Capítulo 2.

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Mía abrió sus ojos y miró hacia la ventana a su lado, el sol brillaba, no había nubes y se veía claramente que no había viento, pues las hojas de los árboles no se movían siquiera un poco. 

Miró sus brazos y vio que estaban completamente vendados, maldijo por dentro al notar que sus uñas estaban al tope de cortas y que su intento no había resultado. Se dio la vuelta, dándole la espalda al sol y cerró los ojos esperando volver a dormirse cuando alguien llamando su nombre la distrajo:

-Mía Clemmings... ¿No crees que has dormido demasiado?-era el doctor Barakat, abriendo la puerta y sentándose en el sillón que Matt había ocupado la noche anterior.-¿Cómo te sientes?

-Sin ofender, señor-comenzó Mía sentándose-No se haga el que le importo, no le importo a nadie, fue sólo una casualidad que mis padres me encontrasen al igual que fue una casualidad el que yo siga aquí, pude haber muerto, créame cuando le digo que...

-¿Te sientes inútil al no poder haberte matado?-la interrumpió sin un poco de desesperación ni mucho menos.

-Sí...-suspiró ella dejándose caer en la almohada-¿Cuándo me iré...?

-Creo que eso es apresurado de preguntar pero te lo diré.-Se acomodó en el sillón y prosiguió-Si cooperas, eres buena chica y ayudas a estar bien... En 3 años puedes...

-¡NI SE CREA QUE ME QUEDARÉ EN ESTA MIERDA 3 AÑOS! ¡¿ESTÁ DEMENTE O QUÉ CARAJO LE PASÓ POR LA CABEZA!?-gritó Mía, enojada.

-Tus padres aceptaron, te quedarás aquí; además, eres menor aún y recién en 3 años podrás tener algo de decisión sobre lo que tus padres digan.

-Está bien, usted gana... ¿Qué carajo debo hacer en todo este tiempo? ¿drogas? ¿terapia?

-Parte y parte, todo a su tiempo... Hoy me gustaría que conozcas a los demás chicos con los que convivirás los próximos 3 años...-extendió su mano, Mía dudó un momento y, al destaparse notó que estaba vestida con un pijama, el pijama favorito de Matt, por un momento sonrió, cuando aceptó la mano del doctor y bajó de la cama notó que seguía atada al suero, cuando intentó quitárselo, el doctor la detuvo.

-Yo no haría eso si fuera tu, creo que por unos días deberás dejártelo...-sonrió pasándole el atril con el que se transportaría através de donde Barakat le dijera.

Al salir de la habitación se encontró con un pasillo con paredes color beige, un suelo con baldozas con estrellas, mariposas y dibujos infantiles un poco gastadas, el pasillo era iluminado por un ventanal horizontal que cubría casi todo este y que dejaba ver el estacionamiento, al lado, las sesiones de recreación para jóvenes y adultos que se hacían al aire libre y el mundo exterior. Mía se distrajo mirando toda la belleza del mundo que aún no conocia del todo que no sintió cuando una niña, más baja que ella, rubia, a trenzas en una silla de ruedas se puso a su lado y sonrió.

-Es hermoso... ¿No crees?-suspiró la niña.

-Demasiado... El sol da una pizca de alegría a un mundo tan triste como este.-Susurró Mía saliendo de su trance para ver a la pequeña. Le faltaban las piernas, a Mía se le vino el mundo abajo al verla. Se agachó a su lado y tomó sus manos-¿Cómo te llamas, belleza?-sonrió.

La niña rió y sin dejar su tono de alegría dijo:-Natalie... ¿Y tú?

-¡Hermoso nombre! Me llamo Mía, un gusto Nat... Es decir, Natalie.-estrechó una de sus manos con tono de seriedad mal fingida y esta de echó a reír.

-Mía, ¡Qué lindo nombre!... Si te gusta dime Nat, no tengo muchos amigos aquí y... Me gustaría que seas mí amiga, digo, eres nueva y... Por ahí hasta que tus padres te vuelvan a buscar podremos ser amigas.

Los ojos de Mía se humedecieron, las palabras de esa pequeña le llegaban hasta su roto y frágil corazón, sonrió en su búsqueda de que las lágrimas no salieran y al final, después de un cómodo silencio comentó:

-Me quedaré aquí mucho tiempo, creo que seremos buenas amigas, Nat...-se levantó y vio que la mirada seria de Barakat se convirtió en una animada sonrisa comprensiva.

-Así que..-comenzó este-Si ya son amigas, pequeñas... Nat, ¿le enseñarías este lugar a Mía...? Procura no olvidarte de nada.

-¡A la orden, capitán Mike!-rió la pequeña observando como Barakat levantaba la mano en señal de saludo y se iba corriendo hacia el piso de arriba.-Bueno Mía... Sígueme...-sonrió Natalie en dirección a Mía que estaba a su lado ya parada. Movió su silla hacia la izquierda y comenzó a transitar el pasillo con Mía a su lado, callada y sin soltar su mano.

Al acabar el pasillo se encontraron en una habitación con paredes azul marino e imágenes de la playa, montañas, bosques, y hasta el centro de una ciudad representadas en tamaño gigante. 

De 30 a 50 chicos había en ese lugar, contando adolescentes, había muchos... Había enfermeras y doctores, algunos adultos ajenos o no al hospital y más, la mirada de Mía se fijó en la estantería de libros que había junto a la parte de la pared que tenía la imagen de la montaña, corrió hacia allí seguida de Natalie, a la cuál no le había soltado la mano y al ver que su libro favorito estaba ahí lo tomó y sentándose al lado de la silla de ruedas de Nat comentó:

-¡Es mi libro favorito! ¿lo has leído?

-No... Aún no leí ningún libro... ¿Te importaría leérmelo?-sonrió Nat acomodando su silla para quedarse frente a Mía.

-¡Seguro!-abrió el libro y comenzó a leer, mientras leía, Nat iba imaginando todo en su mente y, más lejos de ellas, un chico de cabello oscuro y ojos verdes como el bambú las miraba, miraba a Mía, en silencio, mientras todo a su alrededor se callaba, sólo dejándola a Mía en su campo de visión.

Escape From Pain.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora