Capítulo 1

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Noche de reencuentros
Estoy en casa de mis padres, terminando de prepararme para ir al cumpleaños de Andrea, una muy buena amiga. Nos conocimos en la universidad. Yo cursando Enfermería, ella Odontología. Tantas horas en la biblioteca y tantos trayectos juntas en el tren terminaron forjando nuestra amistad.

Eva, la cuñada de Andrea, me manda un WhatsApp diciéndome que ya está esperándome en la entrada de la cuesta. "En dos minutos me tienes allí" respondo antes de ponerme los tacones azul eléctrico que he elegido para la ocasión.

Compruebo que llevo todo en el bolso y que no tengo ninguna arruga en el vestido y me despido de mis padres. Mi madre me pide que lo pase bien y que no beba mucho. Nunca lo he hecho, pero una noche es una noche.

Bajo las escaleras colocándome el flequillo y procurando no matarme. Los nervios me pueden, ya que es la primera vez que voy a un cumpleaños suyo. Desde que nos conocimos hace casi cinco años, nunca había hecho una fiesta por su cumpleaños como este año. Además, va Nacho, su novio. Me ha hablado tanto de él que tengo ganas de conocerle. Parece buena gente. Y los ojazos que tiene parecen de otro mundo.

Me sorprendo imaginando cómo será él en persona. Salgo al portal y la veo que espera apoyada en el coche. Voy lo más deprisa que puedo y nos damos dos besos. Eva es hermana de Nacho y se ofreció a pasar a buscarme hace varios días, ya que mi urbanización la pilla de camino.

Nos metemos en el coche y me comenta que la gusta cómo me sienta el vestido. Vamos charlando de cosas y vamos derechas a casa de los padres de Andrea. Como hace bueno, la fiesta va a ser en el jardín. He pasado varias veces por allí con la moto, ya que es el camino que más me gusta para llegar a mi casa desde el trabajo. Después de hacer las prácticas en el Clínico, ahí sigo, yendo de zona en zona del hospital, pero bueno, no me puedo quejar.

Nos bajamos del coche, compruebo que llevo todo conmigo y Eva llama a la puerta. Nos abre Andrea, que me da un fuerte abrazo.

-¡Feliz cumpleaños, amiga!

-Gracias, Sonia. Me alegro de que estés aquí. Ya sabes lo que me apetecía verte.

-Casi un mes sin vernos. Esto no puede ser, ¿eh?

Nos acompaña al salón y comenta que solo faltan los chicos, que están a punto de llegar. Los chicos son Nacho y sus cuatro amigos, que acogieron a Andrea como a una más de la familia.

Andrea, Eva, Zaira, Judith, Tamara y yo charlamos y reímos en el salón hasta que alguien llama a la puerta. Andrea abre y, cuando entran todos, la cara de uno de ellos me suena, lo que no sé es de qué. Mi amiga me presenta, uno a uno, a los chicos de Dvicio. Cuando me dice que el chico de melenita se llama Martín, caigo en la cuenta. Andrés, que también está en la fiesta, iba a mi clase en el instituto y estuve saliendo durante unos meses con su hermano, solo que tuve que dejarle porque, según mis padres, "no era adecuado para mí".

Disimulo bastante bien y lo primero que hacemos es repartir los regalos. El mío es un álbum de fotos en el que recopilo todas las fotos que nos hicimos durante nuestra estancia en Lille como Erasmus. Me abraza y me da las gracias por el detalle, ya que no se esperaba que me iba a currar tanto su regalo.

-Quería que fuese algo especial. Y allí vivimos muchas cosas, ¿no?

-Cuando puedas, volvemos.

Vuelvo a abrazarla y comento que volver a Lille es un viaje pendiente.

Entre ropa, algún complemento y un ramo de flores, pasamos los tres cuartos de hora siguientes. Pedimos por teléfono unas pizzas para cenar y, disimuladamente, no dejo de mirar a Martín. Empiezo a ser consciente de que aún siento algo por él, pero mi orgullo y mis ganas de no tener pareja hacen que me calle y no diga nada.

Zaira y yo nos vamos a la ventana a fumar un cigarro -por respeto a Andrea, que no fuma-. Charlamos desde lejos y veo que Martín también me conoce, pero no me dice nada. Ambos sabemos que no es ni el momento ni el lugar para tener una charla de reencuentro.

Por una parte, me muero de ganas de abrazarle y ponerme al día con él, pero, por otra, todo lo que sufrí y lloré al dejarle me hace ver que no merece la pena. Cuando rompimos, él no dio señales de vida para intentar que yo pudiera explicarme con claridad. Él sabía que le pedía tiempo debido a la insistencia de mis padres y pienso que es por eso por lo que decidió pasar de mí.

Tamara y él están saliendo. Me da envidia, y un poco de rabia, que él haya sido capaz de rehacer su vida y me lo esté restregando en la cara. Eso es lo que más me quema por dentro. Se le ve feliz a pesar de que noto en su expresión que le falta algo para poder sonreír de manera más sincera.

Llegan las pizzas y voy a recogerlas con Andrea. Mi amiga me pregunta si lo estoy pasando bien, ya que soy la "nueva" del grupo.

-Sí. Todos son majos.

-Me alegro de que lo estés pasando bien. Todos querían ponerte cara, ya que ellos son, como tú, de Rivas.

-No te extrañe que haya ido con ellos al instituto y no lo recuerde.

-El único que puede haber ido contigo a clase es Andrés, ya que ambos sois del 92.

No quiero reconocer que les conozco a todos y que Martín y Andrés viven en mi misma urbanización. Sé que hoy no es el día oportuno para decirlo.

Llegamos las dos al sofá y yo me siento junto a Andrés, ya que Eva se ha puesto a la derecha de Luis, que es donde yo estaba colocada.

Él me reconoce y me pregunta por mi vida. Hablamos de lo que hemos hecho cada uno tras terminar en el instituto. Le cuento un poco por encima mi vida, ya que hace tiempo que perdimos el contacto.

Recuerdo que, una semana antes de hacer Selectividad, le comenté que prefería hacer un poco mi vida antes que nuestra relación me dificultase "olvidar" todo lo vivido con su hermano. Él lo vio bien, ya que sabía lo mal que estaba llevando no tener contacto con Martín. Yo no le preguntaba por él y él no le mencionaba para nada.

Sobre las 11 de la noche, bajamos en la furgoneta al centro de Madrid a tomar algo. Andrea me pregunta el horario del día siguiente. Comento que curro de tarde y que hoy estuve por la mañana gracias a que una compañera tuvo el placer de cambiarme el turno para poder acudir al cumpleaños.

Nos decantamos por una discoteca bastante conocida y sigo charlando con Andrés. Su mirada me cuenta que me echa de menos, que, a pesar de que comprendió lo que hice, tiene ganas de volver a retomar la amistad.

Vamos a bailar a la pista cuando nos ponen una canción lenta. Me pego a él y me susurra al oído que debería estar prohibido estar tanto tiempo sin saber el uno del otro. Le sonrío y le doy un beso en la mejilla. Tengo la sensación de que nuestros amigos nos están mirando perplejos. No me confundo. La cara de Martín es un poema. Le miro y siento que el mundo se para. Volver a mirarle a los ojos, aunque pocos segundos, hace que recuerde todo lo que vivimos. Sigo bailando con Andrés, aunque el cruce de miradas entre Martín y yo se me clava en la retina cual puñal.

-¿Te pasa algo? -pregunta Andrés.

-No, tranquilo. No es nada.

-Es por el cruce de miradas con mi hermano, ¿me equivoco?

-Sí. Voy a sentarme.

Siento como si el mundo se me viniera a los pies. No tengo superado nada de lo que viví con él. Los minutos pasan y Martín y yo no somos capaces de dirigirnos la palabra. No volvemos a mirarnos en toda la noche.

Nos metemos en la furgoneta. Todos menos Martín, Andrés y yo se quedan en casa de la cumpleañera, que nos da las gracias por haber ido a su celebración. Vamos nosotros tres en la furgoneta. No hablamos. Escuchando la radio llegamos a la urbanización. Andrés mete la furgoneta en el garaje y, con un simple adiós, me despido de ellos y voy deprisa hacia mi portal.

No es muy tarde, pero tengo ganas de llegar a casa. Necesito cambiarme de ropa y tumbarme en la cama a pensar en lo vivido. No podía imaginar que hoy, precisamente en el cumpleaños de mi mejor amiga, iba a reencontrarme con él, mi primer amor. Mis vecinos de toda la vida.

Nada más tumbarme en la cama, mando un mensaje a Andrea para darla las gracias por el día de hoy. Por habernos vuelto a ver y por haberme brindado una muy buena noche. Su respuesta no se hace esperar. Asegura que las gracias me las da ella, por ser una gran amiga y por el regalo de cumpleaños que me he currado.

Un presente que empieza desde mucho antes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora