PASADO
ENERO
ISRAEL
A mitad de la segunda semana ya conozco la rutina de las clases de baile, la primer media hora es para hacerme sufrir tratando de enseñarme algunos pasos nuevos y la segunda media hora es para hacer el ridículo tratando de imitar esa rutina de baile. Mis compañeros han aprendido a alejarse en cuanto comienzo a tropezarme.
—Listo chicos, nos vemos mañana —dice Adrián girando en sus talones. Hoy parece de buen humor.
Todos caminamos hacia los vestidores. El silencio del primer día ya no está presente, los chicos gritan y bromean entre ellos. Yo solo me limito a ir por mi mochila y cambiarme de ropa. No hay nada que me conecte a ellos. Al menos no con todos.
—Vas mejorando mucho —dice Fer al acercarse a mí.
—Ya solo tropiezo ochenta veces en vez de ochenta y cinco —bromeo.
—No es para tanto —sonríe y mira encima de mi hombro—. Creo que alguien quiere hablar contigo.
—¿Quién? —pregunto sin darme la vuelta. Me pone nervioso que miren algo detrás de mí.
—Adrián.
—¿Cómo sabes que es a mí?
—Porque se nos queda viendo y aparte se está acercando —da un par de pasos hacia mí, eliminando completamente el espacio que había entre nosotros—. No le digas que te conté que seré coreógrafo.
—¿Puedo hablar contigo, Israel? —dice Adrián a mi espalda.
—Claro —me giro hacia él y después hacia Fer—. Nos vemos mañana —asiente y yo camino detrás de Adrián. Salimos de los vestidores y se detiene.
—¿Te sientes bien con el ritmo de la clase?
—Sí, ¿por qué, hay clases para niños o algo así?
—No, al menos no todavía.
—Entonces estoy bien aquí —me cuelgo la mochila—. Creo que debería irme ya...
—Oye, esta era mi última clase, yo también ya me voy. ¿Te llevo?
—No es necesario —lo que menos necesito son quince minutos encerrado en un auto con este tipo.
—Vamos, no es nada —sonríe haciendo que las comisuras de sus labios se curven—. Odio manejar solo.
Estoy seguro que me arrepentiré de esto.
—Está bien —me rindo.
—Solo esperemos un poco a que todos salgan, hoy me toca cerrar la academia —se encoje de hombros—. Vamos a apagar las luces de los demás salones —hace un gesto con la cabeza para que lo siga. Lo hago.
—Entonces... —dice.
—Entonces... —digo.
—¿Qué edad tienes? —pregunta.
—Cumpliré dieciocho.
—¿Para eso es la fiesta?
—Sí ¿Tú qué edad tienes?
—Acabo de cumplir veintitrés —mira hacia la puerta, en donde Fer sale con los últimos dos chicos—. Cinco años mayor.
—Cinco años mayor —repito.
—¿Tienes hermanos?
¿Qué clase de preguntas son estas?
—Sí, dos hermanos, son gemelos —respondo—. ¿Y tú?
—Solo una hermana, un año menor
—Debe ser genial.
—La mayor parte del tiempo lo es —sonríe.
Caminamos en silencio hacia los vestidores, en donde Adrián se acerca al marcado con el número 23 y saca su mochila.
—¿Tienes novia? —pregunta con la vista clavada aun en el casillero.
—No —lo dudo un segundo. Ni siquiera sé porque lo hago.
—No te noto muy convencido—me mira de reojo.
—No, no tengo novia —reafirmo.
—¿Por qué? —se gira hacia mí.
—No lo sé, no lo había pensado —miro hacia otro lado—. Supongo que es complicado.
No tengo tiempo para "novias", debe ser muy cansado tener a alguien detrás de ti todo el tiempo, tal como Zoe lo hace con sus chicos. ¿Chicas? Un misterio de la vida para mí.
—¿Por qué es complicado? —me mira confundido.
—¿Por qué haces tantas preguntas? —contesto. Eso lo hace reír.
Caminamos hacia la puerta principal en silencio, pero antes de llegar a está Adrián se detiene en seco y se gira hacia mí.
—¿Tienes que llegar a casa temprano?
—Pues mi madre tiene guardia hoy en el hospital y mis hermanos practican futbol en las noches, ¿por qué?
—¡Acompáñame! —pone seguro a la puerta y camina a grandes zancadas hacia atrás.
ESTÁS LEYENDO
¡Yo no Bailo!
Teen FictionYo también crecí rodeado de cuentos infantiles de amor, tú sabes, esas historias donde una princesa quedaba envenenada por comer una manzana y bastaba con un beso de amor verdadero para romper ese hechizo, donde un príncipe hacia hasta lo imposible...