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-¡No mamá!- gritó Marceline entrando a su habitación.-¡No quiero ese estúpido tratamiento!- gruñó y cerró la puerta.

Se tumbó en su cama y tapó su rostro con la almohada.

Su madre exageraba, su padre exageraba, su hermana exageraba, el doctor Smith exageraba, todos exageraban, ella no necesitaba ese tratamiento, ella sentía sus pulmones sanos.

Con el tratamiento su cabello caerá, le saldrán ojeras, se pondrá más pálida, más delgada y su aliento apestará a pastillas, o eso era lo que ella creía.

¿Como era posible todo esto? Es decir, ella era sana, se alimentaba tan bien, nunca fumó, mas bien detestaba aquello.

Finn, Marceline sabía que era hora de contarle todo lo que ocurría a Finn, tenía derecho de saber, era su novio.

Y pensar que Marceline se había propuesto no enamorarse, y llegó él, con su increíble carisma, sus hermosos ojos azules, su rubio cabello y su paciencia, ningún chico nunca había sido tan gentil como él, siempre llegaba alguien y ella lo rechazaba, pero él insistió y eso le gustó.

Marceline tenía miedo, ella sabía lo bueno que era Finn, sabía que el iba a querer acompañarla en su enfermedad, su estúpida enfermedad, aun sabiendo que ella le podría hacer daño. Porque, es bueno ser realista, ella podría morir.

Marceline.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora