Capítulo 11.

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Un inicio de la nueva vida un tanto especial.

Cuando llegamos al piso, descargamos de dos viajes todos los bultos que me he traído de casa. Los subimos al piso y los dejamos en el salón para, después, yo marcharme hacia Rivas para dejar la furgoneta y traer la moto.

Me vuelvo en la furgoneta hasta Rivas escuchando la radio y voy pensando en todo lo que está sucediendo. Puede que todo esto esté siendo una locura, pero no me importa. Las locuras que se hagan en el presente serán las anécdotas que poder contar dentro de unos años.

Según vuelvo al piso, veo que mi chico está tumbado en el sofá. Está dormido, por lo que decido no decirle nada. Le hago una foto para ponerla de fondo de pantalla. Así, dormido, parece un niño pequeño. Sonrío y, poco a poco, voy colocando mi ropa en el armario de la habitación.

Así estoy casi dos horas. Voy al salón para avisarle de que ya es la hora de cenar. Como sigue dormido, me siento en el suelo y comienzo a acariciarle el pelo para despertarle despacito. Abre los ojos poco a poco y le beso dulcemente los labios.

-Peque, ¿qué hora es?

-La de hacer algo de cena e irnos a dormir, que ambos estamos cansados.

-¿Tanto he dormido?

-Sí. Dos horitas. He colocado toda mi ropa en el armario y parte de los libros que me he traído de casa.

-Podías haberme avisado y te hubiese ayudado.

-Estabas muy tranquilo dormidito. Te he hecho una foto y todo.

Se levanta del sofá y me besa. Le sigo el beso. Me gusta esta nueva sensación, en la que mi chico y yo no tenemos que escondernos para querernos.

Estar viviendo con él me gusta. Sé que es pronto para decirlo, pero se ha convertido en alguien muy importante en mi vida. No solo apareció cuando menos me lo esperaba, si no que no tener su presencia se me hacía duro, a pesar de que yo no quería reconocerlo.

Por otra parte, todo esto me da miedo. Miedo porque la rutina se meta demasiado de por medio. Pero, sobre todo, miedo de que Martín pueda hacernos daño.

Después de terminar la cantidad de los besos que nos acabamos de dar, vamos los dos a la cocina a hacer algo de cena. Un simple sándwich para cada uno, ya que no hay mucha variedad para cenar.

Decidimos madrugar un poco el sábado para ir a hacer compra. Cenamos en el salón mientras vemos el último capítulo de nuestra serie favorita. Le dejamos a medias, ya que ambos estamos que nos caemos de sueño.

Mientras Andrés recoge los bártulos de la cena, yo voy a ponerme el pijama y a lavarme los dientes. Vuelvo a la habitación y mi chico ya se ha metido en la cama. Le hago cosquillas por no esperarme. Se venga de mí dándose la vuelta en la cama y durmiéndose casi al instante. Pongo la alarma del móvil a las 10 de la mañana. Me tumbo y le agarro por la cintura. Me coloco cerca de él para sentirle aún más cerca de mí. Le beso en la espalda y, minutos después, comienzan a pesarme los ojos de sueño.

Cuando suena la alarma de mi teléfono, me doy deprisa la vuelta para apagarla y levantarme de la cama. Andrés ya no está en ella.

Me levanto sigilosa hacia la cocina y allí le veo, cortando unas rodajas de pan y preparando café.

-Buenos días, pequeño. ¿Has dormido bien?

-A tu lado, es imposible dormir mal. A pesar de que no paras quieta. ¿Y tú? ¿Has dormido bien?

-Como un tronco.

Nos besamos con pasión y me siento en una de las sillas de la cocina. Espero a que se termine de preparar el café para servirle en las tazas.

Un presente que empieza desde mucho antes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora