PASADO
ENERO
ISRAEL
—¡Perdón! —dice el mismo tipo con voz ronca—. No quería asustarte, ¿estás bien?
Lo primero que veo de él son sus tenis Nike color rojo, subo la mirada y me doy cuenta de que es un chico de unos veintitantos años, lleva playera roja de tirantes y jeans rasgados. Su piel es color perla y bajo sus cejas gruesas tiene unos ojos color grises, se puede ver un poco de cabello negro asomándose por su gorra roja. Me extiende la mano para ayudarme a ponerme de pie. Siento como un escalofrió recorre completamente mi cuerpo.
—No... digo sí —tartamudeo y acepto su mano—. Quise decir que estoy bien, gracias por ayudarme, estaba algo... distraído.
—¿Seguro? —me analiza de pies a cabeza.
—Sí —digo con la voz más firme que tengo. Aunque estoy seguro de que alado de él parezco un niño indefenso.
—Bueno... ¿qué haces aquí? —su tono serio regresa.
—Lo siento, vine a una audición y mientras esperaba andaba de curioso —admito.
—¿Eres el chico que no sabe bailar? —pregunta.
—Veo que ya me esperan —contesto con sarcasmo.
—Lo siento, no quise sonar grosero —pasa su dedo pulgar por el labio inferior tratando de esconder una sonrisa.
— No te preocupes, solo jugaba... —sonrió.
—En cuanto al baile, ya verás que aprenderás muy rápido, no es por presumir, pero en esta academia hay coreógrafos muy buenos.
—Eso espero, pero ojalá no sea tan mamón porque aquí se ve que hay muchos ꟷseñalo con la cabeza a las fotografías.
—Ojalá que no, bueno tengo que prepararme —apunta la salida—, tal vez te vea por aquí después —sonríe y camina hacia la puerta—. Por cierto, me llamo Adrián.
Luce amable, aunque normalmente los chicos como él se creen superiores a los demás. Quizás lleve un tiempo tomando clases en la academia, no pienso revocar mi ideología sobre los amigos varones, pero tal vez sea bueno tener una cara conocida si es que me voy a quedar atrapado aquí. Mi tema con los amigos varones es sencillo, simplemente no siento que encaje con ellos. Culpo completamente al colegio, ahí adentro es como si hubiera un solo molde para los chicos, donde en su vocabulario solo existieran las mujeres y sus senos. Se supone que un colegio cristiano forma todo lo contrario, pero...
—¡Israel! —Mi madre aparece en la puerta—. Ven, ya sigues tú.
—Mierda.
Y aquí estoy yo, en medio de un salón pequeño lleno de espejos, enfrente de tres sillas que las ocupan, mi madre, Adrián y Raúl Garza, el amigo de la adolescencia de mamá. ¿Qué rayos hace Adrián aquí?
—Hola Israel, tenemos que ver que tanto sabes bailar, así te haremos un horario acorde a tus conocimientos —oprime un botón y la música comienza a sonar muy fuerte.
—¡Solo Isra! —Grito y el señor Garza apaga la música—. No sé bailar absolutamente nada.
—Entiendo —anota algo en una pequeña libreta—. Él será tu coreógrafo, Adrián Villareal.
¿Qué? ¿Coreógrafo? ¿Él?
—No te preocupes solo sígueme a mí —dice Adrián mientras se levanta de su silla con una enorme sonrisa y avanza hacia mi lado.
Suena de nuevo la canción que ya logro reconocer al instante, es Turn Me On de David Guetta y Nicki Minaj. Adrián comienza a bailar y yo me quedo a su lado sin saber qué hacer. Activo el modo planta de inmediato.
—Abajo, arriba, pies, izquierda, arriba, puño, al frente y vuelta —dice Adrián en tono rítmico. Estoy seguro de que mi cara debe tener un gran signo de interrogación.
«Abajo, pies, arriba, abajo, arriba, puño, izquierda, vuelta», trato de seguirlo, pero me resulta completamente imposible. Más de tres veces me quedo parado tratando de recuperar el aliento. Adrián se ve tan profesional bailando, tan concentrado, y yo me veo tan... yo. Diez malditos segundos antes de que termine la canción imito un movimiento con las piernas que hizo Adrián y escucho como mi pantalón se rasga por detrás. ¡FUCK!
Termina la canción y todos quedan en silencio durante unos diez segundos que para mí son como tres horas. El pecho de Adrián crece con cada respiro, hasta para eso tiene ritmo, yo luzco como señor gordo después de subir una colina.
—Vendrás lunes, martes y jueves de 4:00 a 5:00 p.m., miércoles y viernes de 8:00 a 9:00 p.m. —dice el señor cuarentón y se levanta de la silla.
—Te veo el lunes, Isra —dice Adrián acomodándose la gorra y dedicándome una sonrisa—, te recomiendo ropa más... cómoda.
La sangre sube y baja de mi cuerpo a gran velocidad, no estoy seguro si por el ejercicio —que claramente me hace falta—, o por la vergüenza que acabo de pasar. Volteo con mi mamá que no ha dicho ni una palabra.
—¿Hice el ridículo, contenta?
—No estuvo tan mal Isra —no puede evitar soltar una risita.
—Acabo de romper mi pantalón...
ꟷPor suerte lo grabe... ꟷvolteo a verla furioso y se da la vuelta de inmediato.
Salimos del salón hacia la puerta y puedo ver a Adrián en medio de unos cuantos chicos, sus ojos se encuentran con los míos por medio segundo y ambos los desviamos al mismo tiempo.
ESTÁS LEYENDO
¡Yo no Bailo!
Teen FictionYo también crecí rodeado de cuentos infantiles de amor, tú sabes, esas historias donde una princesa quedaba envenenada por comer una manzana y bastaba con un beso de amor verdadero para romper ese hechizo, donde un príncipe hacia hasta lo imposible...