Para Vela Desdémona Black, Draco Malfoy no es un antagonista de su vida. Es un veneno lento que se le metió bajo la piel sin que se diera cuenta. Un incendio frío que arde sin quemar... hasta que lo hace.
Para ella, Draco es como una tormenta encerr...
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Por increíble que pudiera llegar a sonar, Vela Black y Draco Malfoy se habían estado conteniendo. Sus discusiones y enfrentamientos no eran más que niñerias, simplemente comentarios mordaces lanzados al aire con la intensión de enfurecer al otro, todavía no se habían lanzado a matar.
Esto era normal, cada inicio de curso empezaban con una especie de "tregua" silenciosa entre ambos, como si necesitaran tiempo para medir las fuerzas del otro y planear sus próximos movimientos. Sin embargo, todos en Slytherin sabían que era cuestión de tiempo antes de que uno de los dos cruzara la línea invisible que mantenía esa frágil “paz.”
Era una danza, donde cada uno se movía cautelosamente, simplemente avivando la llama, pero sin quemar. Sus encrucijadas sólo eran como tirarle leña al fuego y cuando esa fogata estuviera bien alimentada, iba a explotar. Era inevitable.
Vela Black y Draco Malfoy eran como dos elementos químicos altamente inestables que, al mezclarse, solo podían producir una reacción explosiva. Lo peor de todo era que después de esa explosión habría otra y otra, tras otra como si se encontraran en un campo minado por bombas, ellos eran una bomba tras otra listos para explotar.
Sus verdaderas bestias estaban rompiendo el frágil cascarón que los contenía y fue demasiado evidente esa semana donde sus discusiones infantiles iban subiendo un peldaño más en la escala de violencia. Era unas bestias, las cuales su visión se les nublaba de un rojo sangre y no se detenían hasta saciar su sed de sangre.
Era como si algo primitivo se apoderara de ellos cuando peleaban, una fuerza ancestral que los empujaba a destruirse mutuamente.
Y todos en Hogwarts podían sentir que esa bestia dormida estaba a punto de despertar.
—Ugh, la detesto —gruñó Vela, su voz cargada de enojo y fastidio al aporrear fuertemente sus manos contra la mesa de las serpientes. Acaba de entrar al Gran comedor a la hora del desayuno—… A ella y sus malditos “Decretos de enseñanza” —murmuró, imitando el mismo tono chillón y meloso de Dolores Umbridge—. Se puede meter sus decretos por el culo—masculló mientras se dejaba caer pesadamente en el asiento junto a Rose.—Juro que… —
—Cállate que ahí viene —masculló Rose, dándole un codazo a su amiga.
La profesora Umbridge, vestida completamente de rosa como era habitual, pasó junto a la mesa de Slytherin con su característica sonrisa falsa, lanzando miradas inquisitivas a los estudiantes. Vela rodó los ojos, mientras hacía ademán de vomitar.
La profesora se detuvo brevemente frente a ella, como si hubiera percibido su gesto de disgusto, pero continuó su camino sin decir palabra.
Vela esperó a que estuviera lo suficientemente lejos antes de girarse hacia Rose.