. Pego un grito. Siento como si me hubieran golpeado con un martillo. Entierro mi cabeza en mis manos.

    Noto el tacto de alguien contra mi piel. Es frío y no me gusta. Es extraño. Es como yo me imagino que sería la muerte. Alzo la cabeza temblorosa. Las lágrimas caen a gran velocidad. La niña traga saliva y me extiende algo: mi pistola. Instintivamente me llevo una mano al cinturón, donde claramente no hay nada. Vuelvo a alzar la vista, insegura. La chica asiente lentamente y me acerca aún más el arma, la cual tomo entre mis temblorosas manos.

    Ahogo un sollozo cuando cierro los ojos y cargo la pistola, colocándola a pocos centímetro del lateral derecho de mi cabeza.

    "Nadie me quiere, a nadie le importo. Nadie me echará de menos"

    Abro los ojos de golpe. Mis padres me necesitan. Ellos están vivos. Seguro. Ellos me quieren y me necesitan.

    ––Te equivocas. Mi familia depende de mi. ––susurro con una sonrisa triste, dejando caer la pistola en mi regazo.

    La pequeña suelta una carcajada.

    ––¿De verdad te crees eso? Tus padres están muertos por tu culpa. Cole solo te está utilizando, ¿no te das cuenta? ¿Por qué te iba a ayudar? ––gruñe burlona.

    Mi cuerpo tiembla al sentir otra punzada de dolor en la cabeza, esta vez más fuerte. Me fallan las fuerzas.

    ––Eso no es cierto...

    ––¿No? Él solo busca alimento.

    Pego otro grito. El dolor es insoportable, y esta vez se ha instalado en mi completamente, no cesa.

    ¿Alimento?

    Y entonces las piezas del puzzle encajan. La sangre. Los Visitantes se alimentan de sangre humana.

    ––¿De dónde crees que sacan esa fuerza y habilidades?¿De dónde crees que sacan la inmortalidad?¿De dónde crees que obtienen la vida? Fácil, de otros. Se la arrebatan. Se alimentan de aquello que nos define y une al mismo tiempo; de lo que nos da vida y muerte. La sangre. Y tú, querida yo, solo eres una víctima. Una víctima que merece todo lo malo que le pase.

    Jadeo de dolor. Pero no es físico, sino en el corazón. El muro que tanto me había costado construir a su alrededor ha sido derrumbado por mi misma. Ahora el sufrimiento entra y no podría sentirme peor.

    ––Acaba con esto. ––demanda la niña frunciendo el ceño cada vez más amenazante.

    Cierro los ojos y veo mi vida pasar por delante. He sufrido tanto... pero también he hecho sufrir. No puedo seguir con esto. Cole me ha engañado, mis padres no están vivos, no tengo nada por lo que seguir. Nada que me obligue a levantarme cada mañana. Nada que me haga sonreír. Nada por lo que vivir.

    Acerco la pistola a un costado de mi cabeza, a una distancia de unos centímetros. Quiero que el disparo se oiga, porque en cierto modo es lo último que diré, será un grito transformado en explosión, un grito de muerte. Un grito al vacío pero no al olvido.

    Soy Astrid Jefferson. Tengo 17 años. Vivo en el Mañana. Mis padres y mi único amigo han muerto. No me queda nada. No tengo a qué aferrarme. Y no lo haré. Voy a acabar con esto. Voy a volver a ver a Jack, a papá y a mamá. Adiós Cole, adiós Visitantes, adiós vida.

    Aprieto el gatillo.

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